Ir

El último cacique de los criollos

Arzú ha dicho: “Yo soy el último canche que gana unas elecciones presidenciales en este país”, Gustavo Porras.
"Si querés entender cómo el sistema de partidos políticos llegó a la crisis actual, tenés que ver los hongos, el moho que permitió Arzú alrededor del PAN. Los otros partidos (creados luego de 1985) lo siguieron, lo imitaron y amplificaron", Roberto Alfaro.
Tipo de Nota: 
Información

El último cacique de los criollos

Historia completa Temas clave

Álvaro Enrique Arzú Irigoyen es un sobreviviente. Una figura que no muere políticamente. Expresidente y cuatro veces alcalde de la capital de Guatemala. Más de cuatro décadas en la política, moviéndose con cautela y paso firme, lo han convertido en uno de los líderes que se apropió del sistema y lo modificó a su favor. Quedan pocos como él, descendiente de los aristócratas que se involucran en política. En estas elecciones vuelve a ser candidato.

El alcalde observa a su candidato a la Presidencia. Es su nuevo fichaje, su delegado, su protegido. Lo ve detenidamente desde el fondo de una enorme tarima llena de banderines y globos negros, azules, rojos y amarillos, que representan al último partido político que ha dirigido desde hace más de una década: el Unionista. Su dedo índice sobre la barbilla es la señal de evaluación. Su gesto es severo. Alrededor, todos aplauden, gritan y cantan. Arzú no. Arzú, ya entrado en años, sin perder su porte atlético, permanece en silencio. Desde su posición examina los detalles, escucha el discurso de su pupilo y contempla a la multitud. Entonces, luego de varios minutos, se cansa, hace un leve gesto de desaprobación, aunque de inmediato se reinstala en su postura inicial como recordando que su candidato a la Presidencia (en su rol siempre secundario) aún no calla, y suena aburrido, y la gente que lo escucha bajo el sol empieza a dispersarse. Esta mañana en la que el partido Unionista consolida su alianza con el partido Compromiso Renovación y Orden (CREO), queda claro, por la algarabía de la gente aglomerada, que todos han venido a ver y escuchar y saludar y alabar a Álvaro Arzú, el expresidente, el alcalde desde hace más de diez años de la ciudad de Guatemala. Poco importa que las gigantografías alrededor de la Plaza Barrios, en la zona 1, intenten posicionar a otro personaje en el imaginario colectivo, a Roberto González, el candidato a la Presidencia de Álvaro Arzú, pues al final, es apenas accesorio.

Es Arzú el que absorbe la atención, los aplausos. 

En este acto el alcalde ni siquiera está anunciando su candidatura para reelegirse al frente de la Municipalidad de Guatemala. No. Arzú, dentro de toda la escena, sólo es presencia, es contexto. Y por eso funciona.

La gente grita “¡Arzú!” y no otro nombre.

Dice el académico Edelberto Torres Rivas que Guatemala es un cementerio de partidos políticos; más de 64 han desaparecido desde 1984; muy pocos han tenido una ideología definida, y demasiados de ellos fueron fundados sobre una serie de discursos variopintos, aglutinados alrededor de una sola figura que los dirige o ha dirigido. En este panteón mitológico de la política guatemalteca, Arzú es un sobreviviente. Una especie de deidad que no desaparece. Un resabio del pensamiento de las familias que fundaron la República de Guatemala en el siglo XIX. Es el delegado que explica la historia reciente de los partidos políticos, en él también se personifica la crisis actual de representatividad.

El criollo tiene patria, aunque a muchos no les guste

El primer registro de los Arzú en Guatemala está en 1795. Su linaje sugiere la descripción bíblica de la descendencia de Israel. “Estos son los hijos y los jefes de las casas paternas de…” Guatemala: Manuel Arzú y Delgado Nájera, casado con Teresa González de Batres, hijo primogénito del coronel José Antonio Arzú de Arcaya oriundo del Caserío Hondarribiarra del país Vasco y su esposa María Josefa Delgado de Nájera y Mencos, quien engendró a José María Arzú y Batres que se casó con Jesús Roma, que a su vez engendraron a Enrique Fermin Arzú y Roma, casado con María de Jesús Ignacia Cobos Batres de Arzú, quienes concibieron a Enrique Arzú Cobos, que contrajo matrimonio con Carmen Irigoyen, procreando a Álvaro Enrique Arzú Irigoyen y tres hijos más.

De esta casta, que incluye a los Arzú, a los Díaz del Castillo, Aycinena, Urruela, Marta Elena Casaús (también descendiente de estas familias) dice en su libro Guatemala Linaje y racismo: “Durante estos primeros dos siglos, las tramas de parentesco constituyen la mayor institución para la preservación del estatus y la riqueza, así como para la conservación de lo que ellos denominan pureza de raza. Mediante enlaces matrimoniales estratégicos reproducen y amplían el poder familiar durante varias generaciones. Para estas redes familiares, como señala Casaús, el principal factor de excedente económico estará vinculado al trabajo forzoso de la mita y la encomienda, y posteriormente a la tierra a través del reparto de las propiedades indígenas. Álvaro Arzú viene de estos linajes.  Es su origen. A mediados de la década del 70 apareció por primera vez sobre las tablas del mundo político. Debutó pronto, veinteañero, ansioso e inexperto, de la mano del partido de extrema derecha y anticomunista Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Era su primer año como estudiante de Derecho en la Universidad Rafael Landívar (no se graduaría jamás), cuando visitó el Congreso de la República y una voz de Darth Vader, de ultratumba, lo reclutó en la política.  “Yo estudiaba primer año de leyes y estaba sentado en el Congreso y apareció Mario Sandoval Alarcón. Él ya conocía a mis papás y el tipo no podía hablar porque tenía un cáncer en la garganta. Y me dijo, ‘Yo quiero que vos participés en la política conmigo’. A mí me impresionó el tipo y ese tipo de audacias uno las admiraba más de joven que de viejo: entonces así fue como empecé mi militancia en el Movimiento de Liberación Nacional”, dijo Arzú en una entrevista de 2011.

[galeria]

Sandoval Alarcón era el líder supremo de la extrema derecha partidaria guatemalteca. Participó, como representante del MLN, con la CIA durante el golpe de Estado en contra el gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz Guzmán, en 1954. Arzú se sentiría seducido con la figura de Sandoval: serio, firme, ordenado y coherente en su postura ideológica. Arzú se convertiría, tras la invitación de Sandoval, en uno de los líderes de la Juventud del MLN. “Desde una perspectiva histórica, el interés político de Álvaro Arzú en los años 70 representa el repunte de un patriotismo criollo”, recuerda el exsecretario privado de la presidencia de Álvaro Arzú (1996-2000), Gustavo Porras Castejón. “A diferencia de los actuales ricos a rajatabla, sin consciencia de nada, Arzú representaba a una alcurnia que sí asumen su país”, agrega.

Con Arzú en el partido, empezó a orbitar una nueva generación política de jóvenes empresarios, casi todos provenientes de familias patricias, de abolengo. Rondaban el MLN, sobre todo sus amigos de la infancia, los estudiantes del Liceo Guatemala.

Estos años en que los empresarios jóvenes se interesan por la política, junto a Arzú, retratan una época que configura el sistema de partidos políticos de Guatemala hasta como funciona ahora. Cara a las elecciones de 2015, lo que giró en torno a la figura de Arzú desde los inicios de la década del 80, da paso, primero, al ascenso de la élite al poder luego de varias dictaduras militares y, segundo, a la lucha de los poderes emergentes por alcanzar la Presidencia. Se trata del inicio de los partidos políticos creados después de la Constitución de 1985.

“Del 86 al 99, para la política de Guatemala, fue una época interesante. Veníamos de años marcados por el discurso ideológico. Izquierda y derecha”, recuerda el analista político y periodista, Enrique Godoy García-Granados, sobrino de la exesposa de Álvaro Arzú, Silvia García-Granados. “Son los años en que aparece Arzú con más fuerza, con ganas de todo. La diferencia fundamental: sin ideologías radicales”, añade.

Ni Arzú ni sus allegados eran filósofos, sino el signo de sus tiempos. Con ellos quedará en el limbo la resaca del conflicto armado, los discursos de guerra fría, los enfrentamientos irreconciliables. Muchos de ellos, incluido Arzú, terminaron por alejarse de la derecha trasnochada de Sandoval Alarcón y, los líderes del MLN que no dejaban que los jóvenes ascendieran dentro de su partido.

Los jóvenes empresarios, guiados por el actual Vicepresidente de Guatemala, Alejandro Maldonado —“el papá político de Arzú”, según Godoy—  se declararon, tras su pequeña rebelión a inicios de los años 80, como una agrupación de “centro”. Ni derecha ni izquierda. Centro.

[frasepzp1]

Entonces Arzú se convierte en un líder del antisistema de la época. “Sin prometer absolutamente nada. Las pajas las hacen los políticos. Y fue pragmático: eficiencia y efectividad. Rompió con los esquemas. Aglutinó a gente como Álvaro Heredia, a Óscar Berger Perdomo, con intención de hacer un partido político. También se deslinda de Maldonado Aguirre después de 1982”, dice Godoy. Arzú y todos los empresarios jóvenes lograron ganar la municipalidad en las elecciones del 7 de marzo de 1982. Pero el golpe de Estado que dos semanas después llevó a Efraín Ríos Montt al poder, impidió que Arzú asumiera como alcalde de la ciudad de Guatemala.

“Identifica, ve y se retira. Arzú es puro olfato”, describe Mariano Rayo, Gerente de la Presidencia durante su Gobierno (1996-2001). “El olfato nato para prever escenarios”, recalca al recordar que Ríos Montt le ofreció el interinato de la alcaldía luego del golpe de Estado. También, “el mismo olfato” le hizo dejar la dirección del Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat) por no compartir las ideas del gobierno de Romeo Lucas García, a finales de los años 70. Arzú había llegado al Inguat apadrinado por el empresario azucarero y algodonero, su suegro en ese entonces, Jorge García Granados, quien era el Secretario de la Presidencia.

“Adelantarse, evaluar el panorama y saber cuándo retirarse. Todo eso lo sacó del anonimato. Hizo que a su alrededor una nueva generación de políticos existiera. Y generó votos”, dice Rayo.

Gustavo Porras lo explica con mayor amplitud: “Puede no gustar, pero el criollo tiene patria”. Un sentimiento patriótico que viene de años atrás, dice Porras, que también fue su compañero en el Liceo Guatemala. Se reflejó, primero, cuando algunas familias patricias –como la de Arzú– mostraron oposición abierta en contra del gobierno de Manuel Estrada Cabrera, entre 1898 y 1920. Luego la emprendieron en contra de los Estados Unidos por su injerencia en Guatemala durante el gobierno de Jorge Ubico. Después, su patriotismo criollo los une en contra de los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz. “A mediados de los 80, ese mismo sentimiento patriótico de la alcurnia empezó con el Comité Cívico del Plan de Avanzada Nacional (PAN), la primera organización dirigida por Arzú antes de convertirse en partido político. Eran gente de pisto que se pone la camiseta del país”, rememora Porras.

Pensar en política es pensar desde la familia

Desde pequeño, para Arzú pensar en política ha sido pensar en su tío abuelo: Manuel Cobos Batres. Dice el historiador Ramiro Ordóñez Jonama que “Cobos Batres era considerado un agitador social, el enemigo número uno del establishment” durante el gobierno de Manuel Estrada Cabrera. De 1920 a 1931, Guatemala era un país de incertidumbre: más de seis presidentes, sobre todo militares, se disputaron el poder político mediante traiciones y golpes de Estado. Cobos Batres estuvo ahí, como crítico de los presidentes militares. El periódico La Patria de San Salvador, describía a Cobos Batres como “una especie de apestado cuyo solo nombre espanta a las gentes… no es de extrañar nuestra dificultad de acercarnos a quien encabeza la invisible oposición”. El tío abuelo de Arzú también fue crítico con Estados Unidos a causa de su injerencia para quitar y colocar presidentes. Inauguró, junto al partido Unionista, una serie de protestas en contra de los gobiernos de la época que fueron multitudinarias en la Plaza Central y que llamó “Minutos de Silencio”. Sin embargo, se acomodó políticamente durante todo el tiempo que duró el régimen de Jorge Ubico, y se reservó cualquier proclama pública. Luego de la revolución de octubre, regresó para cuestionar duramente el gobierno de Juan José Arévalo... Sin Cobos Batres, como una sombra guía en la política –el fantasma de Hamlet, el Mufasa de Simba–, nada del pensamiento político de Álvaro Arzú se puede explicar con exactitud.

Arzú, de hecho, editó un libro-homenaje a su tío abuelo en 2007. El único libro que ha publicado en toda su vida. Se llama: Apuntes Políticos de Manuel Cobos Batres. Ahí Arzú dice: “Cobos Batres denunció los abusos de poder de varios gobierno militares, al igual que las presiones políticas de países poderosos. Por ello fue perseguido y a su vez, obtuvo la admiración de su pueblo que encontró en él un liderazgo nuevo y diferente. En vida fue identificado como un hombre correcto y valiente. Pero hoy parece estar olvidado”.

Cobos Batres admiraba a Rafael Carrera, a Jorge ubico; estaba del lado del anticomunismo.

Hoy cuando Arzú inaugura desde la Municipalidad de Guatemala obras en honor a los expresidentes Carrera o Ubico, su tío abuelo es una evocación que no logra ocultar. “A mí se me ha criticado por los discursos poco políticos que me gusta dar”, dice Arzú en un video de 2011 durante la inauguración del paso a desnivel Rafael Carrera, en Vista Hermosa, zona 15. “Pero hay que recordar a las figuras a las que la historia les ha pasado por encima. Gente que ha cosechado logros. Claro pueden no ser políticamente aceptables (…) pero nos hemos propuesto rescatar nombres que le han dejado mucho a Guatemala. Él (Rafael Carrera): la República, nada menos. Se le reconoce su valor, su esfuerzo, su espíritu de disciplina”. Pareciera que Arzú admira en los otros, en sus héroes, las cualidades que él se ha preocupado por forjar para sí.

Dice Gustavo Porras que pasando por Sun Tzu, y retomando a la vez alguna que otra idea de Maquiavelo, pero siempre pensando en el legado de Cobos Batres y su familia: “la función del príncipe es conquistar el poder y conservarlo”. “Álvaro Arzú nació para mandar”, señala.

Arzú, el Gran Hermano

—Arzú se ha descrito a sí mismo como un árbol demasiado frondoso que no deja que pase luz a otros líderes a su alrededor —recuerda Godoy. 

—Arzú ha dicho que necesita mandar, mandar. Es el último de los sobrevivientes en este sistema de partidos políticos. Es un líder de los que ya no quedan. Otro de ese estilo es quizás Ríos Montt. Es un liderazgo de cacique, a ultranza. De arrogancia y mucha torpeza política —dice Mario Taracena, abogado constitucionalista, actual diputado de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) pero que fue jefe de la bancada del Partido de Avanzada Nacional (PAN), el que llevó a Álvaro Arzú a la Presidencia en 1996.

—Arzú ha dicho: “Yo soy el último canche que gana unas elecciones presidenciales en este país” —anota Gustavo Porras.

Arzú en política es pelea. Es control. Es disciplina. Es pragmatismo. Es cacicazgo de élite. Es orden. Es delegar y encontrar a la persona adecuada para el puesto adecuado. Es exigencia. Es perfeccionismo. Es prepotencia. Es mercadeo político. Es practicidad. Es mando a distancia. Es conservador. Es vieja escuela. Es familia. Es… “'Si te encargo esta tarea es porque sé que sos capaz. No quiero que me vengas a preguntar cada cinco minutos. Ni todos los días. Cartas ni faxes no quiero. Quiero resultados'. Ese es él. En la Presidencia, en el Inguat, en la alcaldía, en el colegio, en el partido”, dice Mariano Rayo.

“Es un ególatra que sólo se quiere a sí mismo. Si salen bien las cosas, aparece. Si no, ni se aparece. Lo bueno es para él, lo malo es de los otros”, señala Mario Taracena.

En 1985 el proyecto político de Álvaro Arzú empieza a tener forma. Gana la alcaldía de la ciudad de Guatemala. Pronto, el Comité Cívico Plan de Avanzada Nacional se convierte en partido político. Lo nombran Partido de Avanzada Nacional (PAN). Los jóvenes empresarios, de la mano de Arzú, sin hacer pública su ideología, se proponen cosas aún más ambiciosas: quieren la Presidencia.

Enrique Godoy indica: “Como partido, el PAN era una expresión de una derecha empresarial práctica, y no una derecha ideológica. Más bien pragmático. Con intención de generar condiciones de oportunidades e inversión. Confiados en privatizar empresas del Estado gracias a las imposiciones del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) para Latinoamérica”.

De aquellos primeros años en la Municipalidad, muchos recuerdan su forma de mandar. Casi todos los entrevistados coinciden en que Arzú empezó a mantener el control de la Alcaldía como lo hacía con sus hijos en casa: dando órdenes. Para la Municipalidad encontró la herramienta de la que no volvió a despegarse: el radiotransmisor. La Municipalidad de Guatemala era un pequeño centro de mando, y Arzú detrás de los controles era uno solo, como el personaje del Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell: un vigilante omnipresente. “Arzú mantenía cuatro radios encendidas. A las cinco de la mañana empezaba a operar”, recuerda Mariano Rayo. Como el Gran Hermano de Orwell, Arzú era el comandante en jefe, el guardián, el dios y el juez. “Y entonces si un día pasaba por un bache, en la radio gritaba: ¡Mañana mismo vuelvo a pasar por acá y quiero que esta calle ya esté arreglada!’; Y si pasaba y no estaba arreglada, llegaba la gran puteada”, dice Gustavo Porras. Como el Gran Hermano de Orwell, Arzú era la encarnación de los ideales del Partido, el PAN, único y todopoderoso que vigilaba sin descanso todas las actividades cotidianas de los empleados, al punto que en las calles y casas debían tener prendidos los receptores a la espera de la voz de Arzú. Una orden.

No obstante, la mayoría de los entrevistados reconoce que con esta actitud logró limpiar la casa, ordenó la Municipalidad. Los trámites ya no tardaban una eternidad. Consiguió eficiencia y efectividad. Pero también poca transparencia en el gasto de los fondos municipales, sin dar informes financieros a concejales de oposición, menos aún a la prensa, tras crear una serie de empresas público-privadas dentro de la alcaldía, donde la mayor parte del dinero es administrado por empresarios.

La población también ha crecido considerablemente. A principios de este siglo, en el área metropolitana* de Guatemala vivían 2.5 millones de personas, hoy, el Instituto Nacional de Estadística (INE), ahora el Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR) estima que en el área metropolitana (la ciudad capital y los municipios adyacentes) cerca de cuatro millones de habitantes, y en la ciudad capital aproximadamente un 1,400,000 de personas, sin un dato exacto debido a los asentamientos y la población pendular (que el CEUR calcula, según declaraciones de la misma municipalidad en un millón de personas que circulan en la capital durante el día). Problemas como agua, vivienda, seguridad, siguen vigentes, a pesar de que Arzú ha sido reconocido como el tercer mejor alcalde del mundo y el mejor de América Latina, por la organización City Mayor, con sede en Londres, Inglaterra, en 2005. Su propuesta municipal ha sido el ornato.

Hoy, en 2015, las cosas no han cambiado. Arzú como alcalde de la Municipalidad de Guatemala mantiene las radios encendidas. Y con ellas los regaños. “Las puteadas suelen ser públicas. Si te equivocas, todo el mundo lo sabrá de primera mano, desde la radio, con tu nombre, puesto y apellido: Arzú es simplemente así”, dice un administrador de la municipalidad, que sonríe nervioso para pedir no publicar su nombre.

Para este perfil, Arzú –aunque amable– evitó conceder unos minutos de entrevista… Se solicitó al vocero de la Municipalidad que la gestionara, pero al cierre no había respuesta. ​

Un proyecto que, con mutaciones, sigue vivo

Crecer, expandirse, ser un monstruo, estallar, morir… Luego de 1985 era lo que le quedaba al PAN. Los jóvenes empresarios estaban excitados, mucho. Había funcionado aquello de “somos de centro” en una sociedad harta de las ideologías, del conflicto armado interno, incluso con algo de esperanza luego de una reforma constitucional: un borrón y cuenta nueva que daba oportunidad para preparar la paz. Pero crecer significaba buscar nuevos liderazgos. Gente desconocida. Fuera del círculo empresarial. Lejos de los viejos dinosaurios partidistas. Sin apellidos de renombre. Sin familias fundadoras de la patria a nivel nacional. “Alrededor de Arzú estaban cabales, ni uno sólo más, pero debían confiar y dar entrada a nuevos ricos, poderes emergentes, caciques”, comenta el exdiputado del PAN, Roberto Alfaro. “Si querés entender cómo el sistema de partidos políticos llegó a la crisis actual, tenés que ver los hongos, el moho que permitió Arzú alrededor del PAN. Los otros partidos (creados luego de 1985) lo siguieron, lo imitaron y amplificaron”, añade. Y todo desde entonces ha sido inercia.

Buscando la Presidencia, de cara a los 90, el PAN intenta crecer. A la vez empieza la utilización más pensada del mercadeo político, el marketing, la promoción de marcas e imágenes ante el votante. Y los partidos empiezan a pensar en que necesitan presencia mediante estructuras y organización en los departamentos. El mundo no se acababa en la capital.

“¿Pero qué sucede?”, pregunta Enrique Godoy. “En los departamentos no tenían pisto. Ambos se necesitaban. Unos se avocan a la capital en busca de dinero, y los de la capital se avocan a los departamentos en busca de cacicazgos”. Pero los empresarios de Arzú tienen su rol bastante claro: “Lo ricos quieren choleros que les hagan el trabajo político en los departamentos. El trabajo sucio y práctico”, dice Godoy.

Se trataba de una democracia dirigida: se buscaban consensos, pero el partido —Arzú sobre todo— tomaba la decisión final. En ese momento el 70% de la población estaba en el área rural. Pero el 60% del padrón era voto urbano. La capital era el 35%. La capital decidía en cada elección quién sería el Presidente. También escogía a quienes ocupaban el Congreso de la República, desde donde se controlaba el país entero con 80 diputados. Y más importante: no se cedía el poder a lo local. 

[frasepzp2]

Arzú perdió la elecciones de 1990. Pero cada vez reforzaba y afinaba los cacicazgos en la provincia. En 1996 el PAN llega a la Presidencia con el 51.22% de votos en segunda vuelta. El Gran Hermano, el ojo de Sauron que todo lo ve —las mismas dinámicas de control desde la Municipalidad— se instalaría a nivel nacional, desde Casa Presidencial.

“El PAN era un partido de cuadros. Otros partidos, como el FRG (Frente Republicano Guatemalteco), era un partido de masas”, dice Godoy.

A partir de entonces, cada partido nuevo quería lo que había logrado el PAN: crecer, crear líderes locales… Colocar pequeños “grandes hermanos” —como Arzú— en cada departamento.

Aunque desde la época del PAN, como lo especificó la Comisión Internacional Contra la Corrupción (CICIG) en su informe El financiamiento de la política en Guatemala, este tipo de liderazgos fue acumulando poder, fue encontrando la forma de enriquecerse con los negocios del Estado para volver a financiar sus propias candidaturas; la descentralización de los liderazgos –sobre todo en el gobierno del FRG que le siguió al PAN en 1999– evolucionó, en muchos casos, en corrupción, sobornos, y más recientemente, en la asociación con el crimen organizado como soporte económico de las estructuras partidarias, y la inversión en campañas multimillonarias.

Plebeyos contra oligarcas y en medio un Presidente

—Álvaro se aburre con las discusiones ideológicas. Y mejor pregunta: qué resultado va a tener... Resultados, resultados. Es lo que pide —describe Mariano Rayo.

—Está el estereotipo de que no escucha. Pero no. Nunca en mi vida he encontrado a alguien que escuche más que Álvaro Arzú —recuerda Roberto Alfaro.

—Cuando dice tal cosa no se mueve ni a putas. Como tiene que hacer un presidente. Un presidente no debe retractarse —dice Gustavo Porras. 

—La forma de ser se aprende desde la casa. A Arzú le enseñaron a ver de arriba para abajo — señala Mario Taracena. 

Un Presidente puede caer por asuntos políticos o por cuestiones personales. Quien quiera debilitarlo busca los flancos que deje abiertos. Para Álvaro Arzú los campos de batalla se propagaron durante todo su mandato.

Con la firma de la paz, luego de 36 años de conflicto armado interno (la lucha ideológica de la que Arzú renegó desde sus inicios como político), en 1996, logró quitar recursos al Ejército, a la guerra, y enfocarlos en otros temas contemplados en los Acuerdos de Paz como educación, salud, sin generar enemistades con el Ejército, asegura Rayo.

Tras la presentación del informe de la Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), monseñor Juan Gerardi fue asesinado en abril de 1998; el efecto para Arzú fue una cuestión personal, familiar, de la que no salió ileso, como cuenta Porras: “Fue algo que vivió en solitario. Un desgaste íntimo que lo afectó como persona y no como político”. Su hijo Diego Arzú sería implicado como sospechoso en el caso del asesinato de Gerardi por el Ministerio Público. Pero la Fiscalía no pudo probarlo.

En lo político, el desgaste vino de la privatización de diversas empresas del Estado, como la telefonía, que empoderó nuevos actores que se atrevieron a traicionar a Arzú desde su propio partido, señala Godoy.

Otras momentos trascendentales durante el gobierno de Álvaro Arzú fueron el restablecimiento de las relaciones de Cuba y Guatemala; el asesinato del lechero Sas Rompich en manos de sus guardias de seguridad, la constante enemistad con la prensa. Pero, de una u otra manera, siempre lograba salir relativamente airoso.

—Y entonces le quitamos el partido. A Álvaro Arzú, le quitamos el partido. Todavía era Presidente —dice Mario Taracena.

—La traición… Arzú siempre la asume con bochorno, con vergüenza —indica Mariano Rayo.

Para llegar a la Presidencia Álvaro Arzú integró al PAN a varios operadores del partido Unión del Centro Nacional (UCN), como Mario Taracena y Roberto Alfaro. También a varios publicistas, otros políticos con poca experiencia. Entre ellos, Rodolfo Mendoza, Ricardo de la Torre, Mauricio Wurmser. Arzú los llamaba “El Club de París”, por “caballeritos”, dice Porras. Pero también llevó a sus familiares, los apellidos con que se había enlazado la familia Arzú en los últimos años. Su sobrino político, Fritz García Gallont, pasó a ser su protegido en la alcaldía de la ciudad capital… “Y ese fue su más grande error”, dice Roberto Alfaro. El nepotismo —un cacicazgo criollo propio e inherente de Arzú— creó un abismo dentro del partido. Ricos, pobres, académicos, caciques, todos contra todos.

“Lo que se le rebeló dentro del PAN no fue el Club de París, sino el ala plebeya del partido. Encabezados por Leonel López Rodas, que se aprovechó de su conocimiento en energía para armarse de pisto y catapultar su figura”, recuerda Gustavo Porras. 

Parte de la traición fue convencer a Óscar Berger, en aquel momento, el candidato a la Presidencia de Álvaro Arzú, su fichaje de entonces, como parte del complot para que López Rodas fuera el nuevo jefe del PAN. Era la primera vez que un partido político de Guatemala celebraba elecciones internas para definir dirigentes y candidatos. “Aprovechamos los problemas entre Berger y Arzú. Berger no entendía mucho de lo que pasaba. Y le dio sus votos a López Rodas”, recuerda Taracena. Berger quiso reaccionar, asumir parte del control, pero no lo dejaron. “No entendió que ganó, sí, pero que no era el dueño del PAN sino nosotros”, añade Taracena.

Lo que siguió fue un Álvaro Arzú en retirada. Dejó el partido. Se esfumó. “Sabe cuándo retirarse”, insiste Mariano Rayo. Era el 29 de diciembre de 1999.

El PAN sin Arzú continuó por su propia cuenta creando caciques locales, buscando empresarios emergentes. Gente nueva. Nada de apellidos de alcurnia, que se fueron con Arzú o se retiraron de la política. Quedó: “Flujos de efectivo. Ahí se democratizó la pistocracia. E inicia la crisis actual del sistema de partidos políticos con la independencia financiera a los líderes locales a través de los partidos políticos”, dice Godoy.

El legado del PAN entonces fue encontrar nuevos operadores. Aparece Arnoldo Medrano en Chinautla. Ahí, en este PAN sin Arzú, nace políticamente Manuel Baldizón, actual candidato del partido Libertad Democrática Renovada (Lider). Varios empresarios, como Carlos Arias y Felipe Bosch, según cuenta Roberto Alfaro, condicionan financieramente al PAN para aprobar nuevas alianzas partidarias. Le llamaron “el convenio de pastores”. Del PAN surge la Gran Alianza Nacional (GANA), integrada por el Partido Solidaridad Nacional (PSN), el Movimiento Reformador (MR), y la organización política que fundó el actual presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina: el Partido Patriota (PP). 

En tanto Arzú planificaba su regreso. Sobrevivir. Resistió un cáncer de piel que se trató entre 2001 y 2003. El último año de tratamiento volvería a ser electo alcalde de Guatemala. El 34.35 % del municipio lo hizo volver a la vida política. 

El poder como capricho familiar

Sin el PAN, Álvaro Arzú se refugió en la familia, en sus orígenes. Un loop interminable. “Tengo la bandera del País Vasco junto a la de Guatemala, ondeando en mi casa de la Antigua”, dijo Arzú en una entrevista en el medio vasco Ori Mandinga! que reproduce la Municipalidad de Guatemala al ser cuestionado sobre sus raíces. De su tío abuelo Manuel Cobos Batres y su intención de unificar los países del istmo centroamericano durante la década de 1920, Arzú retomó en 2003 el nombre del partido Unionista. Fue su nuevo regreso a la política. “Arzú era el PAN, como uno solo en esos años, pero mediante la publicidad excesiva se logró migrar la idea de que Arzú ahora era sinónimo de unionista”, explica Godoy.

“Necesita mandar. Es lo que lo mantiene respirando. Es un cabrón. Un político de pura cepa. Sin eso se muere”, dice Taracena.

A su alrededor tiene fieles seguidores. Mariano Rayo es uno de sus adeptos. “No deja heridos en la cancha política. A mí me ha dado mi lugar”, indica. Sin embargo, Arzú no es de regresar favores, ha utilizado las ideas de otros, las hace propias, y una vez realizadas, los desecha. Tal es el caso de Enrique Godoy, creador y planificador del proyecto del Transmetro; Álvaro Véliz, arquitecto y planificador urbanístico del Paseo de la Sexta… “Arzú tiene la misma personalidad de Sandoval Alarcón: no va a dejar que nadie herede su liderazgo. En ese sentido es el MLN renovado”, resalta Taracena.

“En mi propia interpretación el partido Unionista es la expresión de la falta, de la absoluta falta de democracia y de la inmadurez política de Álvaro Arzú. Porque si Arzú se hubiera quedado en el PAN, Álvaro Arzú hubiera recuperado el PAN en 2003”, opina Roberto Alfaro.

Hoy Álvaro Arzú tiene una nueva apuesta para la Presidencia de la República. No él. Ni su propia esposa, Patricia de Arzú, a la que instó a asumir la candidatura en 2011. Se trata de un antiguo enemigo. Un contrincante de anteriores elecciones por la alcaldía de Guatemala: Roberto “Canela” González Díaz-Durán. Alguien con linaje, con apellido de familia fundadora. Un patricio, noble, privilegiado, también.

En dos ocasiones, Roberto González ha perdido frente a su nuevo padrino de campaña: en 2007 compitió como candidato a la alcaldía, obteniendo el segundo lugar con 118,364 votos; en 2011, lo hizo de nuevo, y a la sombra de Arzú, obtuvo 145,341 votos, 29.62% del electorado.

De regreso a la Plaza Barrios, al mitin del partido Unionista, Arzú, el gran sobreviviente y moldeador del sistema de partidos políticos de Guatemala, observa a González Díaz-Durán con detenimiento. De fondo suena la canción oficial del partido Unionista, “Cara al sol con la camisa nueva / que tu bordaste para mí…”, un cover del himno de la Falange Española de la Jons, de corte fascista nacionalista, que luego de la Guerra Civil española, llevó a Francisco Franco al poder y a una dictadura de casi cuatro décadas en España. La canción ha sido pedida y casi confeccionada por el mismo Álvaro Arzú, según comentan allegados. “Algún capricho familiar”, argumentan.

Mientras el discurso de Roberto González cae cada vez más en un limbo, en un abismo, en un enorme saco roto, ante una multitud que ya no aplaude, Álvaro Arzú pide una foto. Quiere que su candidato a la Presidencia, un Roberto González sonriente desde una gigantografía, aparezca simultáneamente con la estatua del expresidente Justo Rufino Barrios –líder de la Revolución Liberal de 1871– y su caballo.

La fotógrafa de la Municipalidad, entonces, dispara varias veces su cámara y muestra la imagen. Arzú parece complacido. Es la única vez que muestra una sonrisa verdadera, espontánea. La imagen, la que no vemos pero podemos imaginar —Roberto González Díaz-Durán y Justo Rufino Barrios unidos para la posteridad—, es una metáfora de Guatemala, de familias y linajes, de los orígenes de Arzú y su ascendencia. La permanencia. Su poder.

 

*Corrección: Por error se decía que Arzú estudió en el Liceo Javier, se corroboró y se cambió a la información correcta: Liceo Guatemala (1:20pm, del 3/08/2015). // Se cambió el término ciudad capital por región metropolitana. 

Autor
Autor