Desde la semana pasada tengo el gusto de tenerla de visita en Washington, y el domingo me pidió que fuéramos a misa. Decidimos ir a la catedral de Washington, una iglesia bellísima de estilo neogótico de ésas que al entrar uno siente que entró al cielo. La misa empezó cuando una mujer con alba y casulla verde recibió a la congregación y dio anuncios generales de la iglesia.
La mujer era rubia y muy sonriente, parecía un ángel, nos llamó la atención su vestimenta pero pensamos que los estadounidenses tienden a ser muy formales en sus misas, y que quizá ésa era la razón. Para susto de mi mamá y sorpresa mía, al entrar la procesión e iniciar formalmente la misa no había ningún hombre en el altar, eran tres mujeres. Hasta el momento del sermón, nos dimos cuenta que detrás de ellas estaba sentado un sacerdote.
En el medio estaba la sacerdotisa que nos recibió, a su izquierda una mujer de origen afroamericano muy arreglada con el manicure perfecto y zapatos de tacón, a la derecha las acompañaba otra mujer rubia de pelo corto con un aire intelectual. Las tres emanaban una energía muy especial. Detrás de ellas estaba un hombre de unos 70 años. Los ritos de la misa se los repartieron, los cuatro tuvieron un papel que parecía era el adecuado a su personalidad y energía.
Mi mamá me preguntaba si la misa era católica, yo le contestaba que sí. No fue hasta el credo que entendí que ésta era una misa católica pero no romana. Fue entonces cuando comprendimos qué estaba pasando. Para ambas esto fue como un viaje al futuro, al futuro de lo que ambas deseamos que pase en la iglesia católica, apostólica y romana.
Contrario a las misas romanas, en esta misa no había una sola persona en el altar, parecía una familia. En una familia todos tenemos un rol importante, cada quien da y recibe amor de forma diferente, y ésa era precisamente la dinámica en esta misa. Los cuatro generaban un balance muy enriquecedor.
Ver a una mujer consagrar el pan y el vino fue impactante. Las mujeres no tienen ese derecho en la iglesia romana, y creo que no existe ninguna prohibición para que lo hagan. Y de haberla creo que es importante que se revise, esto sería un gran avance para la Iglesia. Considero que las mujeres en el sacerdocio podrían darle esa energía revitalizadora que tanto necesita esta institución.
La posibilidad de participar en todos los espacios de la vida pública para la sociedad es imprescindible. Necesitamos que los niños tengan claro que no hay ninguna actividad prohibida para las mujeres ni exclusiva para los hombres. Ahora, en la iglesia católica romana, ésta es una actividad exclusiva para los hombres. Varias veces he escuchado que el catolicismo rompió con muchos paradigmas machistas; contrario a otras religiones, los católicos se jactan de haberle dado a la mujer calidad de igual.
Esto puede ser cierto, si se hace un estudio comparado de las religiones en el siglo 16, pero ya no es un argumento válido para la iglesia católica apostólica y romana del siglo 21. Creo que el Papa Francisco debería de tener esta reforma como su prioridad número uno, puesto que no creo que la negación de la participación de la mujer en el sacerdocio tenga una explicación lógica en la actualidad.
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