Las encuestas, estudios empíricos y tendencias sobre cambios culturales; las manifestaciones en la calle contra las élites económicas; el movimiento de los derechos de las comunidades GBLT; todo ello apuntaba a que el Grand Old Party (GOP) debía cambiar y no lo hizo, como probaron los resultados del martes pasado. Viejo, sí. Grande, ya no. Se les acabó la party. Al menos por ahora.
En mi columna del pasado mes de junio, retomaba un artículo que había escrito hace cuatro años, en el que indicaba que el partido debía eliminar sus inflamatorios mensajes, ajustar su plataforma programática y empezar a entender las claves de la nueva demografía estadounidense. Hace apenas tres meses, me refería a que este partido estaba aislado como en una burbuja y se habría convertido en una cofradía exclusiva del hombre blanco promedio, algo que también captura exquisitamente la connotada columnista Maureen Down en su artículo del New York Times el domingo pasado.
El resto es historia.
Ofrezco ahora mi humilde vaticinio para el segundo mandato del recién reelecto presidente Barack Obama, en uno de los temas quizá más comentados después de la victoria demócrata, a raíz del caudal electoral que aportaron los electores hispanos. Aquí contradigo a varios columnistas locales que han asegurado que nada cambiará con el 44º presidente. Mi pronóstico es que antes de que termine su administración, una vez se salga del precipicio presupuestario y fiscal en el que nos encontramos, hay algo que sí cambiará: el sistema migratorio.
¿Por qué? Básicamente por tres razones:
Primero, porque es parte de la agenda empresarial de este país. Si existe un sector proclive a que se dé una reforma migratoria, este es el sector privado. Ya ven ustedes al empresario y alcalde de Nueva York, Mike Bloomberg, junto a otros líderes como el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa, lanzando la iniciativa Sociedad por una nueva economía estadounidense (Partnership for a New American Economy). Que busca básicamente promover un sistema migratorio más flexible, que permita a las empresas emplear y retener a personal extranjero altamente calificado en sectores de punta, y contratar temporal o permanente a trabajadores en la agroindustria y manufactura. Estos argumentos serían un buen aliciente para que además se considere rutas alternas para legalizar a los millones de trabajadores indocumentados asentados aquí por generaciones.
Segundo, porque a juicio de algunos analistas que consideran que el factor estabilidad es clave para ganar la presidencia, este tema irresuelto causa demasiada turbulencia con cada nueva administración. Ambos partidos tendrían las de ganar. Además, el fantasma del 9/11 ya pasó y el gobierno de Obama ha restituido la confianza de que se han protegido las fronteras para repeler cualquier ataque extranjero en suelo estadounidense. Las deportaciones récord del primer periodo Obama, más el hecho de que se ha reducido el número de indocumentados, le daría suficientes municiones para seguir promoviendo una solución bipartidista para un overhaul del sistema. Políticamente podría ser viable. Como indica el excanciller mexicano, Jorge Castañeda, faltarían 5 votos republicanos para impulsar algo sustancioso en donde los dos partidos pudieran salvar y ganar adeptos.
Tercero, es una deuda política con el voto hispano. Las bases no se van a quedar pasivas, sino que se van a movilizar de manera estratégica. Incluso, el GOP se encuentra en plena introspección, y es más consciente de que el tema migratorio debe ser parte del debate interno. Hace unos días, el senador Lindsey Graham, líder de la minoría republicana en el Senado, indicó: “Necesitamos ser firmes y justos. La auto-deportación no va a funcionar”, admitiendo que la mayoría de electores apoya el camino hacia la legalización de indocumentados. Porque de lo contrario, tanto los hispanos como los asiáticos terminarán apoyando a los demócratas, en la misma proporción que lo hacen ahora los afroamericanos (93 por ciento) y esto empezaría a marcar el principio del fin del partido.
Por los 12 millones de indocumentados, que son la columna vertebral de la economía estadounidense, y no obstante viven en la sombra como ciudadanos de segunda categoría, espero que mis vaticinios vuelvan a dar en el clavo.
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