Sin embargo, muy pocas veces criticamos o comentamos a otros emisores de opinión, y si lo hacemos es de manera tangencial o indirecta, la mayoría de las veces porque los temas y asuntos son tantos que es preferible emitir opinión particular que criticar la de otros.
Sin embargo, la opinión de Adolfo Méndez Vides de esta semana en elPeriódico (17/10) resulta inaceptable en una de sus partes y, siendo contraria a lo que desde este espacio hemos argumentado con relación a los derechos humanos en varios momentos, vale la pena expresar nuestro disenso, particularmente porque viene de un intelectual que es ya un referente de la literatura nacional y quien, en lo personal, me merece todo el respeto y aprecio que más de 40 años de conocernos conlleva.
En su nota en que critica la absurda medida de este gobierno de uniformar a los motoristas con chalecos naranjas para así, supuestamente, evitar los asaltos a los conductores de carros, Adolfo, con bastante claridad, manifiesta que cuando la ciudadanía pide acciones contra la delincuencia, este gobierno responde “Exigiéndole un número en la espalda a los conductores de dos ruedas, vistiéndolos como presos. La verdad es que los prisioneros somos nosotros”. Con este razonamiento estoy totalmente de acuerdo.
Sin embargo, al hablar de los reos se lanza a afirmar que: “Nuestro país anda siempre de cabeza, porque aquí a los presos los mantenemos y alimentamos nosotros, invirtiendo en ellos más que en la educación de los niños del futuro”(sic), para luego disparar que “basta que algún idealista se exceda en contra de los derechos humanos de los capos del crimen recluidos en la cárcel, para que se los persiga hasta en países recónditos con toda la fuerza de la ley y el apoyo internacional, porque lo único que en este país está prohibido es tocar a los maleantes” (el subrayado en nuestro).
Antes que nada no nos demuestra que la alimentación de los reos sea más costosa que la escolaridad de los niños (de hoy), y con poner a pan y agua a los reos no vamos a tener menos delincuencia. La delincuencia no se resuelve con dar peor comida a los reos, es un fenómeno social altamente correlacionado estadísticamente con la pobreza.
Pero lo que más asusta de su nota es la segunda parte de la cita y de todo lo que después argumenta. En el caso que le preocupa, las evidencias empíricas demuestran que no hubo tal refriega, y que los “idealistas” que cometieron supuestos excesos no eran más que una clica de cuello blanco, tan escoria como los que supuestamente asesinaron a sangre fría. Las evidencias existen, entre otras, videos que, hechos por la misma Policía, muestran a esa “escoria” siendo desnudada, atada y apartada, para luego aparecer vestidos con otra ropa -sin orificios de bala- y disparos por la espalda.
Quienes les asesinaron fueron en contra de toda ley y todo derecho humano, no digamos contra todo principio religioso. Uno de ellos ya se salvó de la justicia en Austria, pero sigue refugiado en ese país; allí no se negó el crimen, sino simplemente no le se le encontró culpable. ¿De quién huyó cuando salió a escondidas de Guatemala?, ¿por qué los otros dos “altruistas” fueron a refugiarse en otros países sólo después del asesinato de los diputados salvadoreños el 19 de febrero del 2007?, ¿huyeron de la justicia o de los afectados financieramente luego de ese otro crimen?
Es necesario no confundir limpieza social con altruismo. Hay que recordar que la CICIG y el MP optaron por dejar los juicios en esos países porque consideraron que en Guatemala no se tendrían condiciones para un juicio contra los criminales de cuello blanco -altos empresarios que desde los años setenta apoyan y practican la limpieza social- porque sus aliados y cómplices lo habrían imposibilitado.
A lo que las autoridades de Gobernación y la policía del gobierno de Berger hicieron, no se le puede llamar simples “excesos”, ni siquiera de homicidios, fueron evidentes asesinatos, pues las evidencias muestran que actuaron con premeditación -crearon toda una campaña mediática que hasta engañó al Presidente de entonces y a intelectuales como Méndez Vides- y alevosía -se ha demostrado que los reos estaban indefensos. Pero la justicia nacional e internacional les ha concedido a ellos todos los beneficios que en ningún momento dieron a sus víctimas, al grado que uno de ellos ya podrá ir a misa a la Stephansdom, pasear por la Karlsplatz y disfrutar de los murales en la Karlskirche.
En un país que se respeta, sea mayoritariamente cristiano, judío, musulmán o ateo, está prohibido atentar contra la vida de cualquiera, aún sean maleantes o asesinos de cuello blanco. Y eso, creo, lo aprendimos con Adolfo cuando aún éramos adolescentes.
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