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Dime con quién andas y te diré qué quieres

Tipo de Nota: 
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Dime con quién andas y te diré qué quieres

Infografía: Dénnys Mejía

El Congreso será el ring donde se librarán los acuerdos políticos más importes de Guatemala durante 2016. Para alcanzar sus objetivos, cada uno de los 18 bloques que integran el Parlamento ha tenido que negociar posiciones, ceder espacios y hacer alianzas. Unos ortodoxos y otros pragmáticos, cada cual identifica con claridad, al menos de momento, a los amigos y a los enemigos.  

Por medio de entrevistas a jefes, subjefes de bancada y diputados destacados, Plaza Pública identificó los puntos de contacto y las diferencias entre los grupos legislativos. Los resultados, del diagrama que acompaña esta nota, fueron interpretados por politólogos a la luz de las primeras decisiones en el Congreso y el clima político.

Un vistazo a la integración de la Junta Directiva del Legislativo, la primera decisión de esta legislatura negociada desde el año pasado, muestra hacia dónde sopla el viento: la presidencia para Mario Taracena Díaz-Sol, y la primera secretaría para Carlos Barreda, ambos de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), y ubica a esta agrupación como la principal fuerza de oposición. Para lograr ese liderazgo, la UNE  integró una junta directiva ad hoc a sus intereses, y a los de sus aliados coyunturales: la primera vicepresidencia le fue otorgada a Iván Arévalo del Movimiento Reformador (MR), anteriormente en el Partido Patriota (PP) y en el Frente Republicano Guatemalteco (FRG); Luis Contreras (MR) otro ex PP, como segundo secretario; Felipe Alejos Lorenzana, segundo vicepresidente, y Roberto Kestler, ambos del partido Todos, y antes de la UNE. La cuarta secretaría queda a cargo de Óscar Chinchilla, de Compromiso Renovación y Orden (Creo); la tercera vicepresidencia a Rudy Castañeda, de la Unión del Centro Nacional (UCN); y la quinta secretaría para Aníbal Rojas, de Visión con Valores (Viva), ambos en su primera legislatura.

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Los pactos, las alianzas circunstanciales y los intereses de ocasión son la moneda común en el Congreso. La UNE ha sido exitosa en constituirse como el partido unificador de intereses y puentes entre los principales grupos (tanto por su antigüedad, 13 años; como por haber hecho gobierno 2008-2012). José Carlos Sanabria, analista político de la  Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES), apunta a la experiencia de Taracena, de Orlando Blanco, quien es jefe de bloque, y de Carlos Barreda, las tres principales figuras de ese partido en el Congreso. “Es favorable la cercanía que pueda tener la UNE con varios de los operadores políticos de otras bancadas”, señala Sanabria.

Blanco, quien identifica a bloques como Encuentro por Guatemala (EG), Winaq, URNG, Convergencia, Viva y Creo, como cercanos, se perfila como el articulador hacia los grupos minoritarios. Otro bloque importante en la búsqueda de acuerdos es Todos (con 18 curules), formado por el exdiputado Roberto Alejos, con interés en reformas respaldadas también por Taracena como las modificaciones a la Ley Orgánica del Legislativo y a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, pendiente de dictamen de la Corte de Constitucionalidad, apunta Sanabria.

La UNE y Todos expresan falta de interés en mantener contacto con una agrupación considerada paria, como Lider, y su derivado, el grupo Progresista. Sin embargo, en el caso de la UNE, Blanco expresa igual rechazo al MR a pesar de que contó con sus votos para conformar la actual Junta Directiva.

Stephanie López, politóloga del Instituto Centroamericano de Estudios Políticos (INCEP), explica que los acuerdos de ocasión son moneda común en estas lides: “En política no existen ni los amigos ni los enemigos, sólo los aliados estratégicos, de pronto la bancada que siempre fue oposición puede llegar a traer beneficios o en otro temas, y entonces se puede negociar con ellos”.

Entre estos temas en agenda se encuentra la reforma a la Ley Orgánica del Legislativo, apremiada por las revelaciones de los desproporcionados salarios de los empleados del Congreso luego de que Taracena hiciera pública la nómina del Legislativo; las modificaciones a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, y otras discusiones de tipo estructural como la Ley del Servicio Civil. Las jefaturas y subjefaturas de bloques minoritarios como Viva, Pan, UCN y Fuerza, también reconocen la presión hacia estos cambios.

Figuras individuales, pero con poder de negociación y convocatoria, como la diputada Nineth Montenegro, jefa de la bancada EG, y el diputado independiente (ex PP) Oliverio García Rodas, son señaladas por Sanabria como parte de los llamados a dirigir el debate sobre estos temas.

En el caso de la Ley Orgánica del Legislativo, incluye, según Sanabria, buscar el respaldo en la opinión pública, actores sociales y académicos fuera del Congreso para impulsar su reforma. “Él (Taracena) está generando condiciones para que la presión sobre el Congreso aumente y sea de tal manera que se reforme, y que no les quede de otra que aprobarla”, señala el politólogo.

Las nuevas “marcas” electorales

La octava legislatura es la tumba para las bancadas del Partido Patriota (PP) y Libertad Democrática Renovada (Lider). De sus cenizas quedan bloques que por su peso tienen capacidad de incidencia en el Congreso. Los bloques Progresista (13 diputados), Alianza Ciudadana, AC (11); y Movimiento Reformador, MR (19),  suman 43 diputados, muestra de la diáspora en el Legislativo que en la primera semana de toma de posesión registraba 48 cambios de bancada.

Este fenómeno de fragmentación de las bancadas, en donde dos de los partidos más consolidados hasta hace apenas un año atrás son ahora parias, refleja que ya no son “focos de atracción” sino de rechazo, apunta Hidalgo. El politólogo observa una migración hacia la periferia, desde donde “tratan de mandar el mensaje de que la cosa la van a cambiar.  Pero esos nuevos bloques están constituidos con varios de los señalados, la lógica no es hacia el centro, sino hacia las orillas del Congreso”.

Los congresistas se suben a la ola de la antipolítica que se generó a partir de la crisis de 2015, y pretenden alejarse de los señalamientos. Rubén Hidalgo, director del INCEP, lo percibe así: “El político tradicional, que dice que no es político pero está en el Congreso, está buscando la manera de sobrevivir y de legitimar su función como legislador tratando de generar distancia con aquellos partidos mal señalados”.

Ante el aparente cambio de las reglas del juego, tras la movilización ciudadana de 2015 contra la corrupción, la politóloga Stephanie López señala una estrategia de desvinculación a nivel de nombres, pero que no cambia sus prácticas tradicionales. “Forman estas nuevas células que pretenden conectar con las demandas de la plaza”. Al final, los votos de estos conversos, bajo la sigla en que militen según la fecha, serán necesarios para impulsar los cambios que se esperan del Legislativo. De este grupo el más consolidado hasta el momento, es el de los agrupados en MR, apadrinados por el ministro de Comunicaciones del PP, Alejandro Sinibaldi, y su plan B para competir por la Presidencia en las pasadas elecciones hasta que las condiciones políticas le desaconsejaron participar.

El partido oficial y las reglas en disputa

Las fuerzas en el Legislativo tendrán su siguiente gran prueba al momento de conocer las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Aprobadas en tercera lectura el año pasado, por ser una norma de rango constitucional fueron enviadas a la Corte de Constitucionalidad que tendrá que revisarlas y resolver si no hay disposiciones que riñan con la carta magna. En caso de ser así deberán señalar la naturaleza de la discrepancia y sugerir modificaciones, pero estas estarán a cargo del pleno del Congreso.

La iniciativa de impulsar una reforma política debería de recaer en el partido oficial, en este caso el Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación). Sin embargo, la debilidad de éste, con apenas 11 diputados, su nula experiencia parlamentaria, y el pasado de sus principales dirigentes, le imposibilita a asumir ese liderazgo. El partido oficial recibió su primer golpe en el Congreso incluso antes de asumir. El pasado 6 de enero, en el transcurso de una primera reunión extraoficial con los futuros jefes de bloque, trascendió la noticia de la captura de 18 oficiales retirados acusados de crímenes durante el conflicto armado interno, junto a ellos el Ministerio Público solicitó antejuicio contra el diputado Edgar Ovalle, coronel retirado fundador de FCN-Nación, subjefe de la bancada y secretario general del partido.

Para Sanabria, en este contexto la bancada oficial  no tiene posibilidades de incidencia. “Del Ejecutivo dicen “no vamos a retomar el liderazgo, ni vamos a tener una participación legislativa importante, entonces no nos desgastamos y nos enfocamos más bien en el Gobierno”. Están seleccionando sus batallas, saben que de entrada tiene una bancada minoritaria, sin experiencia, y con dificultades para cobrar protagonismo”.

Las habilidades para gestionar un liderazgo efectivo en el Congreso incluyen la capacidad de diálogo, negociación de propuestas y la búsqueda de puntos de encuentro, así como calidad técnica en las iniciativas que busquen sacar adelante, señala Hidalgo. “Y la bancada que representa al gobierno no tiene ninguna de ellas, y no veo por dónde las puedan construir”. El divorcio efectivo entre el Ejecutivo y el Legislativo tampoco contribuye a prever un liderazgo de la Presidencia para impulsar las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. La tarea en disputa queda entonces en las manos de un Congreso en donde se vislumbran dos escenarios al ser devuelta por la Corte de Constitucionalidad: Un dictamen con pocos cambios, apenas algunas enmiendas que puedan ser discutidas en el pleno y solventadas, o uno que incluya tantas modificaciones como para tener que regresar a una comisión de trabajo y empezar la discusión desde cero.

El primero de estos escenarios es el considerado más favorable por Sanabria, ya que haría viable contar con modificaciones este mismo año, y podría responder en alguna medida a las demandas ciudadanas. López, en cambio, se decanta por una nueva discusión de las modificaciones, y aunque admite que no hay sistemas perfectos, sí es necesario hacer una reforma profunda a la norma electoral.

Este panorama coincide con las impresiones de números jefes y subjefes de bloque consultados: hay demandas ciudadanas por cambiar las reglas del juego electoral, pero de fondo más allá de los eslogan de “vieja” o “nueva política”, hay un hartazgo popular que gravita alrededor de los congresistas. Su supervivencia como políticos viables depende de ello. 

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