Dicho informe dibuja una dolorosa situación en materia de derechos humanos. Evidencia con lujo de detalles, las acciones emprendidas por el personal dirigido por el PDH para atender las circunstancias que refleja el documento. La problemática relativa a las miserables condiciones del sistema de salud y las enormes carencias con las que el personal atiende a la población. Tampoco escapan al informe el abandono en el que las autoridades mantienen la infraestructura y la organización del sistema educativo. Especial dedicación hace el reporte del PDH al alto índice de desnutrición infantil, así como al incremento del feminicidio y violencia contra las mujeres.
Tampoco escapan al reporte del PDH, las valoraciones sobre la creciente agresión contra personas, comunidades y organizaciones defensoras de derechos humanos, así como las limitaciones a la libertad de prensa. De hecho, no hay ámbito de la diversidad de ámbitos de derechos humanos, que el informe de la gestión de Jordan Rodas, no incluya. El detalle de las tareas realizadas, pese a la reducción presupuestaria y ahorcamiento económico que la misma sala congresil provocó, es más que meritorio.
No obstante, en las dos primeras citaciones al PDH, la mayoría de los 19 integrantes de dicha sala legislativa ignoró la parte sustantiva del informe. No mostraron preocupación por los índices que el documento refleja ni mucho menos interés en diseñar, en conjunto con el comisionado del Congreso, una estrategia o ruta encaminada a superar semejantes condiciones.
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Lejos de ello, integrantes como Antonio Arenales Forno del oficialista partido Valor y presidente de la Comisión, Álvaro Arzú Escobar del Partido Unionista, Manuel Conde Orellana del Partido de Avanzada Nacional (PAN) y visible candidato del partido oficial, arremetieron contra Rodas Andrade por frivolidades. Con ello, dejaron en evidencia que los temas torales de la Comisión que integran y la función asignada constitucionalmente al PDH, les importan un pepino.
En cambio, a lo largo de su gestión desde 2017, próxima a concluir, Jordán Rodas Andrade se jugó el físico en cumplimiento del mandato que la Constitución y la ley específica le encomienda. En momentos de crisis como las acciones del ex mandatario Jimmy Morales contra la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) o la pandemia del COVID-19, la PDH fue un actor de primea línea. No hubo espacio de acción legal en demanda de amparo que Jordán Rodas no usara en defensa de algún derecho vulnerado o en riesgo de vulneración.
Ese desempeño le hizo non grato a la vista de la entente corrupta de esas empresas criminales, mal llamadas partidos políticos. Campañas de desprestigio, redes netcenteras permanentemente activas, así como demandas espurias han sido la tónica de la acción contra un funcionario que, con humildad y paciencia, se ha mantenido sin doblegarse al poder.
De allí que la frase con que fue recibido fuera del Congreso, resuma en esencia lo que para la ciudadanía representa Jordán Rodas Andrade. Próximo a entregar formalmente el cargo al sucesor, José Alejandro Córdova, el actual PDH puede salir con la frente en alto. Cada día en la institución que dirigió durante estos cinco años, ha estado a la altura de las circunstancias, aún en condiciones de gigantesca adversidad. La entente política corrupta, no perdonará las serenas pero agudas respuestas de Jordán Rodas durante las comparecencias y mucho menos, su desempeño en pleno ejercicio de su cargo y el mandato constitucional otorgado.
Sin embargo, para quienes desde la defensa de derechos humanos reconocemos su labor y aporte, no hay reclamo sino agradecimiento. Hacemos nuestras, por lo tanto, las palabras de don Virgilio y coreamos con cariño un agradecido: «usted se va limpio, Procurador».
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