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Nadie vota más que nosotros

Cuando se les pregunta, los habitantes de San Pedro coinciden todos en una explicación muy sencilla: en este lugar, la gente se toma muy en serio su pueblo.
La sociedad civil se ha tejido en una densa red de contactos, de relaciones y de afinidades. Los lugareños coinciden en algo: las asociaciones y sus líderes pueden llegar a tener mucho poder.
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Nadie vota más que nosotros

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Sololá es en sí mismo una rareza. En un país en el que la participación electoral es una de las más bajas de Latinoamérica, en el departamento las abstenciones apenas superaron el 27 por ciento. Si en las elecciones del 2007 el 39.6 por ciento de los empadronados en Guatemala no acudió a las urnas en la primera vuelta y en la segunda, más de la mitad, el 51.8% optó por no emitir su voto, en cuatro municipios de Sololá votaron nueve de cada diez personas. Entre ellos se encontraba San Pedro la Laguna, que con poco más del 8 por ciento de abstención, es el municipio más participativo del país. Una rareza incluso en Sololá. Una rareza dentro de una rareza.

San Pedro la Laguna no sólo es un lugar que casi ha erradicado el abstencionismo en un país abstencionista. También sucede que no se apega a las explicaciones más comunes para este fenómeno. Entre las causas más probables de una participación mayoritaria en las elecciones o en la sociedad, la  ciencia política propone en esencia dos: que la gente, descontenta, quiere un cambio (esta explica movimientos como el 15-M español); o que las instituciones democráticas, y sobre todo los partidos políticos, están muy legitimadas.

San Pedro puede padecer muchos problemas, pero el mayor conflicto que ha tenido en los últimos años, el que ha generado un mayor descontento, es la pugna entre los partidarios del reducir el consumo de drogas en el municipio, conocido también como San Pedro la Locura, y los de la parranda. La situación llevó al alcalde, entre los primeros, a prohibir que los lugares públicos permanecieran abiertos pasadas las once de la noche y se armaron rondas de patrullaje. El estallido de ese conflicto ya casi superado es posterior a su tradición participativa.

En San Pedro conviven hoy con bastante armonía una mayoría de tz’utujiles y una creciente cantidad de extranjeros que han decidido hacer del pueblo su residencia. Casi se puede decir que a la orilla del lago habitan los extranjeros y al subir más en las calles empinadas se encuentran los habitantes originales del municipio.

La legitimidad de los partidos tampoco explica mucho. Lejos de ser respetados, no significan casi nada. Llenos de tránsfugas infieles, nuevos partidos cobran fuerza cada cuatro años y rápidamente la pierden. El mismo alcalde que en las elecciones pasadas pertenecía al Partido Unionista (PU) en esta ocasión es el candidato de la Unidad Nacional de la Esperanza. El PU, después de gobernar, no tiene candidato, mientras Lider, Victoria, la Unión del Cambio Nacionalista y el Partido Patriota enarbolan unos propios.

La vieja resitencia

El pueblo es un pueblo muy político, pero probablemente aún ningún partido ha logrado encajarse con sus estructuras fundamentales: solamente se han sabido solapar, momentáneamente. Cuando se les pregunta, los habitantes de San Pedro coinciden todos en una explicación muy sencilla: en este lugar, la gente se toma muy en serio su pueblo. El sentimiento de tradición, pertenencia y defensa de lo propio, es muy fuerte. “Este es un pueblo”, dice uno, “en el que se respeta la voluntad colectiva”.

A solamente unos kilómetros de San Pedro, en el 2007, las elecciones fueron anuladas en el municipio de San Marcos la Laguna por disturbios. A los sampedranos, esto no les cabe en la cabeza, su pueblo es un lugar al que las elecciones no pueden desunir ni robarle paz.

Algunos encuentran respuestas más sofisticadas. Según José García, del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible, San Pedro la Laguna se divide en su apoyo y en la ecuación entran factores familiares, religiosos y también de historia política.

La vieja resistencia, señala José María Cox. José María Cox, hoy candidato a alcalde por el partido Lider, es abogado, agrónomo, profesor universitario y “sampedrano de verdad”, pero hace décadas, en tiempos del conflicto armado, pertenecía a la resistencia. El pueblo, San Pedro, se organizó para resistir a las acciones del Ejército en la región, cuenta Cox. La historia es similar en toda el área de Sololá. En la cabecera, por ejemplo, es uno de los pocos lugares del país donde la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) ha logrado mantener bases y gana con cierta frecuencia. Nos organizábamos para protegernos”,  dice Cox.

Esa cultura de organización se ha trasladado al día de hoy, y se ha ramificado.

No es sólo que los habitantes de San Pedro sean los que más votan, es que son más bien los que más participan de manera constante, también en los apacibles años que pasan entre campaña y campaña, en los asuntos de su comunidad.

Según cálculos de Cox nueve de cada diez habitantes pertenecen a alguna asociación. San Pedro, uno de los dieciocho municipios de Sololá, es un pueblo de calles estrechas y empinadas, cuyo medio de transporte más común son los tuc tucs. Con más de 120 unidades circulando en un municipio de aproximadamente 13,000 habitantes, forman ya parte de un paisaje privilegiado para el turismo.

Aquí los tuc tucs se mezclan con restaurantes de comida local y extranjera, artesanías e iglesias extravagantemente edificadas. En San Pedro, más de treinta organizaciones y asociaciones trabajan coordinadamente: de artesanos, de mujeres tejedoras, de agricultores, de jóvenes católicos, de jóvenes evangélicos, de dueños de restaurantes. “Hasta quienes manejan los tuc tucs del municipio tienen una asociación", dice el conductor de uno mientras se mueve por las calles imposibles del pueblo. Se asociaron, continúa, para coordinar precios, rutas y apoyarse entre ellos en caso de algún accidente. Y toman decisiones conjuntas incluso con sus colegas de los municipios vecinos.

Todo el mundo quiere participar en todo

En San Pedro la Laguna dicen que todo mundo quiere participar en todo. “Aquí todos están en algún grupo”, explica el sacerdote del municipio, Leandro Taj Taj, originario de Chimaltenango. “Aquí la gente no deja que alguien más le venga a decir qué hacer o cómo hacerlo, primero prefieren organizarse ellos. Hay mucha cultura de organizarse, de plantear proyectos en conjunto.”

El sacerdote detiene su explicación para ilustrarla con un ejemplo: aquí hay seis grupos juveniles organizados en un colectivo llamado Transformadores de Cambio. “La gente aquí es extrovertida, participativa, hasta fiestera se podría decir”, expresa Taj Taj, “definitivamente, es un pueblo que no se describe con una sola palabra”.

La sociedad civil se ha tejido en una densa red de contactos, de relaciones y de afinidades. Los lugareños coinciden en algo: las asociaciones y sus líderes pueden llegar a tener mucho poder. No hay una que no apoye a alguno de los cinco candidatos a alcalde. Nadie impone nada, pero la influencia de quienes dirigen estos grupos es profunda. Si el líder de una asociación apoya a un candidato, sus compañeros  tienden a apoyarlo. Si lo rechaza, tienden a rechazarlo.

Pese a que la organización tiene una raíz añeja, según Cox, la participación social y electoral creció en los últimos 15 años.

Lo confirma un documento de la Fundación Centroamericana de Desarrollo. Según el Comportamiento electoral municipal de Guatemala, en el 2003 el empadronamiento aumentó en San Pedro un 17 por ciento con respecto al registrado en 1999, y la participación electoral creció del 87 al 90 por ciento. Las ONGs, dice Cox, han estimulado la región y han contribuido a tejer vínculos sociales. La actividad ha sido febril. Con cincuenta y cinco proyectos de cooperación apoyados por agencias internacionales, Sololá es el departamento del país que más ayuda extranjera recibe. En San Pedro, como en otros municipios sololatecos, las mujeres han empezado a involucrarse en asociaciones según sus actividades productivas y han ganado influencia en su círculo social, dice Cox. “Hace 15 o 20 años, sólo los hombres votaban. Ahora las mujeres también lo hacen y tal vez hasta con más ganas”.

Pequeña muestra: en 2003, de las personas que votaron un 47.96 por ciento eran mujeres. En 2007, esa cifra se incrementó en un dos por ciento, alcanzando casi la paridad con los hombres. En 2003 había empadronados 2 mil 779 y 2 mil 523. En 2007 eran 3mil 179 y 3 mil 55 mujeres.

Pequeña muestra: en dos visitas a la subdelegación municipal del Tribunal Supremo Electoral, la mayoría de quienes hacían la fila para empadronarse eran mujeres.

El encargado de la sede indicó que, a un día de cerrarse el padrón, alrededor de un 70 por ciento de los habitantes había llegado a actualizar sus datos y una cifra similar a resolver dudas para tener sus documentos en orden.

Los habitantes de San Pedro se preparan para votar este año. En los anteriores, se dedicaron a participar en la vida de su municipio.

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