Sin embargo la cosa es más sencilla, aunque duela admitirla. Veamos la lista de los 28 “mejores colegios” de la zona metropolitana. Revise los resultados y olvídese de los puestos, que las carreras son para los caballos.
Reconozcamos primero que no se trata de los usuales sujetos del MINEDUC. No son escuelas rurales con un maestro, sin agua potable, donde los estudiantes llegan sin desayunar. Las cuotas altas permiten reclutar buenos maestros. Así que las condiciones están, ¿no?
Y sin embargo, vea los números. Sólo en dos planteles –menos del 10%– pudo la totalidad de estudiantes pasar el mínimo requerido en lenguaje y matemática. Lograr eso que consideramos la responsabilidad, ¡la primera responsabilidad! de la escuela. En sólo siete planteles pudieron todos pasar el mínimo en al menos una materia. Nueve en total, de los 28.
De allí, la cosa sólo se pone más dramática. En una institución 87.5% de los patojos pasaron el mínimo en lenguaje. Es decir que 12 de cada 100 no le pegaron a la diana. Hay 18 instituciones (¡64%!) en que al menos 11 de cada 100 chicos no lo hicieron en matemáticas. Y conste que la meta no era acertar en todo.
Hay una institución en que 73.6% de los estudiantes llegó al logro esperado en matemática. Dicho de otra forma: uno de cada cuatro patojos se habrá graduado sin superar aceptablemente la prueba de matemática. Sin poder hacer cosas como resolver problemas que incluyen porcentajes.
Recuerde: no se trata de la escuela Rural Mixta No. 739 “Presidente Roberto Mugabe”, ni del Instituto por Cooperativa “Vladimiro Montesinos”. No, son los planteles ¿mejor? calificados. Así que dejemos por un momento a los chicos hambrientos, maestros en huelga y aulas sin textos. Es, sin más, nuestra élite. Son los hijos del poder y del dinero, de la intelectualidad esforzada y de la fe.
¿Y qué es lo que reciben nuestros angelitos a cambio de la devoción de sus padres al sagrado principio de la educación segmentada por capacidad de pago, a cambio de sus elevados costos de matrícula? ¿Que obtienen a cambio de largos viajes de madrugada en un bus amarillo yendo al recinto de a saber (perdón, del saber)?
Tácheme de malasangre, pero siempre volvemos al mismo punto. Dicen los estadísticos que no es igual mandar a examen tres chicos que 130. Sí, pero igual se espera que alcancen el mínimo. El mínimo. Para eso los mandamos, y encima los colegios los filtran para echar a los “malos”. Veámoslo de otra forma. Ignoremos las escuelas individuales. Tomo los chicos de los 22 colegios con al menos 30 examinados según el artículo de Contrapoder, y los pongo en un solo grupo (sí, se parecen lo suficiente, no me salga con excusas). Son 1,609 estudiantes. De esos, calculo los que no pasaron en lectura. Son 68. Cuatro de cada cien hijos de esta élite salieron del bachillerato sin siquiera leer bien. Los que no pasaron la prueba de matemática fueron ¡228! Uno de cada siete.
Con generosidad Contrapoder califica: [esque fíjese que] la prueba no es vinculante y “[e]sto provoca que muchos chicos no le den importancia”. ¿Acaso una buena educación no incluye formar a la gente para que se tome en serio las cosas? Tanto hablar de valores...
De nuevo, no es para condenar casos particulares –razón de más para no publicar estas listas– y sí, hay resultados soberbios, a un precio igualmente soberbio. Pero reconozcamos: en Guatemala, lo que ese tipo de estudiantes recibe de este tipo de educación es, sin darle muchas vueltas, un resultado que no vale lo que cuesta.
Y allí está el punto. Algunos quizá ya no aprendan lectura y matemática, o quizá sí, o quizá no las necesiten. Pero al menos saquemos la lección. Amigo de élite, señora de abolengo, profesional de clase media, no se engañe. Éstos no son problemas de pobres, de otros. Por un momento deje de afligirse por su hijito, por su colegio. Usted, yo, el campesino y todos nuestros hijos navegamos en el mismo barco, hoy plagado de agujeros. En la educación como en tantas otras cosas, unos no saldremos sin los otros. Deje ya esas ínfulas, que la cosa como va no funciona. Dejemos de ser una élite burlada.
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