Hace unos años conocí, por un profesor universitario, a estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Salvo algunas poquísimas excepciones, ninguno de ellos me hizo sentir la frontera que existía entre una universidad pública y una privada. Es cierto: me molestaban con los prejuicios de siempre. Y yo se los devolvía. Y los prejuicios se convirtieron en risa que hermana. Juntos creamos algunos espacios de reflexión tanto en la cafetería central de la Landívar como en el iglú de la San Carlos, donde escuché unas palabras de Víctor Ferrigno que nunca olvidaré, cuando nos explicó la lucha silenciosa, esa lucha que nadie ve, pero que no quiere decir que no exista, y que es imprescindible para articular procesos políticos en el futuro. No logramos en ese tiempo hacer mucho más que eso. Sin querer sumé esa experiencia a las otras, aquellas que no habían funcionado.
Desempolvo la memoria. Me pregunto cómo estudiantes landivarianos y sancarlistas pueden salir juntos a la calle. Veo a mis compañeros de la San Carlos. Veo a los estudiantes de la Landívar con quienes he compartido el espacio en una revista electrónica, aulas y recesos de dudas y de charlas. Pero recuerdo también a todos mis compañeros de clase que desde agrupaciones estudiantiles, grupos de lectura y discusión, programas de radios e idas y venidas en ya varias marchas del Día del Trabajo y en conmemoración de la Revolución de 1944 han abierto brecha. Pienso en profesores y aun en jefes de los trabajos en los que muchos hemos estado y que han compartido y sembrado el compromiso por la transformación profunda. Pienso en aquel hombre que nos abrió puntualmente todas las semanas la puerta de su casa a muchos landivarianos para quitarnos el miedo a pensar radical y críticamente.
Los universitarios que salieron a las calles el primero de mayo son hombres y mujeres jóvenes que han decidido no quedarse callados ni quietos ni indiferentes. Han decidido romper identidades para construir una propia más allá de lo que puedan criticar muchos. No tienen miedo. Son la generación que nació sin miedo. Han convocado a reuniones, han mantenido comunicación constante, han salido a las calles. ¿Son universitarios que han hecho historia? Sí lo son. Sí han hecho historia.
Ahora, a seguir el hilo de esa historia. Ese es el reto. Supongo que, así como mi generación tiene tantos recuerdos de las personas que nos abrieron la mente a otras realidades más dignas, que nos hablaron de vida y justicia, de una sociedad en la cual el ser humano construye su realidad y su historia, también es momento de que nosotros heredemos lo que sabemos de organización, de política, de razones para luchar y vivir.
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