Haber adjetivado a la mujer como «vaso frágil para la gloria de Dios» —con motivo de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer— no tiene nombre. Dislate comparable solamente con la calificación de «zorras y zorritas» que el mismo Chea dio a las mujeres motoristas que peregrinaban hacia Esquipulas el 4 de febrero de 2017.
Veamos las razones.
- Esas adjetivaciones son misóginas. Cualquier persona que tenga dos dedos de frente y haya aprobado un curso de psicología básica encuentra en ellas retorcidos intentos de ridiculizar (en el caso de la calificación de zorras y zorritas) y de reducir (en el caso de los vasos frágiles). ¿A quiénes? La pregunta sobra. Ya quisiera ver a ese personal del Ministerio de Cultura y al mismo Chea Urruela caminando como lo hacen las mujeres q’eqchi’ en el valle del Polochic, en la sierra de las Minas, en los recónditos pueblos que los capitalinos llaman del interior. Quisiera verlos volar talón desde la aldea Popobaj hacia el mercado de San Juan Chamelco para vender el producto de sus trabajos. Veríamos entonces quiénes son los verdaderos vasitos frágiles.
- Pareciera que los miembros del gobierno actual no han entendido que somos un Estado laico. Utilizar ese tipo de mensajes es absolutamente inconstitucional. Ah, pero el presidente sí se echó una arenga indicando que la función de la Iglesia no es hacer política. Dicho sea, las respuestas de los líderes tanto de la Iglesia católica como de la Iglesia evangélica lo dejaron con la boca cerrada. No dijo ni pío, pío, pío (para recordarle el canto de ciertos pollitos a quienes ahora estará viendo más grandes que un cóndor andino).
- Encima de ello, es un discurso irrespetuoso para aquellas mujeres que no son creyentes, que son agnósticas o que simplemente no creen en Dios. Entiéndase: somos un Estado laico, si bien muchas personas en Guatemala profesamos una religión.
De tal manera, ese ministerio dirigido por Chea Urruela solo vino a abonar el ridículo que hizo el presidente al arengar respecto a que la función de la Iglesia era evangelizar y trabajar el espíritu de las personas. Dicho sea, ¿qué entenderá él por «trabajar el espíritu de las personas?».
Pero, si sobre la gloria de Dios vamos a argüir (con mucho gusto), me permito remitir al cultísimo ministro y al docto presidente a la fecha 20 de abril de 2007, cuando el episcopado guatemalteco promulgó la carta pastoral La gloria de Dios es la vida del hombre (refiriéndose al género humano). Y me voy a permitir consignar literalmente el numeral 7 de dicho documento:
«Suele definirse la violencia como el uso injusto de la fuerza que maltrata, hace daño y causa muerte. La moral cristiana entiende por violencia todo aquello que amenaza, rompe o atenta contra la dignidad de la vida humana [sic], impidiendo que esta se afirme y se realice en su plenitud. En nuestra patria, las distintas formas de violencia y los atentados que se cometen contra la vida humana son diversos y múltiples, pero a todos los unifica una misma lógica destructiva, una misma maldad, que atenta contra la vida de muchísimos guatemaltecos y degrada a los que la promueven».
Pregunto a los eruditísimos: ¿saben el número real de feminicidios que ocurren semanalmente en Guatemala?, ¿no son acaso las mujeres las más afrentadas en su dignidad a causa del machismo imperante en nuestro territorio? No, no corran a los buscadores de Internet. No necesitan responder.
En el entretanto, el caso del Hogar Seguro sigue sin resolverse. Digo, sin llegar hasta las verdaderas raíces, sin llegar a la verdadera maldad.
Así que ¿vasos frágiles? ¡Cuán lejos están de la verdad!
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