La primera de ellas en relación al problema fundamental. Es necesario saber historizar la situación y reconocer que el chavismo no se impone de la nada en Venezuela sino que emerge de las contradicciones y antagonismos ya latentes en ella misma.
Además, en estricto rigor, en el chavismo el problema radica más en sus golpes y amenazas al componente liberal (liberalismo político, no económico o "liberismo") y no tanto, al componente democrático (regla de la mayoría). Para algunos de nosotros, admiradores de cerca de Bobbio, en la modernidad el Estado democrático y el Estado liberal deben implicarse, puesto que su justa relación debería constituir una de las más importantes y continuas luchas políticas. No olvidemos que Bobbio aprende de primera mano, del fascismo que la tradición política liberal es irrenunciable. Y la humanidad entera debiera de haberlo aprendido del nazi-fascismo, del sovietismo, del pinochetismo, del castrismo…
El proyecto bolivariano entonces, puede criticarse por su tajante negación de abrir sus brazos al componente del liberalismo político (vuelvo a repetir, no al "liberismo"). Sin embargo, aún criticando lo peor del chavismo pero reconociendo que el chavismo no es un cuasi-totalitarismo, cuando el chavismo se supere será beneficioso en general para el espectro político, pues sus residuos atarán las coordenadas discursivas de la política en Venezuela. Puntualmente, las habrá desplazado a la izquierda y el que quiera aspirar al poder no podrá más que reconocerlas y tener que lidiar con ellas. Será lo inverso con referencia a lo sucedido en Estados Unidos con respecto al reaganismo para la cultura política estadounidense. Desplaza las categorías del marco discursivo a la derecha y resulta difícil no reconocerlas para ganar el electorado.
En Venezuela sucedería entonces lo mismo pero a la inversa con el legado chavista. Pero ¿Acaso eso se refleja ya en la figura y agenda de Capriles, que si no fuera porque tiene de frente al chavismo, su agenda y proyección es una fuerte y neta centro-izquierda? En efecto, motivado por más de una década de chavismo en el poder.
Ahora bien, cómo segundo punto de discusión, me refiero en esencia a los proyectos político-sociales que resultan de la inevitabilidad y de la superación de las condiciones históricas de cada contexto.
El pasado lunes 25 se celebró la Pascua judía.
Shlomo Avineri, marxista israelí y Profesor de Ciencia Política en la Universidad Hebrea define esta celebración, con respecto a la secularización de su sentido comprensivo, cual una ´metáfora enraizada no en una historia particular únicamente, sino en una de tantas historias del género humano donde las cadenas de la esclavitud y la opresión se vienen abajo´.
Uno de los rezos tradicionales de esta festividad dice lo siguiente: ´Harim hadafnu bli sheklal yadanu ech lichom, ´. Y significa, ´Pudimos mover montañas sin saber cómo pelear´. Frase loable para una noche de recordación pero alejada de toda realidad. La historia nos muestra que las montañas no se mueven por fe sino por la lucha de los pueblos.
En efecto, es el giro y la constante de la historia. De las Termópilas a la marcha de Espartaco hacia Roma, de la resistencia irlandesa contra el brutal imperialismo británico expresada en el lamento de Bonnie Portmore a la abolición de la esclavitud en Estados Unidos; la lucha por los derechos civiles entre los mexico-americanos y los afro-americanos en Estados Unidos, El Mayo del ‘68, la resistencia palestina y la resistencia del gueto de Varsovia…
Tantas y tantas historias de resistencia en los diferentes pueblos cual historias compuestas de lágrimas que añoran esperanza pero, nutridas todas en la correcta esencia del pensamiento marxista: La oposición y rechazo fundamental a todo tipo de desigualdad.
Partiendo entonces de un marxismo marxiano, otra referencia interesante de Avigneri. Reconoce Avigneri en su clásico ensayo ´El Pensamiento Político de Marx´, que no por nada, cual judío en herencia, Marx inicia su vida intelectual reflexionando sobre la cuestión judía. Su propuesta de emancipación, para liberar al hombre de la servidumbre del ´trabajo asalariado´ tiene en efecto tintes de mesianismo judío.
Ahora bien, alejados de todo mesianismo idealista, lo que debe hacerse es convertir al mesías y al dios liberador de la Pascua en el sistema liberador de los hombres, en el sistema emancipador de las minorías, en el sistema protector de los indefensos e igualador de los estamentos.
El dilema es, si este proceso transformador puede llevarse a cabo desde los puestos de dirección o, si en efecto, es necesario romper las estructuras desde abajo. Pregunta compleja.
Pero mientras tanto, no olvidemos que todos tenemos una Pascua, una liberación personal que vivir.
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