Si bien lo anterior muestra un mayor crecimiento en las investigaciones sobre élites en la región, el trabajo de Alejandra Colom (2021) abre las puertas a un tema poco o nada explorado: los mecanismos y estrategias que han utilizado para acallar a sus pares, a medios y periodistas y a personas investigadoras.

Miedo e impunidad

Un reconocido conferencista en Guatemala, James A. Robinson y su colega Daron Acemoglu han destacado en muchos de sus trabajos académicos que una de las principales explicaciones para el atraso y los problemas que definen nuestras sociedades centroamericanas está determinado por la trayectoria histórica de lo que ellos llaman el “poder político de facto”.

Este poder emerge de las capacidades de acción colectiva de las élites de usar recursos como las coimas, la fuerza, la intimidación, la represión o el lobby político. En el caso guatemalteco, los autores destacan en su último libro The Narrow Corridor cómo la represión y el amedretamiento se han utilizado desde la colonia como mecanismos de disciplina y control de cualquier (supuesta) amenaza al statu quo.

En el libro de Alejandra Colom los hechos políticos ocurridos entre 2015 y 2017 marcan un cambio y un fraccionamiento en el statu quo y entre las élites económicas guatemaltecas, pero no así de las prácticas y la cultura de represión en la finca.

Un notable hallazgo del trabajo de Colom está en documentar y problematizar entre las víctimas a otros miembros de la propia elite económica guatemalteca. Dada la poca circulación de élites (homoploutia) y las relaciones familiares que se tejen en las altas esferas del poder guatemalteco, la represión esta vez llegó también a los dueños de la finca.

Que la censura salpique también a un sector de la élite pone de nuevo a debate el tema de la cohesión y de la cultura política de las élites guatemaltecas.

En su trabajo sobre los acuerdos de paz, la profesora Angelika Rettberg (2007) daba cuenta que una de las posibles explicaciones a lo limitados avances en la ejecución de los acuerdos de paz en Guatemala tenía que ver con disputas inter-élites. Por un lado, unas élites tradicionales con una tradición poco democrática (iliberal) y por otro lado, una fracción de élites jóvenes vinculadas menos a la tierra y más a los mercados internacionales, pero con poca influencia y poca hegemonía. Estas disputas entre élites de línea dura y élites modernizadas siguen hoy, como documenta Colom, marcando el devenir de la política guatemalteca. El apoyo a la CICIG, como en su momento el apoyo a la implementación de los acuerdos de Paz de 1996, sirvió para radicalizar y empoderar de nuevo al ala radical de las élites tradicionales.

Por otro lado, cada vez con mayor frecuencia periodistas, líderes sociales, academia, funcionarios públicos y ciudadanía en general se enfrentan en Centroamérica a múltiples formas de amedrentamiento legal, social y mediático por parte de las élites económicas.

Amparados en sus bufetes de abogados, y sus recursos económicos para contratar troll centers, así como en su control y acceso desproporcionado a los medios de comunicación, las élites económicas centroamericanas han tejido a lo largo de la región una red de protección y disciplinamiento social.

Del trabajo de Colom y de la experiencia propia, así se definen estos mecanismos:

• Amedrentamiento jurídico: frente a la debilidad de los sistemas judiciales regionales y su vulnerabilidad a la injerencia de los poderosos, es cada vez más común que las élites busquen amedrentar jurídicamente a quien critica o denuncia. Sus incomparables recursos económicos favorecen que puedan contratar prestigiosos bufetes de abogados para querellarse contra el periodismo, la ciudadanía y la academia.


• Redes sociales y y trols: frente al ejercicio del debate público en redes sociales, la experiencia regional demuestra un mayor y más frecuente uso de troll centers para intimidar, censurar y expulsar de las redes sociales a voces disidentes. Se trata del uso sistemático de cuentas (falsas o reales) para atacar, manipular o acosar a personas. El acoso incluye la manipulación de contenidos y la publicación de información sensible de las personas (lugar de residencia, información sobre familiares, teléfonos, etc.).


Avelino Chub, líder campesino Q'eqchi', sonríe, detrás de las rejas de la carceleta, en la torre de tribunales, después de haber escuchado la sentencia absolutoria, en abril 2019. Transcurrió 812 días de cárcel antes de ser declarado inocente. Simone Dalmasso
• Campañas de relaciones públicas: las élites usan comunicados, visitas a los medios, organizan eventos y producen videos para dar cuenta de sus visiones mundo (Fuchs, 2007). También tanques de pensamiento cercanos le proveen a medios y periodistas de documentos, reportes y fuentes para sus reportajes y entrevistas. Tanto élites, como sus representantes (abogados, comentaristas) tienden a recibir mayor atención mediática debido a la percepción de que estas son personas más preparadas. Esto aumenta su potencial político y su legitimidad social frente la crítica.


• Acoso mediático: el abaratamiento de las tecnologías ha favorecido que en la región emerjan nuevos medios digitales. Muchos han nacido con la clara intención de posicionar en el debate público los intereses particulares de actores económicos y políticos particulares. Aunado a esto, las élites económicas son parte de los mayores financistas de los medios tradicionales. Así las cosas, la captura de medios ha favorecido campañas de desprestigio personal y encuadres sesgados que han limitado las voces disidentes y sobre todo favorecido el escarnio social.


• Violencia física: mediante la fuerza física, la violencia o la intimidación las élites buscan provocar un estado de conmoción en las personas y la ciudadanía en general. Estas estrategias son efectivas en el tanto reducen la rendición de cuentas y permiten la emergencia de fines no democráticos. En la región, la debilidad institucional y la impunidad les ha garantizado a las élites y al crimen organizado incentivos para usar estas como un mecanismo efectivo de disciplinamiento social y censura.

Poner el Cuerpo

Parafraseando a Barbara Sutton, la resistencia política y el cambio social implican poner el cuerpo. La historia de América Central da cuenta de múltiples formas de resistencia frente al poder en las que el cuerpo ha sido escudo, bandera y víctima. Frente al desigual acceso al poder político, recursos económicos y medios de comunicación, la narración de Alejandra Colom da cuenta de que una vez más el cuerpo de las personas es la última línea roja de las élites centroamericanas. Se trata del cuerpo de periodistas, académicos, ambientalistas, líderes sociales, pero también, y en este caso particular, de familiares.

Una de las herencias de la guerra fría que aún perdura en el ideario de las élites centroamericanas, es el anti comunismo (Bull, 2014). En esta visión, el «anticomunismo» no nace de la lectura de proyectos políticos específicos o de la economía política, sino más bien, de una visión definida por el paradigma del enemigo interno, el «comunista». A pesar de que en las últimas décadas ese «comunista» ha sido vinculado a Cuba y al chavismo venezolano, el uso y asociación del concepto comunista por parte de las élites centroamericanas está ligado a deslegitimar, violentar y amendentrar a personas, como lo documenta en su libro Alejandra Colom.

En la visión de privilegio de las élites son comunistas las Naciones Unidas, la embajada de los EE.UU., los socios empresariales y también algunos familiares. Teniendo en cuenta la trayectoria histórica y la cultura política de las élites, el uso del concepto “comunista” es un acto de violencia social, física, mediática y política con el fin último de disciplinar y silenciar a las personas y sus cuerpos.

¿Qué sigue?

Hoy América Central vive uno de los momentos más oscuros desde la firma de los acuerdos de paz. Sin embargo, el texto de Alejandra Colom permite dilucidar algunos temas que, en el mediano o largo plazo podrían modificar las condiciones que reproducen la desigualdad y la exclusión social en la región.

En primer lugar, se destaca que uno de los catalizadores de los eventos políticos del periodo 2015-2017 fueron las elecciones en EE.UU. Para bien o para mal, el fortalecimiento institucional y la lucha contra la corrupción pasa por la política de los EE.UU. hacia la región. La salida de la Cicig y el debilitamiento institucional en Guatemala, el avance del autoritarismo en El Salvador y Nicaragua y la captura de la política por parte del narco en Honduras serán algunas de las herencias de la administración Trump en la región. Los EE.UU. no son solamente el principal mercado regional o la mayor fuente de las remesas regionales, son un ideario social, cultural y político, pero también un catalizador de rendición de cuentas para buena parte de las élites regionales. En este sentido, el cambio en la política exterior de Biden hacia la región en materia de corrupción podría dar un respiro a las debilitadas instituciones regionales.

En segundo lugar, el acceso y la voz que da la autora a parte de la élite guatemalteca permite prever qué lecturas hacen y qué espacios de confluencia existen con otros sectores sociales. También permite prever las resistencias de las élites más conservadoras y pensar en posibles estrategias para pactos sociales amplios.

Para concluir, quiero destacar que ante un ambiente creciente de hostilidad hacia las ciencias sociales en la región, el trabajo de las personas que, como Alejandra Colom, buscan entender cómo funciona el poder dentro de las cúpulas y qué consecuencias sociales tiene, requiere de los apoyos institucionales para que la censura y la violencia no terminen marcando de silencio a la región.

Francisco Robles es especialista en élites empresariales de la Universidad de Costa Rica.

Referencias:

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