Por un lado, están los migrantes centroamericanos que atraviesan el país para llegar a México y a la frontera norte. Se sabe que muchos de ellos pasan penurias en el país y que incluso pueden sufrir robos y hasta ser asesinados, riesgo que perdura y se intensifica en el territorio mexicano. La mayoría de asesinatos de migrantes centroamericanos en Guatemala ocurren en zonas fronterizas como Malacatán y Ciudad Tecún Umán (Herrera, Migración en Guatemala: un análisis periodístico, 2001). Sin embargo, estos no son realmente inmigrantes como tales, sino migrantes de paso, pues no buscan asentarse en el país, por lo que incluso pueden ser considerados como una población aún más vulnerable. En realidad, para hablar de tragedias e infortunios de inmigrantes como tales en Guatemala me basé en varios informantes nacidos en Palestina (entrevistados en el marco de mi trabajo de graduación[1]) y de otros casos emblemáticos encontrados en medios informativos.
Tras recabar datos con varios inmigrantes árabes pude percatarme de que, si bien estas personas indicaron haber emigrado de sus países por causas como la guerra, la inestabilidad política y la violencia, en Guatemala no todos encontraron una verdadera paz. Por ejemplo, me topé con dos inmigrantes palestinos que mencionaron haber perdido a sus hermanos en Guatemala por causas violentas. Si bien esta es una violencia distinta a la de Oriente Medio (no son bombas que caen al lado de la casa, sino balas disparadas en contextos públicos y laborales), las tragedias de las que huían aún persisten. En los dos casos mencionados los asesinatos ocurrieron por robos de dinero: uno en la misma oficina del inmigrante y el otro en plena vía pública.
A mi hermano lo mataron aquí, en su propio almacén, por robarle el dinero del día. Aquí, en esta misma oficina. Por eso la esposa de él mejor se regresó con los hijos a Palestina. Yo les mando dinero a mis sobrinos, al que está en Jordania estudiando y a la pequeña en Palestina.
Inmigrante palestino, 41 años de edad
En realidad, estos no serían los primeros asesinatos de inmigrantes por actos de delincuencia. Otro ejemplo lamentable e importante de recordar es el asesinato de dos entrenadores extranjeros (padre e hijo) de la Federación Nacional de Atletismo. Estos en realidad no eran inmigrantes árabes, sino armenios que llevaban más de diez años de vivir en el país. Parece que una disputa con un taxista culminó en la muerte de ambos armenios justo al salir de su lugar de trabajo, el Estadio Nacional Mateo Flores. Otro caso reciente fue el asesinato de un inmigrante coreano dueño de una pequeña maquila en diciembre del 2015. Parece que en la mayoría de los casos los inmigrantes no sabían cómo reaccionar a la hora de ser agredidos o asaltados. Quizá los inmigrantes no supieron colaborar con sus agresores. No estaban acostumbrados a enfrentarse a situaciones así.
Al final de cuentas, la violencia en este país no diferencia entre clases socioeconómicas, categorías étnicas o incluso sexos. Tristemente, parece que en Guatemala tanto la vida del indígena como la del ladino, del mestizo, del garífuna y del inmigrante extranjero no valen nada.
[1] El trabajo de graduación es en realidad una tesis sobre la inmigración árabe en Guatemala desde 1950 hasta hoy.
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