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El dólar pierde terreno, pero aún gana la carrera

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El dólar pierde terreno, pero aún gana la carrera

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Brasil y Argentina se suman a los países que en el mundo buscan dejar atrás el dólar como moneda de intercambio. ¿Con varias economías ya dolarizadas a nivel interno, qué tanto puede América Latina seguir ese camino? ¿Y qué tanto conviene hacerlo?

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«Alberto (Fernández) va a volver más tranquilo. Es verdad, sin ningún dinero». La sonrisa de Lula Da Silva al hacerle ese chiste a su par argentino, obligado a reírse, fue el cierre de una declaración conjunta ante la prensa en Brasilia el 2 de mayo. Se habían reunido por la necesidad del Gobierno argentino de encontrar alternativas a su acuciante falta de dólares. Y en ese contexto, encontraron un argumento menos urgente y más estratégico para justificar la reunión: un acuerdo para que Argentina pague con reales las importaciones de productos brasileños, aprovechando que la hegemonía de la moneda estadounidense está en duda en el mundo.«Cada noche me pregunto por qué todos los países tienen que basar su comercio en el dólar», declaró el propio Lula en su reciente viaje a Pekín.

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El presidente de Brasil se ha sumado a un coro internacional de voces que sostienen que la divisa de Estados Unidos está en declive. Y hay hechos que las respaldan. En primer lugar, el crecimiento de China como potencia económica, que hace que muchos países comiencen a usar su moneda, el yuan, en sus intercambios comerciales, sobre todo en el mercado asiático, aunque Argentina y Brasil ya están en ese club. India, por su parte, busca potenciar el comercio en su moneda, mientras Arabia Saudita afirma estar abierta a comerciar con otras divisas.

La hegemonía internacional del dólar nació a fines de la Segunda Guerra Mundial, tras los acuerdos de Bretton Woods de 1944. Allí se establecieron las nuevas reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo. También nacieron dos instituciones claves, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Desde entonces, el idioma monetario con el que hablan los países está dolarizado.  

Sin embargo, el siglo XXI está generando una economía internacional más diversificada en cuestión de monedas. Según datos del FMI, la proporción del dólar en las reservas mundiales de divisas, que en 1999 era del 72%, cayó al 59% en 2021. En el mismo período, crecieron de cero a 10% las reservas de los bancos centrales en otras monedas, entre ellas el yuan además del franco suizo y los dólares australiano y canadiense. En ese sentido, el mismo informe del Fondo destaca que otras monedas de reserva tradicionales, como el euro, el yen y la libra esterlina, no llenaron ese espacio cedido por el dólar en las últimas dos décadas.

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El periodista argentino Alfredo Zaiat, especializado en temas económicos, explica que la desdolarización que empieza a aparecer «en forma persistente» en el intercambio comercial proviene de dos factores. Uno es la guerra de Ucrania: «Las sanciones económicas aplicadas a Rusia por parte de Estados Unidos y países europeos derivaron en que Moscú empiece a realizar el intercambio comercial con otras monedas. Por eso empezó a vender petróleo a India en rupias; y con China ya no solamente el petróleo, sino casi todo su flujo comercial es un intercambio de monedas».

La segunda razón para Zaiat es China, que al emerger como la próxima potencia mundial «pretende que su moneda tenga mayor circulación a nivel internacional. En el año 2016 hubo un evento importante cuando el FMI incluyó el yuan en su canasta de monedas denominada DEG, que es la unidad de cuenta del Fondo. El yuan pasó a ser así la quinta moneda de esa canasta, sumándose al dólar, el euro, el yen y la libra esterlina».

A la par, agrega el columnista del diario Página 12, el Gobierno chino empezó a acordar con distintos países –entre ellos la Argentina por casi por 18,000 millones de dólares— los llamados swap de monedas, que sirven para financiar importaciones del país prestatario. Y hace pocas semanas, Pekín firmó con Brasil un acuerdo para liquidar en sus propias monedas el intercambio comercial, que en 2022 alcanzó el máximo histórico de 171,500 millones de dólares. Dólares que ahora no participan en el negocio.

Sobre esto se monta Lula para liderar un eje latinoamericano que ponga en cuestión al dólar como moneda de intercambio comercial. En esa batalla (hasta el momento solo discursiva) no está solo: a las urgencias argentinas se suman las de países como Venezuela y Nicaragua, víctimas de sanciones económicas de Estados Unidos que limitan sus posiciones en los mercados internacionales. En esta línea debe leerse la declaración de Laureano Ortega, hijo del mandamás nicaragüense, de que está llegando «el fin de la dictadura mundial del dólar».

Tras su reunión con Fernández, el presidente de Brasil redobló su apuesta. Convocó a los líderes de América del Sur a un cónclave en Brasilia el 30 de mayo para «promover un diálogo entre los miembros de la región».

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Sin embargo, para la economista brasileña Monica de Bolle, que dirige el programa de América Latina y mercados emergentes en la Universidad Johns Hopkins, el posicionamiento de Lula es una estrategia de «branding» de su Gobierno en el escenario internacional y «una nostalgia de los años 2000, cuando Brasil tenía otro tipo de papel en la geopolítica mundial». La también investigadora del Instituto Peterson de Economía Internacional sostiene que el Gobierno brasileño quiere «resucitar la idea del comercio sur-sur, con la desdolarización y la menor dependencia de Estados Unidos. Pero nada de eso en la realidad va a pasar», dijo a CONNECTAS.

A De Bolle no le faltan razones para sostener que el dólar seguirá siendo preponderante: según el Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés), el 88% de todas las transacciones de divisas hoy se realizan en esta moneda, que además supone la mitad del comercio internacional. Y en el caso de América Latina se da una paradoja: muchos de los países que buscan otras divisas tienen en la práctica sus economías dolarizadas, como Argentina y Venezuela, así como Bolivia, que acaba de anunciar la venta de parte de sus reservas de oro para suplir la falta de dólares. Y para defender la medida, el presidente Luis Arce habló de que hay que «transar en yuanes chinos antes que en dólares estadounidenses».

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Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI, también ve la posición de Lula como un «buen tópico discursivo» para lograr «una extraordinaria dosis de atención». Pero sostiene que el presidente de Brasil «casi no tiene poder» en esta discusión y que «hay masivos beneficios al usar el dólar, para el que realmente no hay alternativas serias». En cuanto a los mercados emergentes que quieren utilizar sus propias monedas para el comercio de bienes y bonos, asegura que «hay demasiada inestabilidad e incertidumbre, no es una sugerencia seria».

Rogoff se refiere a nuevos bloques como el de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que a finales de marzo pasado anunciaron la creación de un sistema económico alternativo que incluye una nueva moneda de reserva. Un gesto que no es menor: se trata de los países más grandes del mundo, tanto en superficie como en población. Y en conjunto representan un 32% del PIB mundial (que subiría al 50% para 2030).

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Otro economista estadounidense consultado por CONNECTAS, Barry Eichengreen, reconoce que el dominio del dólar «se está erosionando muy lentamente», aunque para él «no es una pérdida de hegemonía sino más bien un movimiento muy gradual hacia un sistema monetario y financiero global más multipolar». Al mismo tiempo, el profesor de la Universidad de California recuerda que hay una larga tradición de malestares contra el «privilegio exorbitante» del dólar, como dijo Charles De Gaulle de la década de los años sesenta.

Sin embargo, Eichengreen insiste en que no se puede decretar hoy el fin de la divisa estadounidense como principal moneda de intercambio mundial. Lo mismo observa Monica de Bolle: «El dólar continúa siendo la moneda que tiene la mayor confianza y la más enraizada en las transacciones comerciales. Además, como tiene de respaldo los bonos de Estados Unidos, yo no veo cómo otro tipo de activo pueda sustituirlos como el más seguro por excelencia en el sistema financiero internacional».

Esto lo saben los propios gobiernos latinoamericanos. A excepción de Cuba —que no tiene relaciones comerciales con Estados Unidos, aunque en el país caribeño los dólares son un bien muy preciado—, el resto de los países de la región siguen usando la divisa norteamericana para sus intercambios de mercancías. Y hasta hay tres donde el dólar es la moneda de curso legal: Ecuador, Panamá y El Salvador.

Por eso, una desdolarización de América Latina parece una utopía. Para Alfredo Zaiat, puede ser solo «un proyecto de mediano y largo plazo en el supuesto de una mayor integración financiera y política». Esto implicaría «una moneda propia regional y diversificar el comercio internacional en otras monedas», lo que le daría a la región «mayor grado de autonomía, un aspecto complejo porque Latinoamérica está en el área dólar. Y el área dólar obviamente es bajo el dominio de Estados Unidos».

Por Leonardo Oliva, miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS

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