No diré más sobre el señor Josephson. Ustedes pueden conocerlo en su sitio de internet, así como leer algunas de sus frases famosas aquí o conocer los seis pilares del carácter aquí.
Hay una cita de él que recuerdo a medias. Decía más o menos que la fuerza o la pasión por nuestra creencia en algo no la hace más ni menos verdadera.
También decía que ninguna persona inteligente y con carácter puede creer que quienes piensan distinto a ella son idiotas o merecedoras de todo lo malo que les pase.
El recuerdo de los anteriores conceptos se encontró frente a frente con el dilema del bloqueo de calles como medio de protesta.
En principio, a nadie le gusta quedarse atorado en el tráfico, que es una de las causas más comunes de violencia en las calles, nos puede arruinar el día, sacar lo peor de nosotros.
Hay quienes están convencidos de que es un medio lícito de lucha. Otros dicen que es una violación al derecho de locomoción. Las posiciones van de la glorificación a la criminalización. En las discusiones, los argumentos son legales, económicos, políticos y de derechos. Intentemos movernos (con la imaginación nada más y por un ratito —no se asuste—) hacia una perspectiva ética o, como también diría el señor Josephson, de integridad de carácter.
Si somos íntegros, nuestras posiciones, actos y argumentos serán sólidos. No importa de qué lado del debate estemos.
Si pienso que un bloqueo viola mi derecho de locomoción, entonces debo ser de los que no ocupan la zona peatonal en los semáforos o se adelantan en la fila de tráfico para intentar meterse hasta adelante solicitando una cortesía que no fueron capaces de demostrar cuando simularon ir en otra dirección. Si pienso que un bloqueo viola derechos económicos, debo ser una persona que paga lo justo y legal a la empleada doméstica, que no miente al comprar su boleto de ornato, que no se roba el IVA, que no pide a sus clientes donaciones para causas nobles para luego entregarlas como propias y encima deducirlas de impuestos. Es decir, alguien que respeta los derechos de los demás, que no rompe la ley por conveniencia y que no acepta que sus actos causen perjuicio económico a otros. De ser así, mi oposición a las tomas de calles y carreteras tiene una fuerza enorme y merece ser escuchada.
Hay que agregar que no seré parte de quienes se adueñan de calles para pasear a mis santos, para entrar al estadio, para ir al culto, para disfrutar un concierto. No, yo no deberé ser capaz de nada de eso porque demuestro todos los días que no hay excusa que valga para limitar o entorpecer el derecho de locomoción de los demás.
Si usted piensa que está justificado lanzar el vehículo, la policía o el contenido de una tolva a quienes violan el derecho de locomoción, entonces usted debería ser de las personas que encuentran justificado que le prendan fuego a su anda obstructora del tráfico, que le destruyan los vidrios del auto y le lancen ácido cuando se quede estacionado sobre la franja peatonal o que le destruyan la casa porque hace trabajar más de ocho horas diarias a la empleada doméstica o no le paga el salario mínimo.
Por otra parte, si usted piensa que la fuerza de sus razones le da derecho a tomar una calle o carretera, usted debería tener agotadas todas las vías de solución existentes antes de llegar a ese punto. Debería estar en primera fila, no de organizador ambulante, así como asegurarse de que no arriesga ninguna vida y de que las personas que lo acompañan conocen perfectamente los riesgos y, por lo tanto, no son niños ni adolescentes. Debe asegurarse de que no viola el derecho a la vida de cualquiera que está atorado en el piquete y, sobre todo, debe conocer la diferencia entre lo que es bueno y lo que le conviene. Entonces su posición será fuerte.
Ambos bandos deberían intentar ponerse en los zapatos del otro y no arrollarlo con la fuerza de su verdad o convicción. Recordemos que la única razón para llegar a tales cosas es que no nos escuchamos, no hacemos lo posible por entendernos y respetarnos y pensamos equivocadamente que nuestras distintas formas de violencia son instrumentos de la paz y la justicia. La lucha debe ser por alcanzar la coherencia a través de la ética y el carácter. Eso permitirá que dos bandos legítimos y antagónicos se sienten a dialogar y encontrar soluciones a sus diferencias. Lo demás es hipocresía y doble moral.
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