«Del pánico al ataque»: siete décadas después

Pánico es un miedo excesivo a algo, un miedo tan grande que nos inmoviliza y neutraliza ante lo que nos produce el temor. Las décadas de represión y violencia que vivió el país crearon pánico en todos los estratos sociales y le causaron inmovilidad política a la población.
Cuando la población se queda inmóvil, un pequeño grupo de personas hacen del Gobierno su medio de vida: construyen un sistema a su servicio, restringen el acceso a los espacios de toma de decisión y ponen nuestros impuestos al servicio de sus intereses.
Cuando las movilizaciones del 2015 estallaron en Guatemala, todos deseábamos hacer los cambios profundos que nuestro país necesitaba. Ahora, a un año y medio de la primera movilización, debemos comprender que el Gobierno está tomado por estructuras organizadas que pelearán con todo lo que tengan a su alcance para mantener el control de las instituciones.
Las movilizaciones del 2015 nos mostraron que como sociedad coincidimos en la necesidad de cambios. Y protestar en masa nos permitió romper el pánico. Pero, si en verdad queremos recuperar el control de nuestras instituciones y promover cambios verdaderos y sostenibles, debemos organizarnos y participar.
No será una tarea fácil, en las zonas urbanas no tenemos costumbre ni conocimiento de modelos organizativos que nos permitan dialogar y construir algo para todos. Y a las comunidades donde existen modelos ancestrales de organización que han demostrado efectividad se las rechaza.
Que cada quien trabaje desde su propio espacio: comunidades, universidades, asociaciones, empresas. Y no tengamos miedo de dialogar y articular esfuerzos alrededor de causas concretas que nos aglutinen. La única manera de cambiar las cosas de manera sostenible es modificando nuestro accionar cotidiano. Como nos enseñó Manuel Galich, pasemos del pánico al ataque y construyamos un país mejor.