Según pude escuchar en sus alocuciones en un programa de radio esta semana, usted doña Ofelia, se quejaba de acoso, presuntamente cometido por quienes solamente intentan procurar justicia.
Al buscar victimizarse ante la opinión pública, perversamente sataniza la labor de procura de justicia impulsada por una familia y por sectores sociales que acompañan a los familiares de Cristina Siekavizza, esposa del hijo de usted, señora.
Por si la memoria le falla, me permito recordarle que, en julio del año pasado, el hijo de usted informó a los padres de Cristina que ella había sido secuestrada. En las movilizaciones iniciales por el aparecimiento de ella, usted y Roberto, su hijo, aparecieron y acompañaron las marchas, a sabiendas de que Cristina estaba desaparecida por la acción del mismo Roberto.
Las investigaciones realizadas permiten inferir que el hijo de usted, agredió hasta matar a Cristina. Que usted y su familia estuvieron al tanto de los hechos y en conjunto con su hijo, limpiaron el vehículo que habría trasladado el cuerpo de Cristina.
Con una paciencia admirable, la familia Siekavizza, la Fundación Sobrevivientes, Norma Cruz y el movimiento constituido alrededor del caso, han ido reuniendo evidencias que, para su desgracia, la incriminan cada vez más. De allí que no haya habido forma de que usted, doña Ofelia, pudiera evadir la prisión preventiva y las acusaciones que, según mi opinión debieran trascender las de encubrimiento para señalarle claramente su complicidad.
Usted se equivoca cuando se queja de ser acosada por una familia y una organización que, como le dije, han actuado pacientemente en el marco de la ley y le han ofrecido a usted y a su hijo las garantías que le negaron a Cristina.
Usted señora habla de investigaciones paralelas y grupos paralelos en el proceso. Déjeme decirle que las únicas evidencias de acción paralela puedo apreciarlas en la forma cómo sus lazos familiares persisten en procurar impunidad. Por ejemplo, cómo esos lazos consiguieron que el hijo de usted obtuviera un pasaporte falso y saliera del país junto con los hijos de Cristina. O, por ejemplo, cómo lograron que la alerta para prevenir sobre la desaparición de los niños fuese levantada justo en el período en que el hijo de usted abandonaba el país. Ya no digamos, cómo esas mismas redes consiguieron que un juez emitiera orden de restricción al padre de Cristina, a fin de que el hijo de usted pudiera negarle el contacto con los niños.
Usted dice que sufre porque se encuentra guardando prisión. Permítame decirle que no es un encarcelamiento arbitrario. Es, y usted como juzgadora lo sabe perfectamente, la medida indispensable, lógica y en el marco de la ley, que corresponde a alguien que, como usted, ha violentado el estado de derecho. Al guardar prisión, incluso en un espacio privilegiado que difiere de las condiciones en que la generalidad de las mujeres privadas de libertad conviven, usted señora, está recibiendo el trato legal que le corresponde. Y le corresponde porque, de manera contumaz sigue encubriendo los actos delictivos de su hijo, porque le ha facilitado los medios para evadir el enfrentamiento de la justicia y, porque, además, le ayudó en su intento por ocultar el crimen cometido. Acciones todas, doña Ofelia, que han llenado de sufrimiento a una familia que intenta recibir los restos de su hija, así como reencontrarse con dos niños a quienes usted también contribuye a llenar de sufrimiento.
Usted entonces se equivoca al quejarse, porque no es víctima de acoso sino sujeta procesal, con derechos y garantías, pero sujeta procesal, incriminada por hechos claramente documentados.
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