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“Digo absolutamente la verdad y Dios está de testigo”

Aunque no es posible ver su rostro, es evidente que Kaltschmitt está orgulloso de su trabajo en el área ixil.
Se le pregunta al testigo si el Estado tuvo algún convenio con la organización para la que trabajaba, da un giro casi imperceptible y responde: “Sí, en alguna parte de los recursos, se involucró, recuérdese que la política de todos los que estábamos allí, en ese momento, desde el escritor y antropólogo Stoll, era de ayuda y asistencia para terminar los conflictos de la guerra. Nos ayudaron con recursos, en la medida de lo posible, la secuela de la guerra había deprimido la economía”.
Alfred kaltschmitt, uno de los testigos propuestos por la defensa del general retirado Efraín Ríos Montt declara ante el tribunal.
Alfred kaltschmitt dijo que “el pecado de la guerra es que mucha gente se moría de hambre”.
Alfred kaltschmitt, decano de una facultad de comunicación, columnista y licenciado en periodismo, abandona la sala.
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“Digo absolutamente la verdad y Dios está de testigo”

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Alfred Kaltschmitt, periodista y decano de la universidad Panamericana, se presenta como testigo de la defensa. En el día número 18 del juicio por genocidio, hablará como el que fuera director ejecutivo de la Fundación de Ayuda al Pueblo Indígena (Fundapi). La defensa lo moverá a hablar del apoyo humanitario que daba el ejército a Fundapi y de las atrocidades subversivas. La acusación querrá que explique que en aquel campo de refugiados en el que trabajó se vivieron los horrores del genocidio. Quedan flotando en la sala otros temas que el mismo testigo ventila.

Dicen que la justicia es ciega, pero en la sala de vistas donde se celebra el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt y Mauricio Rodríguez Sánchez, la justicia también parece ser un poco sorda. La justicia sería sorda en esta sala marmoleada, de techos altísimos, si no es porque un complejo sistema de audio lleno de micrófonos y bocinas enmienda los errores acústicos de la construcción. Los abogados, testigos y peritos deben usar unos voluminosos audífonos para escuchar la voz de la jueza presidenta. Cuando el que declara no se acerca adecuadamente al micrófono, el público se queda sordo.

Una vez llega el testigo, o el perito, o el acusado al banquillo, sólo queda leer su cuerpo y confiar en que los micrófonos funcionarán. Entonces, el martes 16 de abril Alfred Antonio Kaltschmitt Luján a la audiencia, erguido, serio. Si no se conociera su hoja de vida, algunos podrían jurar que es experto en eso de declarar en los juicios por genocidio. El testigo tiene larga experiencia como periodista, como un sereno, conciliador, dialogador, informado, director de orquesta de su propio programa de televisión. Kaltschimtt es conocido por sus columnas en Prensa Libre, es conocido por su programa Este Oeste, que conducía hasta hace poco, es conocido como decano de la universidad Panamericana, pero es bastante menos conocido, hasta hoy, como el hombre que dirigió la Fundación de Ayuda al Pueblo Indígena (Fundapi), pocos meses después de que el acusado Ríos Montt fuera presidente.

El testigo propuesto por la defensa entra justo el día en que dos comunicados de prensa le regatean virtudes al proceso judicial. Kaltschmitt se encargará de refrescar su lectura en medio de la audiencia. El testigo utilizará a los firmantes como palmadas en la espalda a su propia declaración. Llega también cuando la velocidad vertiginosa que parece llevar el juicio disminuye drásticamente al estar el balón en cancha de la defensa.

Con seguridad, el periodista de 69 años nacido en Costa Rica afirma conocer a los acusados. “Públicamente, noticias y en relación interpersonal, aunque no de amistad”.

El hombre de las columnas y de la tele, el decano, explica su papel como director ejecutivo de la Fundación de Ayuda al Pueblo Indígena, y cómo estuvo presente en el área ixil “en forma consistente y repetitiva” y cómo aquellos “eran los tiempos álgidos de la guerra, había confrontación armada, carreteras tomadas, muchos de los viajes los tuvimos que hacer por aire, por la guerrilla subversiva. Sí, pude estar inmerso en una violencia desenfrenada”.

Kaltschmitt trabajó directamente en el campamento de refugiados Ak’ Tumbal (que él pronuncia Aj-tumbal), después de que el gobierno golpista de Efraín Ríos Montt decretara una amnistía, en junio de 1982. “(La amnistía era) para todo aquel que hubiese participado o estuviese participando en la guerrilla; llegaron familias inocentes, se presentaron a estos campamentos de desplazados o refugiados, en colaboración con otras organizaciones, les dábamos asistencia primaria de salud, comida, alojamiento, etcétera”.

El testigo sigue describiendo sus tareas en la zona: “después de un detenido estudio de los lugares de donde hubieran sido desplazados, iniciábamos una inspección en esos lugares, hacíamos un inventario de las necesidades, entre ellas la principal: agua. E implementábamos programas de infraestructura básica y posteriormente los reubicábamos o ayudábamos a reubicar en sus lugares de origen”.

 Kaltschmitt, el segundo en ser llamado este día luego del general Mauricio Illescas García, explica: “En todo el tiempo siempre hubo cooperación con todas las organizaciones de desarrollo, la política de Estado había cambiado de una confrontación y guerra, a una de perdón, de amnistía, de reconciliación y reubicación de la población ixil”. Asegura que en los campos de refugiados llegaron hasta 25 mil personas, también habla del plan de construcción de caminos a cambio de alimentos “comida por trabajo”. Cita como alguien que puede dar fe al general Roberto Mata Gálvez, quien fue nombrado como testigo por la defensa, pero que un día después de esta declaración se retiraría “porque es imposible localizarlo”.

Aunque no es posible ver su rostro, es evidente que Kaltschmitt está orgulloso de su trabajo en el área ixil: “Iniciamos con una relación directa con las víctimas, hacíamos perfil de la familia, detectábamos de qué aldeas eran y llegábamos a un acuerdo con ellas, y si estaban de acuerdo en trabajar juntos, hacer inversiones personales de trabajo, seguir instrucciones para poder sembrar, etcétera, adquiríamos tierra y las instalábamos con un enfoque de infraestructura básica permanente, asistencia, salud, educación, incluso hasta llegar a la exportación, que es lo mismo que están haciendo estas familias ahora, que están exportando a Londres y otros lugares…”.

El defensor pone en bandeja las preguntas para que Kaltschmitt describa Fundapi y su labor humanitaria: “La gente participaba con gusto, voluntariamente, agradecidos de que a la región llegara más que balas y violencia, muy alegres y satisfechos con una enorme ansia de rehacer sus vidas”. Cornejo, el defensor, insiste en que el testigo describa el apoyo que el ejército brindaba a los miles de refugiados que llegaban de las montañas.

Y por supuesto, también hay temas recurrentes que la acusación necesita ventilar en el juicio: las Patrullas de Autodefensa Civil, el posible reclutamiento de niños y mujeres en éstas, las masacres, los llamados por la acusación campos de concentración, probar que los planes Victoria, Firmeza y Sofía no son invenciones y que servían como hoja de ruta para los propósitos del Estado, demostrar que había una intención de exterminar al pueblo ixil.

Sobre los campos de refugiados, Kaltschmitt asegura: “Lograron traer la paz a esa región, decenas de miles de personas que estaban “ensaguchados”, por decirlo así, entre el ejército y la guerrilla llegaran a presentarse voluntariamente y pudieran recibir atención y reubicación posteriormente”.

¿Sobre el papel del Ejército? “Digo absolutamente la verdad y Dios está de testigo, siempre cooperaron, tenía que ir en helicóptero porque las carreteras estaban tomadas, terrible lo que pasó… en ese momento, mientras fui testigo, puedo declarar con toda honestidad ese fue el mejor momento del ejército… la historia se estaba arreglando para los ixiles… toda la población que estaba harta y ¡siguen hartos de la guerra!”

Kaltschmitt niega cualquier política de Estado dirigida a exterminar, que los campos de refugiados se consideraran campos de concentración “todos eran libres de entrar y salir cuando quisieran. No eran campos de concentración, es una patraña inventada saber por quién.”

“¿Por qué eran desplazados?”, pregunta el abogado. El testigo responde con la misma autoridad que transmite en la tele: “Básicamente por dos razones, o estaban involucrados activamente en la guerra, muchas familias integradas en las poblaciones de resistencia, siguiendo el patrón de Ho Chi Min vietnamita, que involucraba niños, mujeres, hombres, pudimos detectar que las personas tenían traumas de guerra por haber tenido que ir a combate. O por otro lado estaba una situación muy difícil: no podían sembrar porque les arrancaban las cosechas, ya fuera de un lado o de otro. O había tal hambre que los mismos ixiles se robaban unos. Ese es el gran pecado de la guerra porque morían muchos de hambre”.

Se le pregunta de dónde obtenían recursos y Kaltschmitt explica: “Donaciones internacionales, otra parte de guatemaltecos, cristianos guatemaltecos, interesados en ayudar, empresarios, los propios recursos del Estado, que tenían el programa PAAC…”. No se ahonda en el tema, no se ahonda en el financiamiento de Fundapi, como tampoco se ha ahondado demasiado en el financiamiento del Ejército y del Gobierno de Ríos Montt. No se excava tampoco en la vertiente religiosa pentecostal de aquellos tiempos.

Nadie cuestiona, en esta audiencia, quiénes, además del testigo, integraban la Fundapi. Pero, sala de vistas afuera, se sabe que el representante legal de la fundación era, según el registro de Guatecompras, Mario René Bolaños Duarte, quien fue electo diputado en 2004 por el Frente Republicano Guatemalteco (FRG), partido fundado por Efraín Ríos Montt. Bolaños luego se pasó a la UNE y de allí fue nombrado ministro de Salud. La Fundapi fue inscrita en el Registro Mercantil el 20 de septiembre de 1982, tres meses después de que Kaltschmitt llegara a Guatemala para trabajar en ella. Como afirma en el juicio, él llegó a Guatemala en junio, después de haber estado en Nicaragua, trabajando también para organizaciones de desarrollo. En junio también fue declarada la amnistía, con ésta, como explicó luego en su declaración, muchos pobladores ixiles descendieron de la montaña y se refugiaron en el campo Ak’ Tumbal.

Según Guatecompras en el 2006 la fundación no lucrativa se da de baja en la SAT, como afirmó Kaltschmitt. La dirección que registraba Fundapi sigue coincidiendo con el Hospital Cristiano de Guatemala en la 21 Calle 01-22 de la zona 12 de la capital.

Kaltschmitt asegura que cambiaron de nombre porque la guerrilla tenía una campaña en contra de la fundación. “La guerrilla decía que estaba metido con el imperialismo yanqui, me sacaban a cada rato como un barbudo, medio hippie, que estaba haciendo cosas de la CIA”. Y sigue explicando que los beneficios que traía la fundación al área “no son paja retórica o demagógica”. “Me siento profundamente afectado cuando veo la historia y cómo la historia se puede distorsionar, ¡pero aquí estoy yo para decir la verdad!”.

Se le pregunta al testigo si el Estado tuvo algún convenio con la organización para la que trabajaba, da un giro casi imperceptible y responde: “Sí, en alguna parte de los recursos, se involucró, recuérdese que la política de todos los que estábamos allí, en ese momento, desde el escritor y antropólogo Stoll, era de ayuda y asistencia para terminar los conflictos de la guerra. Nos ayudaron con recursos, en la medida de lo posible, la secuela de la guerra había deprimido la economía”.

Momento. ¿Por qué entra aquí David Stoll, en medio de la declaración? Es autor de Entre dos fuegos en los pueblos ixiles de Guatemala, en el que describe la región ixil en la década de los ochenta. El antropólogo escribió también Rigoberta Menchú y la historia de todos los guatemaltecos pobres en el que aireó inconsistencias en la biografía de la premio nobel, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia de Elisabeth Burgos, y cuya polémica fue aprovechada en Guatemala por quienes se opusieron públicamente a que se otorgara el Premio Nobel a la guatemalteca que acusaba internacionalmente al ejército. –Por cierto, Rigoberta Menchú es una de las más constantes visitantes del juicio, se sienta discreta, del lado derecho de la sala, detrás de las familias ixiles-.

Y, Stoll además es autor de ¿América Latina se vuelve protestante? en donde expone las relaciones de Fundapi con el gobierno presidido por el hombre que hoy se sienta al banquillo:

“Reforzados de esta manera, para julio de 1982 los tres grupos –la Iglesia del Verbo, la Clínica Behrhorst, y varios traductores del Instituto Lingüístico de Verano– organizaron la Fundación de Ayuda para el Pueblo Indígena (FUNDAPI). El personal de Behrhorst y los traductores del Instituto de Verano servirían como agentes de campo, mientras que la Iglesia del Verbo proporcionaría el personal en la capital y obtendría fondos en los Estados Unidos. Mucho se había hablado sobre cómo los evangélicos norteamericanos vendrían a la ayuda de su hermano Ríos Montt. Él mismo había dejado caer la cifra de un billón de dólares. A finales de julio, anunció que una rama de Gospel Outreach llamada Puente Internacional del Amor (International Love Lift) administraría las contribuciones de los Estados Unidos. En Guatemala, los nuevos oficiales de FUNDAPI se preparaban para recibir una avalancha de fondos.”

Es, también, el antropólogo Stoll quien etiqueta a Kaltschmitt como uno de los ancianos de Verbo, reconocidos como los consejeros de Ríos Montt. Stoll pone en entredicho el que los miembros de la iglesia que tanto apoyo darían al gobierno y a la ayuda humanitaria no supieran de las atrocidades por las que hoy se acusa a los dos generales. “Ocasionalmente, el presidente y sus consejeros parecían justificar la matanza de civiles”, dice Stoll, quien cita como fuente al mismo Kaltschmitt. Pero ya no se vuelve a mencionar en la audiencia ni a Stoll, ni a la iglesia Verbo, ni a cuestionarse una relación más estrecha entre el director ejecutivo de Fundapi y el Gobierno, salvo por una pregunta:

-¿Perteneció al Gobierno? -inquiere el abogado querellante.

-Negativo -contesta el testigo con expresión algo marcial.

-¿Se ha expresado a favor de los hoy sindicados? -pregunta el querellante.

-Negativo, lo que he hecho ha sido decir la verdad -contesta Kaltschmitt con un pie en la firmeza y otro en la arrogancia.

-¿En sus columnas ha manifestado que no ha habido genocidio?

-He manifestado que no ha habido genocidio, como también lo han manifestado Gustavo Porras, Eduardo Stein… -responde en referencia al comunicado del día.

Como se repetirá al día siguiente durante la declaración de Harris Whitbeck (quien mencionará a la clínica Behrhorst), en el que la acusación intenta probar la existencia y puesta en marcha del Plan Victoria 82, se cuestiona sobre los campamentos, las Patrullas de Autodefensa Civil y la presencia militar en los campos de refugiados.

-¿Sabía que los campamentos de refugiados son parte del plan Victoria 82?

-No estoy seguro de eso, pero sí puedo decirle que si formaban parte, estaban haciendo un papel extraordinariamente efectivo para darle primeros auxilios a gente muy necesitada.

-Sí, había militares en el campamento de Ak’ Tumbal, pero realizaban tareas logísticas, había un pequeño destacamento, también una pista área. “De las PAC, puedo recordar con certeza que en cuanto se integraron las patrullas toda el área se pacificó porque ellos sabían perfectamente quién era o no guerrillero… para mí fueron una de las organizaciones que más condujo a la pacificación del lugar, se sintieron seguros, dignos nuevamente, que podían cuidar su tierra”.

-¿Se utilizó la amnistía para concentrar a la población y exterminarla?

-Por supuesto que no, nunca jamás. Repita la palabra, ¡repita lo que me acaba de decir, señor!, para que todo el mundo lo escuche. Eso es una patraña, una mentira, hombre -se altera- ¡Dios está conmigo como testigo!

-¿Le constan las masacres del área ixil?

-No pude tener acceso a esa información. Tuve información de masacres que se dieron (por parte de la guerrilla), que ustedes no están mencionando, por ejemplo la de Atzul, tengo testigos de lo que pasó y la de Saqualtén… Anoten.

Ha pasado aproximadamente una hora. Ya preguntó la defensa, ya preguntaron los querellantes y, ahora, el Ministerio Público pregunta:

-¿Podría indicarnos en cuanto a lo que usted indicó, sobre el programa de fusiles y frijoles que posteriormente también fue “techo, tortillas y trabajo”, incluye un plan estratégico subversivo contenido en el plan de campaña Firmeza 83? -pregunta la auxiliar fiscal Hilda Pineda.

-Objeción. La pregunta es impertinente, el testigo no tiene por qué saber esos extremos -dice Cornejo, el defensor.

-Puede reformularla, sólo la primera parte, a lo que el testigo se refirió -dice la juez Barrios.

-¿Tiene conocimiento del plan “fusiles y frijoles” que constituye un plan estratégico subversivo…? -vuelve a preguntar la auxiliar fiscal.

-Un plan estratégico subversivo no podría ser, subversivo porque sería originario de los subversivos. Era de los militares -corrige el decano.

-¿Tiene conocimiento, si consta en el plan de campaña Firmeza tal extremo…?- repite el MP.

-En ningún momento el testigo ha mencionado este extremo -dice Cornejo.

-Como él no lo ha indicado que sea él el que conteste -dice la jueza.

-Ahora no sé qué contestar, repita la pregunta nuevamente.

Ya antes le había dicho a la misma fiscal, con tono autoritario, mucho más exaltado que el que suele tener en su programa, que su pregunta estaba “enredadísima”.

-Le pregunto: ¿tiene conocimiento del plan estratégico subversivo…?

-Un plan estratégico ¡antisubversivo!, porque no puede ser subversivo ese plan, hay una contradicción de forma -insiste Kaltschmitt.

-¿Tiene conocimiento?

-Pues del subversivo, no. Del otro sí. Del verdadero, sí.

La fiscal no pregunta más.

Y efectivamente, en el Plan de Campaña Firmeza 83, el verdadero, en un anexo, dentro de los objetivos se lee: “Continuar apoyando y hacer más eficaz y extensivo territorialmente el programa de alimentos por trabajo, para impulsar proyectos en beneficio de los núcleos poblacionales que necesitan mejorar sus condiciones de vida (Política de Fusiles y Frijoles).” También, el plan Firmeza menciona al Frente guerrillero Ho Chi Min “este frente que se encuentra en el departamento de El Quiché, se encuentra organizado por el enemigo en las regiones Vietnam y Angola”. Entre los objetivos de Firmeza 83, el plan antisubversivo, se lee “El Departamento de Información y Divulgación del Ejército será responsable de las operaciones psicológicas ejecutadas en campos de refugiados, desplazados y prisioneros de guerra… Orientar a la población a organizarse en unidades de Auto Defensa pasiva o Armada… Acciones de la Defensa Civil en contra de los subversivos… Recolección, manejo y control para grupos de desplazados… Control y supervisión de obras de desarrollo comunitario que se llevan a cabo en su área de responsabilidad, ´por entidades gubernamentales y no gubernamentales”.

Pero ya no se habla de los hechos. Ahora la fiscal pregunta a Kaltschmitt sobre su opinión, como se intentará hacer al día siguiente cuando también declare Gustavo Porras. Se cuestiona al testigo si él escribió en su columna, el 19 de marzo de este año, que “este juicio es una conspiración ideológica, este juicio sin justicia es una conspiración ideológica”.

Kaltschmitt responde: “Para no involucrar la imparcialidad de este juicio aún más, o de la parcialidad, sería bueno que leyeran lo que Eddi (Eduardo) Stein y Gustavo Porras escribieron hoy”.

Pero finalmente responde: “Sí, yo la escribí”.

No hay más preguntas. Se cierra la sesión.

Hoy, martes, no hay más declaraciones. La jueza insiste  en que la defensa presente pronto a sus testigos, pone el pie en el acelerador.

Por un momento todo queda en silencio.

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