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A las 5 de la tarde, doña Gregoria va a preparar la cena. Maíz molido y agua en una cubeta, es lo que le alcanza a llevar en ambos brazos. Sube y baja una montaña, cruza un río. Repite. A unos 500 metros aproximadamente, se encuentra el molino.

Desde Portillo, el acceso al agua quedó estancado

"Las familias sin acceso al agua compran un garrafón que cuesta cerca de dos dólares. Eso, transformado a metro cúbico... convierte en 100 dólares.Más caro que comprar un barril de petróleo...".
"...en los próximos 60 años lloverá de 15% a 30% menos que hoy..."
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Desde Portillo, el acceso al agua quedó estancado

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• Comprar una paja de agua de garrafón en garrafón puede costarle a una familia 100 dólares. Es decir, 28 dólares más de lo que cuesta un barril de petróleo.
• El acceso a fuentes de agua cercanas al hogar por tuberías y chorros, no ha aumentado desde el gobierno de Alfonso Portillo.
• La conectividad a la red de drenajes creció del 16% al 44% de 1994 al 2000, pero se estancó en el Gobierno de Alvaro Colom.
• Los departamentos del Corredor Seco son los que registran tener menos acceso a la red de drenajes.
• En 2080, podría llover de 15% a 18% menos de lo que llueve hoy.

Ambientalistas refieren que el escaso acceso al recurso se debe al abandono del Estado, pero también resulta en un rentable negocio para empresas embotelladoras y comercializadoras de agua.

Desde el Gobierno de Alfonso Portillo, el porcentaje de acceso a fuentes públicas de agua y el saneamiento de las viviendas quedó estancado, esta según datos del Censo Poblacional 2018 y la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) de 2014. Esto decir que, a pesar de que ahora hay 3 millones más de personas, en proporción, los guatemaltecos tienen el mismo acceso al agua que hace 18 años.

El porcentaje de población con acceso al agua no ha rebasado el 70% desde el año 2000 hasta el año pasado -cuando se realizó el Censo-, lo cual implica que el problema ha sido heredado y descuidado a lo largo de seis gobiernos.

En cuanto al saneamiento, es decir, mejoras a los servicios sanitarios, acceso a inodoros y similares, ha mejorado levemente. Según datos del Censo de 1994, para entonces había ocho millones de guatemaltecos y solo el 40 % de ellos tenía acceso a servicios sanitarios en sus hogares. Desde entonces y hasta la fecha, el acceso creció solo 18 %.

A lo anterior se suman otras cifras que reflejan lo estancado que se encuentra el acceso al agua.  De acuerdo al Censo 2018, un 41% de población todavía no tiene agua entubada en casa, pero sí puede acceder a ella por tuberías externas o chorros de uso público. En uno de cada tres hogares aún utilizan letrinas pues no están conectados a la red de drenajes. Guatemala es el noveno lugar de los 14 países más desiguales de Latinoamérica.

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Si bien los datos reflejan un avance en el acceso al agua casi nulo, hay zonas que lo padecen más. Baja Verapaz, Zacapa, Chiquimula, Jutiapa y Jalapa tienen en común dos cosas. La primera, son los primeros cinco departamentos con menor acceso a servicios de saneamiento y la segunda, todos integran el Corredor Seco

Según el informe de Entre el Suelo y el Cielo, de Oxfam y London School of Economics, al menos siete veces más hogares del área urbana cuentan con saneamiento básico frente al área rural y la carencia de drenajes está todavía más extendida que la falta de acceso al agua. 

El lucro de la escasez

En las áreas urbanas, hay zonas que pagan 150 a 200 quetzales al mes por el agua, otros tienen acceso por los pozos. Quienes no pueden pagarlo deben conformarse a la racionalización del recurso por horarios que las municipalidades imponen, cuenta Zuleth Muñoz, defensora socioambiental de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH).

Durante seis gobiernos el acceso al agua ha sido un tema escasamente abordado, tanto en las zonas urbanas como rurales.

La Ciudad de Guatemala, Chinautla, zona 18, zona 13, zona 1, Santa Elena Barillas, Villa Canales son los lugares en los que más denuncian ante la PDH la escasez y el fraccionamiento del suministro del agua. «Los vecinos la tienen solo por algunas horas y solo dos días a la semana», señala la defensora.

Cuando no hay agua, una alternativa es comprarla, poco más de 1% de la población lo hace, pero quienes lo hacen pagan mucho por ello. 

Las familias sin acceso al agua compran un garrafón  que cuesta cerca de dos dólares. Eso, transformado a metro cúbico, equivalente a la paja de agua que consumen en zonas urbanas, se convierten en 100 dólares. “Más caro que comprar un barril de petróleo que cuesta 72 dólares”, dice Andreas Lehnhof, director de director regional de la Fundación Mundial para la Vida Salvaje (WWF, por sus siglas en inglés)

“A las empresas distribuidoras y a las embotelladoras les interesa que la gente no la tenga, se crea una dependencia, un nicho de oportunidad. En San Antonio Las Flores, aldea de Chinautla a 15 kms de la capital, hay carros vendiendo el agua aprovechando que las casas de ahí no tienen”, dice Gerardo Paiz, ambientalista Colectivo Madre Selva.

Lo anterior no quiere decir que en Guatemala no haya agua. “El agua participa en el 70% de las actividades que conforman el Producto Interno Bruto (PIB). La utilizada en riego sirve como insumo para el 18 % del total de las exportaciones”, refiere el Primer Reporte de Evaluación del Conocimiento sobre Cambio Climático en Guatemala, del Sistema Guatemalteco de Ciencias del Cambio Climático (SGCCC).

Los vacíos del Censo

Paiz y Jaime Luis Carrera, experto del Instituto de Investigación y Proyección sobre Ambiente Natural y Sociedad (Iarna) de la Universidad Rafael Landívar, coinciden en un hecho: el Censo no da suficientes datos sobre las condiciones y el tratamiento que se da el agua que los guatemaltecos consumen.

El Censo explica cuántas personas hay y qué fuentes de agua utilizan, pero no hay información acerca de la calidad del recurso, y tampoco se sabe cuántas familias atraviesan dificultades para conseguirla.

El acceso a servicios sanitarios y drenajes ha aumentado, aunque existen departamentos en los que solo uno de cada cinco tienen estos servicios en su hogar.

“Para que la información del Censo dé una panorámica del agua debe responder si es suficiente, si tienen conexión, con qué regularidad llega, qué calidad tiene, si tiene olor y color, si es accesible y  asequible. No debería de superar el valor del 3% de los ingresos del hogar”, dice Carrera.

Paiz añade que con la información recolectada en el último censo no se puede analizar las implicaciones de las muchas formas de la distribución del agua, tampoco si el país tiene la capacidad de abastecer a todos.

El Iarna ha levantado datos de la calidad del agua en el Occidente y el Norte del país y Carrera afirma que han comprobado que más del 90% del agua está contaminada, sobre todo con heces fecales. En 2017, el Ministerio de Salud registró 139,121 casos por enfermedades transmitidas por agua y alimentos. En 2018, bajó a 101,740 casos. Los más afectados fueron niños y niñas de 1 a 4 años.

“Hay exclusión y discriminación en el uso del agua porque no está accesible en las mismas condiciones y misma periodicidad para todos”, indica la defensora de PDH. Añade que las municipalidades han incumplido con su obligación de proporcionar esa agua.

Menos lluvias, menos agua disponible

La disponibilidad del agua también está en riesgo por la elevación de la temperatura. Carrera estima que en los próximos 60 años lloverá de 15% a 30% menos que hoy. Y las reservas subterráneas naturales también peligran por su constante explotación.

Guatemala atraviesa un punto medio de vulnerabilidad en la accesibilidad al agua, específicamente en el acceso a las aguas subterráneas, ante los cambios en el clima. Pero para 2050, se espera que alcance un punto alto. No será hasta 2070 que llegue a su pico máximo.

“En el marco de los escenarios de cambio climático es bastante probable que se tengan cambios negativos en la calidad y cantidad del agua, aumento de inundaciones y que se afecten diversos medios de vida. También habrá pérdida de humedad en el suelo, lo cual afectará la productividad de los cultivos y hará aumentar la inseguridad alimentaria”,  refiere el reporte del Sistema Guatemalteco de Ciencias del Cambio Climático. Los sectores de agricultura, infraestructura y diversidad biológica serán los más afectados. 

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