Estas palabras resultan un apunte curioso, para poner en contexto las elecciones del próximo domingo en Venezuela. En palabras de Chávez, este domingo estarán en juego “la independencia y la vida de Venezuela”. No le falta razón, dado que lo que está en discusión, es el modelo del bolivarianismo que él ha impuesto en su país y la región, desde hace 14 años.
Hugo Chávez cerrará su campaña hoy jueves en Caracas, en medio de un baño de multitudes, que previsiblemente dará cuenta del apoyo popular con el cual aún cuenta, pese al lógico desgaste del ejercicio del poder. A esto deben sumarse los no poco fracasos de su administración de gobierno, especialmente en materia de seguridad, y un cáncer que ha limitado sus apariciones públicas y se ha prestado a múltiples especulaciones, que lo han dado por un cadáver viviente en más de una ocasión.
Mientras tanto, no puede negarse que su adversario, Henrique Capriles, se ha convertido en la síntesis del descontento de muchos venezolanos, que hasta ahora no habían encontrado la fórmula para desfragmentar una oposición política, lastrada en el vergonzoso intento de golpe de Estado de 2002. Capriles conjuga el estilo de un clásico candidato de derechas, con un fuerte discurso de apertura a la inversión extranjera y la creación de empleo, con elementos de un populismo absoluto, que incluyen una gorrita de beisbol con los colores de la bandera venezolana y el convencional apodo de “el flaco”. En entrevista a El País, Capriles se define a sí mismo como un hombre “que se ubica en el corazón de Venezuela, viendo hacia la izquierda”. Su campaña le ha llevado a recorrer medio país, para cerrar también con una importante concentración de masas en Caracas, acto que representa un auténtico hito para la oposición.
Los escenarios que podrían generarse a partir de los resultados del domingo próximo, han resucitado los fantasmas de la tutela militar sobre la democracia –el Ministro de Defensa ha dicho que las Fuerzas Armadas no aceptarían otro comandante que Hugo Chávez. Se abren algunas interrogantes, especialmente en el caso de una eventual derrota de Chávez, sobre las cuales ahora mismo, no parecería existir una respuesta. Entre esas preguntas, destaco algunas que comparto con los lectores:
Con Chávez fuera del escenario, ¿Cuál sería el efecto sobre los otros gobiernos de la revolución bolivariana? , no debe perderse de vista que las elecciones ecuatorianas están muy cercanas, y que una derrota de Chávez daría argumentos a una oposición ecuatoriana, que por ahora luce como un mal sparring para el presidente Correa.
¿Quién recogería la estafeta de la revolución bolivariana?, Rafael Correa luce como el mejor candidato para este puesto, pero Ecuador sigue siendo un actor secundario dentro del escenario político de Sudamérica, pese a estar construyendo una imagen internacional, que cuenta a su favor con credenciales como el asilo a Assange.
¿Cómo pueden afectar estas elecciones a la región centroamericana?, cabe preguntarse qué pasaría con Nicaragua. Para la administración de Daniel Ortega, la reelección de Chávez es fundamental para la continuidad de la llegada de los recursos que se han invertido en ese país, a través de los programas de la empresa Alba Petróleos de Nicaragua (Albanisa). Cualquier interrupción en el flujo de estos recursos, representaría graves dificultades para la continuidad de las políticas del gobierno de ese país.
De la misma manera, en el caso de una victoria de Hugo Chávez, no se trata simplemente de una continuidad de las cosas como están hasta ahora. Esta podría ser la última administración de Chávez, y lo saludable para la continuidad del régimen sería empezar a buscar un heredero, proceso no exento de vicisitudes.
El domingo es, por ahora, una incógnita abierta.
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