Ambos sucesos reflejan un ejercicio del poder, que se exhibe no sólo como una desconexión de la realidad, sino también como la multiplicación de mensajes de desprecio al debate, al diálogo y a los ciudadanos, que esas empresas electorales llamadas partidos políticos no dudan en regalarnos todos los días.
El común de los mortales aprende a convivir con la violencia y a aceptar como normal lo intolerable, en forma tal que la expresión ‘tocar fondo’ se hace cada semana más relativa.
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Ambos sucesos reflejan un ejercicio del poder, que se exhibe no sólo como una desconexión de la realidad, sino también como la multiplicación de mensajes de desprecio al debate, al diálogo y a los ciudadanos, que esas empresas electorales llamadas partidos políticos no dudan en regalarnos todos los días.
El común de los mortales aprende a convivir con la violencia y a aceptar como normal lo intolerable, en forma tal que la expresión ‘tocar fondo’ se hace cada semana más relativa.
El ciudadano aprende a preferir tener una vida al margen del Estado, y éste respira aliviado cuando puede evitar cumplir con deberes básicos como garantizar los derechos a la seguridad y justicia.
Guatemala y Honduras parecen condenadas a girar en torno al ojo de una tormenta perfecta, que combina la debilidad institucional, favorecida por una élite cortoplacista, y en permanente reacomodo con los sectores emergentes, y la apatía de unas clases medias urbanas que aspiran a que llegue su momento de usar el Estado y sus recursos en su propio beneficio.
La política, los políticos, y lamentablemente con ellos la democracia, se convierten en una categoría lejana y depreciada.
¿Qué nos espera? en el oficio del análisis político ciertos oráculos vaticinan de cuando en cuando el apocalipsis. Y desde el distrito hotelero de Tegucigalpa o la zona 14 de Guatemala, cuesta imaginarse que eso pueda suceder con la alineación de la cooperación a las prioridades del país. Total, Siria y Ucrania son prioridades y Centroamérica, un accidente de la Guerra Fría.
Mientras, el agro concentra la riqueza y no paga Salario Mínimo, la desnutrición mata a la siguiente generación y lo realmente importante es discutir la competitividad.
Lo realmente burdo de vivir en este absurdo es la falta de credibilidad del asombro.
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