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Welcome, Berlusconismo!

Entre los grupos de sociedad civil que monitorean la cuestión migratoria, Obama tiene el mote de Deporter in Chief.
¿Será Trump un Nixon que hará “alfombras de bombas”? ¿Será un Reagan para realizar operaciones directas y remover regímenes no “amables”?
Donald Trump en un acto de campaña en Arizona
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Welcome, Berlusconismo!

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Las elecciones de anoche daban miedo. Yo creía que el termor era por que ganara la ex-secretaria de Estado que destrozó Libia, y que aprobó la ejecución extra-judicial de Bin-Laden (violando espacio aéreo soberano Pakistaní) y que además preguntó cómo se podía aniquilar a Assange. Era, en realidad, una elección de juego suma cero. Ninguno de los candidatos ofrecía algo sustancialmente apetecible. La única diferencia es que ante lo caótico de su discurso de campaña, Donald Trump es muy difícil de predecir.

Cuando se postuló Trump, nadie le dio importancia. “Lo hace porque no tiene nada mejor que hacer pero no durará más que unas semanas´.

Cuando la elección primaria empezó, nadie lo consideró capaz. "Lo van a desplazar los candidatos que representan a la élite política del partido republicano porque en EEUU se vota por la experiencia de gestión pública".

Y resulta que, ganó la elección primaria.
Y por un margen brutal nunca antes visto de 17 millones de votantes.

Cuando se estaba a las puertas de la nominación, se pensó que el partido lo excluiría y que habría una convención rota.
Pero no.

Y, con la elección general, se creía que los demócratas tenían la elección asegurada porque la narrativa dice que nadie gana la presidencia sin el voto hispano.
Trump merece el reconocimiento de haber ganado en contra de toda proyección e incluso con un partido fragmentado.

El resultado de anoche (un país, las dos cámaras y el ejecutivo pintado de rojo) no se había visto en EEUU desde 1929. Y con ese poder, un presidente republicano podría anular todo aquello que fue producto de acción ejecutiva del presidente anterior.

Lo paradójico no solamente es que Trump gana, sino la forma en que lo hace. Este resultado electoral tiene una legitimidad brutal porque quien ganó lo hace con el voto popular, con el voto electoral, y con el control de las dos cámaras.

¿Es esto algo típico del discurso de un outsider ? En efecto. Le hace bypass a las consideraciones discursivas del partido bordeando los límites de lo permitido. Es interesante que Trump haya ganado como lo hizo sin ser un outsider con antecedentes de servicio militar como Einsehower (presidente entre 1953 y 1961). Los outsiders tiene más capacidad de moverse, su cintura política es muy hábil porque no están constreñidos a las reglas y expectativas del partido. Si además de todo, ese outsider articula un discurso demagógico dirigido contra la casta política, su victoria es casi asegurada. Por eso es que el partido demócrata debería haber nominado a Sanders pues era la demagogia anti-casta perfecta para detener a Trump.

Dicho sea de paso, resulta justo decir que el legado del Presidente Barack Obama será hecho añicos. Y la culpa no es de Trump, sino del partido demócrata.

Veamos por qué.

El pecado demócrata

Lo salida más fácil es simplemente decir que Donald Trump gana por el voto racista y misógino subyacente en los Estados Unidos. Trump se ha percibido como la reencarnación de Barry Goldwater, aquel candidato republicano que fue abiertamente apoyado por el KKK en la elección disputada contra Lyndon Johnson (1964).

Suponer que la victoria de Trump tiene cómo causa interviniente y unicausal un discurso vacío, superficial y el prejuicio del blanco clasista y racista es una respuesta muy haragana. Además, hace invisible aspectos muy interesantes que nos explican cómo un outsider gana la presidencia del –hasta ahora– país más poderoso del mundo.

MSNBC reportó que los candidatos estaban empatados con respecto del número de votantes blancos con educación universitaria. Es más, en esa misma encuesta, y sobre el mismo grupo demográfico, Trump ganó 2 por 1 a la ex secretaria de Estado. Con respecto al voto hispano, las primeras estadísticas muestran a que solamente el 13% de hispanos registrados para votar lo hizo. Si comparamos ese número con el 52% de latinos que votaron en la elección del 2012 (en ambas direcciones partidistas) es necesario reconocer dos cosas:
1) después de la elección, los hispanos no somos importantes para la cartografía electoral de Estados Unidos y Donald Trump lo prueba así pues gana sin haberse preocupado de cortejar el voto hispano.
2) Hubo un desencanto del voto hispano con Hillary Clinton.

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Creo que no hay mucho que decir sobre el segundo punto. Cuando el presidente Obama tuvo las dos cámaras en su poder (2010) en lugar de apostar por la reforma migratoria comprensiva (algo que la relación bi-lateral México-Estados Unidos discutía desde el 2000), Obama quiso hacer su legado con Obamacare. ¿El resultado? La última reforma migratoria que beneficia a los dreamers es producto de una acción ejecutiva que no pasó por las cámaras y que el nuevo presidente puede deshacer con otra acción ejecutiva. La paradoja del voto latino en EEUU apareció cuando ante el temor de deportaciones masivas y el muro (ambas cuestiones imposibles de realizar) este se canalizó por la candidata que carga el legado del presidente demócrata que más deportaciones ha realizado. Entre los grupos de sociedad civil que monitorean la cuestión migratoria, Obama tiene el mote de Deporter in Chief. Entre los años del 2009 al 2015 su administración ha deportado por órdenes directas migratorias 2.5 millones de personas. Y esto no incluye aquellos que voluntariamente regresan a sus países de origen. En política migratoria, Barack Obama siempre será recordado como un conservador que no se atrevió a la reforma migratoria comprensiva.

Pero también está la otra pregunta. La responsabilidad en la estrategia demócrata en la derrota. Los demócratas nominaron a la candidata de la casta y no a la candidata popular. No se debe olvidar que Hillary Clinton obtuvo la nominación en buena medida gracias al voto de los super-delegados del partido demócrata.

Frente al demagogo de Trump, era imposible ganar si las bases demócratas, los millenials y las minorías no hacían una presencia brutal. Parece que la estrategia demócrata no creyó la advertencia sobre el votante silencioso de Trump. Otro detalle interesante -y esto lo digo por experiencia en campañas- Hillary Clinton tuvo cuatro eventos el último día. Trump al menos diez. Los demócratas nunca creyeron que había tal cosa como un shy-trump voter. Por eso Trump cubrió terreno. Hillary Clinton dio por sentado Wisconsin y ayer ese estado le dio la puntilla.

El partido demócrata no se puede limitar a un universo de votantes exclusivo de las dos costas cosmopolitas del país. Tienes que acceder al gran medio del país, a la ´América profunda´ con un discurso alejado del demócrata elitista. No se vale decir que Trump gana esa ´América profunda´ exclusivamente con un discurso xenófobo. Donald Trump ganó en distritos blancos-urbanos de trayectoria demócrata lo cual quiere decir que los blue democrats (demócratas conservadores en los fiscal) seguro no votaron por Hillary Clinton.

Tampoco se puede dejar de mencionar que Hillary Clinton es una creyente en el mercado libre y por eso Trump ofreció algo que Sanders también repetía: no más tratados de libre comercio.

Esta tonalidad de derecha estatista le concedió a Trump la victoria en Ohio donde buena parte de la población sufre los efectos de la inversión que se trasladó a territorio mexicano. El voto blanco urbano clase obrera quedó asegurado además con la oferta de planes de tipo neo-keynesiano que Trump refirió en el sentido de generar empleo para reparar carreteras, vías férreas etc.

Sólo con estos dos aspectos es claro que si bien el Sur profundo apostó por el discurso anti-migración, en términos de política de empleo y nacionalismo económico fue Trump quien supo llegar a la clase obrera. Paradigmático también que la clase obrera votara por un millonario pero también lo hubiera sido si votara por Hillary Clinton. Pues no proviene del sector obrero.

En esencia, cuando vemos el color rojo pintado sobre el mapa de EEUU es claro que dicho país sin sus dos costas, es un país color rojo. Estados Unidos es una país conformado fundamentalmente por incontables núcleos rurales donde hay posiciones de clase y cosmovisiones que hasta el día hoy poco se conectan con el partido demócrata. Clinton no supo conectar ni reparar la relación quebrada que mantenía con el sector evangélico.

Una paradoja poco discutida: la demócrata que cree en los TLC´s y en la guerra

(Pero no importa, porque predica el amor y no el odio.)

Se critica a Donald Trump por una posible tendencia guerrerista pero la administración Obama -de la cual Hillary Clinton fue Secretaria de Estado- deja como legado más de una veintena de bases militares estadounidenses en América Latina. Dato que casi nadie apunta. No digamos, la militarización de la estratega narco en México y de seguir canalizando millones de dólares a un ejército corrupto y violador de DDHH. Estrategia que Hillary Clinton públicamente defendió en su vista a México de 2009. En términos generales, la administración Obama ha aprobado más ventas de armas que cualquier otra administración en décadas pasadas. El monto de venta total ha sido de US$5 mil millones. Como secretaria de Estado entre 2009 y 2013, Clinton supervisó y participó en la aprobación de una considerable parte de ese aumento, lo que sugiere que de haber sido presidente la ruta estaba trazada para mantener una política de contención en América Latina.

Nadie quiere discutir esto, y se prefiere darle importancia a la narrativa demócrata de tolerancia racial, pero la política exterior de Hillary Clinton es una política conservadora muy cerca del neoconservadurismo estadounidense. Pero esto se obvia porque Hillary Clinton predicaba amor y paz.

¿Lo quiere más claro? Hillary Clinton representa la derecha del partido demócrata: creyente en los tratados de libre comercio y neo-conservadora en su agenda de mantener la influencia estadounidense en todas las zonas geográficas posibles donde Estados Unidos podría sentirse amenazado.

¿Cuál es la diferencia entre Trump y Clinton? El primero es un corrupto, misógino, xenófobo que dice las cosas sin filtro. La otra es una amiga de banqueros, creyente en el mercado libre, conservadora en política exterior que juega la carta de la corrección política. Ese tono conservador que pocos –desde fuera– vieron en Clinton, la base dura electoral del partido demócrata si la percibió.

¿Qué tipo de presidencia será la de Trump?

Es una pregunta justa. Donald Trump podría optar por un estilo de gestión cercano al de Richard Nixon. Así cómo Nixon rompió con la ortodoxia de partido y se acercó a la China comunista, Trump podría iniciar una línea de diálogo más amable con Rusia. En términos generales es ridículo que un país que representa 9% del PIB estadounidense sea visto como una amenaza. Pero si Trump quiere tomar una decisión congruente con su discurso ´aislacionista´ (el mundo me vale, me preocupa mi país) podría permitir que los rusos se consoliden en su zona de influencia natural. Tanto como Estados Unidos lo hace en América Latina.

Dicho sea de paso, el gobierno de Barack Obama considera que Rusia (Putin) es un problema latente pero cuando en el 2012 los neo-conservadores alrededor de Mitt Romney articularon este discurso, los demócratas se burlaron diciendo que los republicanos querían regresar a la guerra fría. Quién lo hubiera dicho.

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Ahora bien, ¿podría ser Trump un Reagan? No, al menos en lo económico por el tono de su discurso que no favorece los tratados de libre comercio ni por su ambigüedad en el tema de política fiscal.

¿Y en términos del apetito por la guerra? ¿Será Trump un Nixon que hará “alfombras de bombas? ¿Será un Reagan para realizar operaciones directas y remover regímenes no “amables”? Esto es lo más complejo de predecir porque el discurso de Trump es muy ambiguo. No se le puede clasificar en este momento de conservador, neo-conservador o moderado. Su discurso de campaña –lo único concreto– se asemejó en ese punto al discurso de Sanders en términos de criticar la política de cambio de regímenes.

La única forma para delinear con claridad el tono de la futura política exterior en el gobierno de Trump es ir conociendo los nombres en el futuro gabinete. Y como normalmente sucede con los outsiders, la preocupación es primero ganar y luego conformar. ¿Quién va de Secretario de Defensa? ¿Quién de Secretario de Estado? Esos dos puestos son clave para delinear el tono de la administración.

Los únicos nombres claros en este momento corresponden a Jeff Sessionis, Senador por Alabama que fue de los primeros en apoyar a Trump. Sessions podría recibir una Embajada en premio o ser parte del gabinete. Se rumora que Cris Cristie sería Fiscal General y Rudy Giuliani irá de director del FBI. Podemos predecir, con estos nombres, que la presidencia de Trump dará prioridad al discurso de la seguridad interna por encima de las libertades civiles. Por ahora, en política interna de seguridad, Trump se asemeja a Bush Jr.

Pero no hay más nombres disponibles hasta el momento. Por lo tanto, predecir el comportamiento de un outsider sin trayectoria de gestión pública es solamente eso: una predicción sin bases.

¿Qué tan importante somos para esta nueva administración?

Estados Unidos no es una república bananera en donde el Presidente hace y deshace a su gusto. Los mecanismos institucionales y la brutal burocracia delinean proyectos y agendas que en muchos casos el Presidente desconoce o simplemente otorga continuidad. A merced de quién vaya a ser el nuevo Secretario de Estado, si uno hace una revisión en la página del Departamento de Estado estadounidense, lo que refiere a la relación bi-lateral con México o lo que apunta hacia América Cetnral son secciones muy básicas. Fundamentalmente ´fact sheets´ que tienen todos los demás países. Hay una sección que resume la relación bilateral entre Estados Unidos y México, en la cual se detalla en qué consiste la relación, algunas cifras del intercambio económico, la cooperación en temas de seguridad, así como también las oficinas y teléfonos de embajadas y representantes diplomáticos mexicanos. Es importante mencionar que estos documentos están ‘escondidos’ y no se encuentran a la vista, ni tienen una sección especial como sí tiene Irán, Siria, Pakistán, Afganistán e Israel.

En cuanto a Centro América, no hay una sección específica. Hay documentos sobre la iniciativa de seguridad, también de cooperación y asistencia para la región sin embargo estos son solo algunos aspectos de la relación bilateral entre Estados Unidos-Centro América. Es evidente que la región no es prioridad en la política exterior de Estados Unidos. Incluso el DR-CAFTA no tiene su propia sección. En resumen no hay una sección específica para México y Centro América. En todo caso, lo que hay son secciones sobre aspectos muy concretos en materia de seguridad como lo son la Iniciativa Mérida y la Alianza Para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica, los cuales sí son específicos pero son solo una parte de la relación bilateral entre estas naciones.

Y esto es algo que las derechas deben considerar.

Es muy poco probable que la preocupación del nuevo presidente de Estados Unidos –que aún no define sus líneas ni su gabinete– recaiga inicialmente en nuestra región. Lo lógica sería que otorgue continuidad a los plantes establecidos (aspecto que trasciende la remoción de embajadores dicho sea de paso).

Repito. Si bien Trump se ha inclinado en una línea de escepticismo con respecto a la utilidad de la asistencia de Estados Unidos en el extranjero, tampoco significa que vaya reducir la influencia de EEUU en su patio trasero. Y aunque quisiera hacerlo, es muy poca su capacidad para revertir el paquete de ayuda para Centroamérica ya que el mismo se encuentra consignado en ley y el Departamento de Estado ha otorgado el visto bueno.

Hay que recordar que todo presidente republicano tiene aspectos medulares donde su conservadurismo es más claro. Ese conservadurismo no siempre debe entenderse como intervenciones de facto sino como cooperación condicionada.

Si México fue un tema central de campaña (y por derivación todo al sur del Río Bravo) es casi seguro que Trump mantenga la estrategia de contención actual. Es decir, los paquetes de ayuda, la capacitación hacia los sectores de seguridad regionales y el financiamiento a los actores regionales que estabilizan países vistos como encaminados a la erosión ( CICIG). Es difícil que Trump nomine a un pacifista como Secretario de Estado –Clinton tampoco lo hubiera hecho–. El punto es si esa nominación será un perfil tan radical como Otto Reich o Paul Wolfowitz (subsecretario de Defensa bajo Bush Jr.). O, si en última instancia, nomina un republicano moderado. Pero dentro de esa moderación es un aspecto estructural la contención.

Así que habrá Plan Mérida para rato y tutela de la democracia guatemalteca, porque al final no somos una región alejada sino su zona de influencia más directa. Esto lo entiende Hillary Clinton y el establishment republicano se lo hará entender a Trump.

¿Qué podemos predecir sobre Trump? Por ahora, un estilo de reality show. Nos dará discursos de tono presidencial como el otorgado ayer pero romperá formas y convenciones. Es un animal político impredecible con profundas debilidades por el sexo opuesto y con apetencia por los negocios.

Bienvenido el Berlusconismo a Estados Unidos. 

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