Negar implica asumir artificios, forzar las piezas del rompecabezas para que formen una figura que en realidad no es. Las construcciones sociales son propensas a elaborarse y reinterpretarse a partir de pedazos, cada vez más pequeños, cuyos adhesivos tienden a ser pegamentos de gran solidez para resistir casi cualquier embate. Negar es un esfuerzo generalizado, que advierte y alimenta diversas formas de impunidad que se impregnan generación tras generación.
Hablar y argumentar que hubo...
Negar implica asumir artificios, forzar las piezas del rompecabezas para que formen una figura que en realidad no es. Las construcciones sociales son propensas a elaborarse y reinterpretarse a partir de pedazos, cada vez más pequeños, cuyos adhesivos tienden a ser pegamentos de gran solidez para resistir casi cualquier embate. Negar es un esfuerzo generalizado, que advierte y alimenta diversas formas de impunidad que se impregnan generación tras generación.
Hablar y argumentar que hubo genocidio es estar contra el desarrollo, es no querer una imagen de futuro. Esa fraseología se difunde como una ola imparable. No sólo la dicen los militares y sus círculos de influencia, la repiten empresarios, académicos y toma una gama de actores, a quienes les preocupan las consecuencias de ser señalados como cavernarios. El debate está de más. No hay nada que juzgar. Combinan las fórmulas legales con la presencia mediática.
Más o menos la misma lógica opera en los sectores que afirman lo contrario. Sí porque sí. Algunas expresiones se muestran interesadas en el debate, en la puesta sobre la mesa de análisis, pruebas y ejemplos a más no poder. La mayoría no está en esa línea y pretenden ganar la contienda como si se tratara de una pelea de lucha libre.
El retraso en el juicio de Ríos Montt, prueba de fuego para seguir sacando el jugo a lo dividida y confrontada de nuestra sociedad, que seguimos dando vuelta a un tornillo sin fin. Confrontar para no debatir, deslegitimar para sacar de la jugada, desgastar a quien piensa distinto como mecanismo de desprestigio. Lo mismo de hace décadas, ahora rebuscado y con nuevos brillos.
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