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Nueve años sin saber de los 43 estudiantes en Ayotzinapa, relato de un padre y su búsqueda de justicia

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Nueve años sin saber de los 43 estudiantes en Ayotzinapa, relato de un padre y su búsqueda de justicia

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El 26 de septiembre de 2014, a 43 familias mexicanas les arrancaron la paz. Ese día los estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa salieron a marchar en conmemoración de las víctimas de la matanza de Tlatelolco y 43 de ellos jamás volvieron. El papá de una de las víctimas relata a Plaza Pública cómo ha sido la búsqueda de justicia, la batalla que llevan para esclarecer los hechos y algo más importante: que esto no se repita en ningún lado del mundo.

El pasado 26 de julio se llevó a cabo en la ciudad de Guatemala el Tercer Encuentro Centroamericano de Memoria, organizado por la Red Centroamericana de Memoria, un conglomerado de organizaciones que propicia la visibilización de los avances y desafíos de esta agenda en la región.  Entre los participantes estaba Celemente Rodríguez, padre de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, uno de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

Plaza Pública conversó con él acerca del largo camino que han recorrido en la búsqueda de los estudiantes, incluido su hijo, la procuración de justicia y la determinación de responsabilidades de las autoridades mexicanas y garantizar la memoria histórica de lo acontecido ese 26 de septiembre de 2014.

A casi diez años del día que les cambió la vida, Celemente y su familia no pierden la esperanza de encontrar a su hijo y a sus compañeros. No quieren descansar hasta que su voz sea escuchada y se haga justicia.

Clemente cuenta sobre  la vida de su hijo antes del día de su desaparición y la relación que tenía con sus compañeros, familia y comunidad.

Siempre supieron que era una caminata pacífica

Christian nació en Tixtla de Guerrero, México, lugar donde se encuentra la Escuela Normal de Ayotzinapa. Desde muy joven, él era parte de un grupo de danza folclórica. Le gustaba participar afuera del Palacio Municipal en tarimas para bailar el zapateado. Una de sus canciones favoritas era El Pávido Návido y hasta se ganaba sobrenombres por sus destacadas habilidades.

Si no conseguía trabajo Christian se iba a dedicar a enseñar danza. Transmitía tanto ánimo que hasta su hermana Maribel empezó a bailar con él en casa. Gracias a lo que aprendió de su hermano, llegó a participar en Colombia en varios concursos de baile. Por eso don Clemente lleva como dije en su cadena un botín de danza.

Christian fue siempre muy amigable y participativo, eso lo motivó a querer ser maestro y agrónomo por su afición al campo, sembrar plantas y preparar la composta. Por esta razón, cuando terminó la preparatoria entró a la Escuela Normal de Ayotzinapa, a pesar de haber aplicado a otras a las que también fue aceptado.

«Le llamaba mucho la atención la Escuela Normal de Ayotzinapa porque al ser una escuela para gente de escasos recursos, les enseñaban a cultivar la tierra, a sembrar maíz, y terciopelo. Todo lo que cultivaban, podían salir a venderlo luego para cubrir algunas necesidades que ellos tuvieran», relata Clemente.

De igual manera, los estudiantes ayudaban a su comunidad en lo que fuera necesario. Por ejemplo, si algún campesino necesitaba ayuda en sus tierras, pedían apoyo en la escuela y los estudiantes iban. En general todos participaban mucho en la comunidad.

En cuanto a la relación con sus demás compañeros, Clemente cuenta que su hijo era un muchacho tímido, pero bastante social. Sus compañeros llegaban a pedirle las tareas porque era muy bueno en matemáticas y dedicado para la escuela. «Yo me quedo muy orgulloso de él porque era tan participativo y alegre», añade. 

Del día de la desaparición, Clemente recuerda que fue muy impactante enterarse. Todas las familias de los estudiantes tenían conocimiento de los planes para participar en las manifestaciones de normalistas y universitarios en conmemoración de la matanza de Tlatelolco.

La escuela los llamaba a una reunión y se les informaba que iban a tomar transporte para participar en la Ciudad de México. Sabían de su viaje a Iguala porque había un convenio con las empresas de transportes. Las madres y padres de familia siempre tuvieron presente que iba a ser un movimiento pacífico y que los estudiantes iban a regresar tranquilamente.

Lo que no estaba en el plan fue que, según la versión oficial de la investigación, los estudiantes se subieron a un vehículo equivocado. Según los informes y reportes de distintas instancias gubernamentales, estos transportaban cocaína, diez millones de dólares y armas alemanas. «No debió pasar esto porque tanto el crimen organizado, las corporaciones policiacas y hasta la marina sabían que ellos eran estudiantes, que ellos no estaban armados», agregó Clemente.

A partir del día de la tragedia, los familiares de los 43 estudiantes formaron un comité de búsqueda junto con la gendarmería y el 27 batallón de Iguala. Se dividieron para buscar en los pueblos aledaños y algunos compañeros fueron incluso al basurero de Cocula. Tiempo después, el investigador Jesús Murillo Karam —quien ahora se encuentra preso— les presentó dicho basurero como el lugar de los hechos.

«Al principio pensábamos que ahí se desarrolló el incidente porque nos dijeron que a todos los quemaron allí, que usaron leña y combustible», señala Clemente.

Durante esta búsqueda, fueron recabando información de los hechos e incluso la misma gente de la localidad les empezó a dar más detalles. Recién habían sucedido los hechos, las personas que habitaban los alrededores del área de la desaparición tenían miedo de hablar porque no sabían si podía pasarle algo a sus familias. Pero con el paso del tiempo muchos comenzaron a hablar. «Inclusive, recuerdo muy bien que un señor me dijo: vienen a buscar a sus hijos aquí, pero andan caminando con el enemigo, o sea con la gendarmería», comparte Clemente.

Muchas dudas comenzaron a surgir porque se supone que la gendarmería estaba ahí como protección y apoyo. Lo que la evidencia le ha mostrado a las familias es que este cuerpo militarizado habría estado involucrado directamente en la desaparición de los estudiantes.

«Díganme dónde está»

Al conversar sobre el gobierno y cómo debió brindar apoyo en la búsqueda, el padre de Christian asegura que la administración anterior —de Enrique Peña Nieto— no aportó mucha información y que las mismas instituciones entorpecieron las investigaciones. Aunque, asegura que los gobernantes actuales, si bien no han encontrado la verdad, sí han mostrado pequeños avances, ya que les han dado acceso a los primeros informes.

Sin embargo, todo lo que aparecía en dichos documentos fue un aporte de un grupo de peritos argentinos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), no por parte del gobierno. Ellos son los que han demostrado científicamente que no sucedieron tales hechos en el basurero de Cocula.

A pesar de ello, Clemente y su familia no están convencidos de que el gobierno asuma la responsabilidad de lo ocurrido y tengan la voluntad de esclarecer los hechos.

Alejandro Encinas, el actual Subsecretario de Derechos Humanos fue hasta su casa y con una actitud que califica como una «desfachatez y cinismo» le dijo: «No estés pensando que tu hijo va a llegar, a todos los asesinaron, todos están muertos». También les llevó un libro y les dijo que ya los peritos argentinos habían realizado el estudio genético de ellos y de un fragmento del pie derecho de su hijo.

Su esposa contestó: «Yo estaré mal o estaré loca pero una persona puede vivir sin un pie y es que la esperanza nadie nos la puede quitar. Pero si ustedes nos dicen que pasó eso, díganme ¿dónde está? Porque a sus compañeros se los llevaron completos, no en fragmentos». 

Frente a todas estas falencias y falta de voluntad por parte de las autoridades gubernamentales, Clemente ha conversado con las otras familias de los estudiantes para lograr reunirse con el presidente Manuel López Obrador, exigirle que se continúe con las líneas de investigación que desmienten «la Verdad Histórica» y cumplir con los compromisos que les hizo cuando estaba en campaña.

Una de las principales preocupaciones del padre de Christian es que el gobierno actual sigue protegiendo al Ejército y no acepta que participó en los hechos, aunque el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) —formado por cinco integrantes que se creó para contribuir a la investigación de las desapariciones—  demostró que sí participó activamente en los hechos.

Ofrecimientos de dinero

A lo largo de estos años, ha sido difícil lidiar con el hecho de que la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa se clasifique como «Crimen de Estado» pues esto implica que el Estado es el principal responsable. No obstante, es el mismo Estado el que tiene que darles  respuestas y rendir cuentas a las familias. «Este gobierno debería investigar al gobierno anterior, a Peña Nieto, a la gendarmería y a los responsables», enfatizó.

Y aunque saben que tienen derecho a pedir reparación de daños, aún no la han exigido. Incluso les han ofrecido dinero por parte del gobierno solamente para callarlos. «A nosotros nos llegaron a ofrecer dinero por parte del gobierno. Nos preguntaron cuánto queríamos si 15,000 pesos, 30,000 pesos mensuales… ¿Cuánto? Y esto es solo para callarnos», dijo.

Su preocupación principal es enfrentar la impunidad y opacidad con la que se ha conducido todo el aparato gubernamental. Quieren que el gobierno rinda cuentas primero, para que se logre la justicia y para que existan garantías de no repetición.

Por eso, para reivindicar la vida de Christian, sus padres no han dejado de luchar, incluso cuando les han cortado todo apoyo económico y la unidad que tenían con el resto de los padres, se ha disipado. Como parte de esta lucha, Clemente toma todas las invitaciones que le hacen para hablar sobre los 43 estudiantes de Ayotzinapa en las escuelas de todo México.

Aunque lo económico sea un problema, cuando hace estas visitas lleva artesanías para vender y cubrir estos gastos. Él considera importante que las nuevas generaciones de estudiantes conozcan la verdad de lo que pasó. Por eso es necesario reactivar las actividades en los centros educativos, para poder seguir construyendo la memoria histórica.

Para concluir, el padre de Christian deja el siguiente mensaje: «Puedo decirles que mi lucha también es la lucha de los demás porque sabemos que luego de nosotros van a venir otras generaciones que se merecen un futuro mejor. No queremos que se les desaparezca nadie y que tengan que pasar por esto. Les hago la invitación a todos los demás, a todos los estudiantes a que no se queden callados y que exijan sus derechos como personas para lograr la no repetición y mantener esto en la memoria. Agradezco esta oportunidad que me han dado para alzar la voz y que llegue a más personas».

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