El anunciado tsunami no alcanzó Guatemala en esa ocasión y la decepción de quienes le esperaban fue transmitida en un noticiero televisivo.
Es difícil estimar si la población hubiera dejado sus viviendas en caso de un tsunami de gran magnitud y es razonable pensar que solo algunos grupos hubieran atendido las alertas oficiales. Lo anterior obedece a que incluso en situaciones de alto riesgo, la gente puede negarse a dejar atrás sus escasas pertenencias, y debemos tener presente que la percepción social del riesgo está mediada por diversos factores.
Examinemos un ejemplo dramático: En 2005, durante el paso de la Tormenta Tropical Stan, la Aldea Casas Viejas en Santa Rosa recibió las alertas oficiales y las facilidades para evacuar hacia albergues de emergencia.
Sin embargo, un líder religioso congregó a la Aldea, y les pidió que no evacuaran, y según testigos presenciales les dijo que “si era el momento de morir lo harían juntos y que debían quedarse a esperar la voluntad de Dios”.
Horas más tarde, tuve contacto telefónico con una mujer que desesperada pedía ayuda para evacuar la zona porque temía por la vida de sus hijos, pero ya era muy tarde. Todas las vías estaban inundadas.
Afortunadamente, no hubo pérdidas humanas qué lamentar, pero la ignorancia y la irresponsabilidad pusieron en grave peligro a muchas personas.
Más que criticar a un individuo, es útil reflexionar sobre las formas en las cuales se percibe el riesgo, y las razones para evadir los llamados oficiales incluso ante la inminencia de un evento conocido en esa zona: las inundaciones.
Retomando el escenario de los tsunamis y en un intento de explicación podríamos argumentar que no estamos familiarizados con los maremotos, pero en 2004 un evento similar mató a más de 250 mil personas en el Océano Índico con amplia cobertura en los medios guatemaltecos y en 1992 otro tsunami mató a unas 170 personas en Nicaragua.
En suma. Existen instituciones con acceso a fuentes de información científica que pueden alertarnos de un tsunami en el Caribe y en el Pacífico.[fn]Nótese que si la fuente generadora del tsunami es cercana a la costa, se reduce significativamente el tiempo para alertar a la población. En ese caso la señal a reconocer es la disminución rápida del nivel del mar.[/fn] Lo que no tenemos son sistemas de alerta y alarma específicos, y tampoco tenemos una cultura de protección en los litorales. Algunos proyectos de preparación abordan el tema, pero estamos todavía lejos de esperar una respuesta adecuada de la población, especialmente de los grupos más vulnerables (los más pobres).
De manera que en un ejercicio de pragmatismo, es en las instituciones donde debemos esperar una actuación racional, y a través de procesos educativos, de largo plazo, podemos ir construyendo una cultura de preparación. Y cuando hablamos de instituciones, debemos incluir a las iglesias, los medios de prensa, las municipalidades, los hospitales, las escuelas y hasta los partidos políticos.
Recuerde entonces que la próxima vez que esté en la playa, si observa que el mar se retira, no acepte comprar esa deliciosa y fría cerveza que le puedan ofrecer para contemplar el espectáculo. Corra a un lugar alto como una colina o la azotea de un edificio bien construido, y trate que otras personas hagan lo mismo.
* El Instituto Nacional de Sismología Vulcanología Meteorología e Hidrología –INSIVUMEH– y la Secretaría Ejecutiva de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres –SE CONRED– emitieron boletines sobre el evento. Asimismo se pidió calma a la población y se indicó que no había alto riesgo para el país.
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