El 22 de mayo de 2020, la AEU cumplió un siglo de existencia. Y, si «cambia lo superficial [y] cambia también lo profundo», como cantaba Mercedes Sosa, no hay que extrañarse de que la AEU también haya cambiado durante su recorrido histórico.
Aquí quisiera recordar algunos aspectos del movimiento estudiantil universitario en la década de los 90 [1].
Aunque resulte obvio, la AEU surge de la universidad estatal, la San Carlos. Esto es importante porque la composición del movimiento estudiantil obedece, en buena medida, a esa característica. Sectores de capas medias y populares accedieron a la formación universitaria y al movimiento estudiantil debido a su carácter público. Tras estudiar en colegios o institutos, podían estudiar una profesión pagando la suma de cinco quetzales al mes. Se tenga conciencia de ello o no, es una formación subsidiada con los impuestos del pueblo guatemalteco. Y en ese momento muchos se acordaban de eso.
También es necesario señalar que la sociedad guatemalteca de ese entonces todavía sufría la existencia y los efectos del llamado conflicto armado interno. El Ejército era una institución realmente presente en la sociedad. La represión política se manifestaba en hechos dolorosos y recientes como la desaparición de líderes estudiantiles en agosto y septiembre de 1989, el asesinato de Julio Cu Quim en la Huelga de Dolores de 1992 o el asesinato de Mario Alioto López Sánchez en 1994.
Pero había una contrapartida a la presencia militar. Pese al revés estratégico de los primeros años 80 y a la imposibilidad de la revolución, el movimiento revolucionario y las organizaciones revolucionarias tenían influencia real en el movimiento estudiantil. Esto significaba, de hecho, una doble militancia de muchos de los dirigentes e integrantes de la AEU y de las diversas asociaciones estudiantiles.
Con las contradicciones y los riesgos que esto implicaba, los integrantes del movimiento estudiantil también eran, en muchos casos, militantes (o simpatizantes) del PGT, las FAR o el EGP. Esto significaba procesos de formación, una estructura organizativa y un programa político.
[frasepzp1]
Pero también un clima cultural y político que se manifestaba de múltiples formas. Es evidente que la confrontación ya no era la que había existido en las décadas pasadas, y ya se contemplaba como horizonte la firma de la paz. Pero existía una retórica revolucionaria que animaba las discusiones del movimiento estudiantil y una imagen romántica de la revolución y del propio movimiento estudiantil que, pese a todo, persiste aún en ciertos sectores.
Las actividades propiamente estudiantiles se mezclaban con actividades en que confluían diversas expresiones del movimiento social guatemalteco. O con actividades de tintes conspirativos, como reuniones de discusión, volanteos o seguimiento de las líneas que tiraban las organizaciones guerrilleras [2]. Algunos estudiantes de ese momento todavía participaron en los frentes guerrilleros o en otras estructuras militares.
Las prisas y los afanes de las y los estudiantes se animaban con expresiones culturales como el teatro y la música con tintes fuertemente políticos. Había discusiones entre los seguidores de Silvio Rodríguez y los de Pablo Milanés. Canciones como Venancia o El Cristo de Palacagüina se podían mezclar con la música de moda en inglés o español. Incluso, las discusiones al calor de los tragos expresaban militancias distintas.
Existía una dirigencia estudiantil comprometida que, con todo y sus carencias, ofrecía dirección y era muy respetada. Participaba redactando comunicados, discutiendo con otros actores o enfrentándose a los antimotines en reiteradas ocasiones.
Pese a las contradicciones, defectos o limitaciones del movimiento estudiantil, cumplió su papel en su momento.
Un brindis a la distancia.
[1] Una entrevista a Mauricio Chaulón en un proyecto organizado por Isabel Juárez y Secil de León me animó a escribir estas breves líneas.
[2] Con un margen importante de negociación e independencia del movimiento estudiantil, que no era, de ningún modo, una correa de transmisión de las organizaciones revolucionarias.
Más de este autor