La lógica detrás de esta idea era que estos niños iban a sufrir y que no estaban en condiciones de adaptarse a la sociedad. Se convertían, pues, en una carga para quienes los cuidaban y económicamente retrasarían a todo el entorno. En la Alemania nazi, aquellas personas que tenían discapacidades mentales y físicas eran vistas como inútiles para la sociedad y eran asesinadas bajo programas como el T4. Hitler consideraba que estas personas no eran merecedoras de la vida.
Estas posturas son sumamente duras y parten de una visión utilitarista del mundo. Sin embargo, el mundo ha pasado por un proceso de humanización y cada vez más las personas con alguna diferencia física o mental pueden adaptarse y vivir vidas dignas y plenas. Entre más desarrollados los países, más se evidencia este tipo de cambios.
La semana pasada tuve una experiencia muy enriquecedora. Tuve que contratar un servicio de mudanza. Todo lo arreglamos vía correo electrónico. Quedamos en hora, lugar, precio y condiciones. De hecho, encontré el servicio por Internet. Así funcionan las cosas por estos rumbos. No hay necesidad de hablar, pensé.
El día de la mudanza llegó. Camino al lugar recibí un mensaje de texto al celular confirmando hora y lugar. Me sorprendió el excelente servicio y el seguimiento que me estaban dando. Al salir del local y buscar a las personas que me iban a ayudar, un hombre con una camisa con el logo de la empresa se me acercó con un cuaderno con el que se presentaba a sí mismo y a su compañero y me escribió que eran sordomudos.
Yo me quedé impresionada. No sabía si contestarle y me leería los labios o si coger el lapicero y responderle por escrito. Decidí hacer lo segundo. Al subirme al camión tuve una conversación con señas y gestos con uno de los muchachos. El lenguaje corporal está subvaluado, pensé en el camino. Tenía mucho tiempo de no prestarles tanta atención a los gestos y a la energía con que las personas se comunican.
La experiencia fue silenciosamente fuerte. Recogieron todos los muebles, manejaron adecuadamente y yo me sentí muy segura. El miedo normalmente es una reacción a lo desconocido. Estoy segura de que muchas personas en Guatemala rara vez contratarían a una persona sordomuda. Las razones probablemente estén basadas todas en desconocimiento.
La discriminación solo se combate quitándonos el miedo, conociéndonos. Yo nunca pensé que quienes fueran a ayudarme con la mudanza serían sordomudos. Habría sido ilegal que me dijeran que eran sordomudos. Ese tipo de política pública seguramente será criticado por muchos porque, al final, uno podría argumentar que uno tiene derecho de escoger quién le presta un servicio. Pero yo creo que, si queremos ser parte de un mundo más humano, tenemos que abrirnos a la posibilidad de aceptar políticas de este tipo.
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