Hoy, los Zetas no son un leal grupo de 20. Son, en la jerga del narco, las plebes bravas, amigos de los pobres, enemigos de los ricos. Familia, hermandad, un cartel independiente.
El mundo del narcotráfico mexicano ha visto una ampliación de las familias que participan en la producción y distribución de narcóticos. Propiamente, no puede hablarse de familias al estilo siciliano. Sin embargo, en efecto, nos referimos a estructuras sólidas, con liderazgos reconocidos, jerarquías, identidad de grupo, cohesión grupal y sentimiento de territorialidad. El área geográfica del sudeste mexicano y toda la frontera sur es un territorio que pertenece en su mayoría al cartel de los Zetas. Dos hechos concretos alertaron al Estado guatemalteco de la presencia de otro tipo de narcotraficante en el país. En 2008 y 2009, dos matanzas en territorio guatemalteco donde, según los testigos, grupos de mexicanos y guatemaltecos se enfrentaron a tiros. Sin embargo, resultó que el grupo mexicano salió victorioso: el arsenal, la disciplina táctica, la forma de atacar, el efecto sorpresa y asegurarse de cargar los cuerpos de los camaradas caídos a territorio mexicano, además de un hospital portátil, daban cuenta de una infraestructura mayor a la de los grupos de narcotraficantes locales. Guatemala enfrenta un recrudecimiento de la violencia debido a un take-over que las estructuras criminales mexicanas hacen de las organizaciones criminales guatemaltecas, inferiores en arsenal, personal y contactos internacionales.
El deseo de Estados Unidos por extraditar a los peces gordos en México, simplemente sirvió para que la generación de narcotraficantes más conservadores fuesen reemplazados por una generación más violenta. Además, fragmentó las organizaciones al punto en que hoy no hay control de un cartel sobre toda su gente. No hubo una política de seguimiento acompañada de un ataque sistemático a la capacidad de financiamiento de estas organizaciones. En Guatemala está sucediendo lo mismo: con Juan Ortiz, Waldemar Lorenzana, Juan León, Turcios y Ponce fuera del panorama, el camino queda allanado para que los Zetas se apropien del territorio. En Guatemala, entonces, se debilitan los clanes históricos que habían aprendido a convivir con los grupos empresariales, población y gobiernos de turno. Los Zetas aprovechan la coyuntura. Los constantes ingresos al territorio y la facilidad con la cual pueden repoblar un territorio (Alta Verapaz) les demuestran que no hay seriedad en la política de seguridad. Sistémicamente, elinput enviado se traduce en una cart blanc. El futuro del país es, en efecto, transformarse en un Tamaulipas: narcofosas, atentados con bombas contra delegaciones de policía, asesinato de políticos locales a nivel micro, secuestro de buses de pasajeros, desplazamiento poblacional, secuestro de las carreteras del país por comando armados.
Lo presenciado el anterior domingo en el norteño departamento de Petén reduce todas las dudas. Los dados están tirados sobre el tablero. La Maña está en Guatemala y si bien, por ahora, el liderazgo es mexicano y el elemento raso es local, ha sabido hacerse escuchar. Nótese que tal efecto mediático es producto de la vendetta de los Zetas contra un narcotraficante local. ¿Cómo será la situación el día que decidan enemistarse en contra del Estado?
Tómese en cuenta que la extensión territorial de Guatemala y su aparataje de seguridad es similar (incluso mucho menor) a la de varios Estados de la República Federal Mexicana. Los Zetas han sido capaces de apoderarse de Estados completos en el contexto de México. Actualmente, disputan tres frentes: 1) La ruta Mazatlán-Sinaloa (por ello los hechos de secuestros de migrantes y autobuses en San Fernando); 2) El triángulo dorado de la droga: Durango, Sinaloa, Chihuahua (por ello la nota sobre las narcofosas en Durango con más de 200 cuerpos) y 3) la frontera sur. Desde el 2008 hay síntomas muy claros del intento del cartel de los Zetas por apoderarse del mercado guatemalteco. Guatemala se encuentra en la llamada ruta del centro de la droga, la cual se origina en Sinaloa. Guatemala es un paso clave, donde tradicionalmente el mercado pertenecía a los grupos en alianza con el cartel de Sinaloa, que a su vez, es acérrimo rival de los Zetas.
La violencia de los Zetas es noticia en todo lugar. Aquí, en Mazatlán, Sinaloa, donde me encuentro, los ciudadanos, acostumbrados a convivir a diario con el crimen organizado desde hace más de seis décadas, reconocen que, al menos, los mañosos sinaloenses nunca han sido tan animales. Otro narcocorrido prohibido, dedicado a los Zetas, dice así: “Si el diablo se mete, se la cortamos” (la cabeza, asumo…). Asesinar a 29 jornaleros es un gesto que demuestra el desprecio contra la propiedad y la persona de quien haya sido el destinatario de este ataque: un caso clásico de vendetta personal de la mafia que hizo temblar a un país entero.
Solo existe una confrontación directa entre el narcotráfico y el Estado: cuando el narcotráfico comienza a crecer en un país y desafía al Estado. En el lenguaje de la teoría sistémica, la pregunta sería: ¿qué tanto estrés puede generar el Estado de Guatemala sobre la filial de los Zetas que opera en Petén? Por ahora, ha generado más estrés esta última. En el lenguaje de la política de seguridad, la pregunta es: ¿está preparado el Estado para ejecutar medidas reactivas ante una posible mexicanización real de la violencia? En el lenguaje de la calle, simplemente, la pregunta es: ¿qué no son capaces hacernos?
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