Siempre me pregunté cuáles eran las diferencias que alejaban a los estudiantes sancarlistas y a los landivarianos, cuando yo pensaba que teníamos formas de ver el mundo desde nuestras aulas bastante parecidas, valores que compartíamos a partir de nuestro aprendizaje.
Al estudiar en una universidad privada, y comenzar una discusión con alguien que no lo hacía, muchas veces se nos recriminaba a los landivarianos por pensar como lo hacíamos. Como si hablar de marxismo, de conflicto armado, de reivindicaciones políticas justas fuera exclusivo de la San Carlos. Algunos estudiantes fuimos vistos con desconfianza por nuestra “procedencia pequeño burguesa”, y fuimos marcados. Pero en los pocos encuentros en los que teníamos oportunidad de converger como estudiantes de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, no siempre fuimos capaces de ponernos de acuerdo, no pensábamos igual (a veces lo lograban más con la Universidad Francisco Marroquín).
Cuando regresábamos al Campus Central de la Landívar, teníamos muchas explicaciones: somos una comunidad estudiantil bastante plástica, nos interesa si hay o no un Taco Bell en el área de cafetería y conocí a muchos que se involucraron en la organización estudiantil por “hacer currículum”. En muchos sentidos, las críticas de los sancarlistas tienen razón de ser.
Estamos frente a un momento en que como estudiantes nos importa el éxito, la fama, el reconocimiento profesional y hacer buen pisto. Estudiantes así, los hay en la San Carlos y en la Landívar. Pero sigo encontrando estudiantes críticos, comprometidos con su realidad, trabajando desde los salones de clase porque el país en que estemos no sea el que ha sido siempre. Y muy seguido son estudiantes de estas dos mismas universidades.
El movimiento universitario tiene mucho que decir hoy. Lo hace en otros lugares de Latinoamérica, de Europa, de Asia. Debemos dejar nuestras diferencias y convertirnos en sujetos capaces de unir criterio en el presente político de Guatemala. Aceptar que venimos de lugares disparejos, pero que seguramente queremos construir un país bastante parecido, sin pobreza, sin corrupción, sin desigualdad, sin explotación y con dignidad. Es momento –siempre es momento– de crear movimiento universitario.
En los últimos meses hemos tenido propuestas de Reformas Constitucionales concernientes al sector justicia y una reforma de Desarrollo Rural Integral presentada a Otto Pérez Molina y Raquel Blandón. Dos propuestas presentadas tanto por la URL como por la USAC. ¿No deberíamos los estudiantes conocer, estudiar, discutir, opinar con fundamento, sobre estas propuestas? ¿Saber qué proponen, porqué lo hacen, y cómo construyen las propuestas que representan a mi comunidad académica?
Aunque parezca o nos quieran hacer creer que somos tan diferentes, no lo somos frente a un 97% de la población que no llega a la universidad en Guatemala. Entre esa poca población estudiantil, no con todas las universidades las diferencias pueden ser superadas.
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