Cuando me enteré de semejantes reformas (las realizadas por la anterior administración), pensé: «Primero nos borraron la historia. Ahora quieren cortar nuestras raíces». Porque ¿en qué cabeza podría caber trastocar las ciencias sociales en orden a una visión de emprendimiento y productividad? ¡Por el amor de Dios! Estamos hablando de la invisibilización de la historia y de soslayar el ejercicio del pensamiento crítico en los educandos.
¿Que se quiere emprendimiento? Pues venga. ¿Se quiere incentivar la productividad? Bien, no peleamos por ello. Pero impedir el análisis de todas aquellas coyunturas que han generado pobreza y de aquellas otras que puedan recuperar nuestro entretejido social no tiene nombre.
Si acaso tiene duda, respóndase el lector las siguientes preguntas. ¿Sabe de las jugarretas de Gabino Gaínza durante los sucesos que conocemos como independencia de Guatemala? ¿Sabe de la adhesión al Plan de Iguala para anexarse a México? ¿Ha leído acerca del Plan Pacífico de la Independencia, pactado por Juan José y Mariano Aycinena, Pedro Molina, Mariano de Beltranena y José Francisco Barrundia? Si su respuesta es no, tarea tiene. Porque el concepto de próceres y de padres de la patria de muchos personajes a quienes hoy reverenciamos como tales debemos replantearlo.
Y para quienes viven en la región II, en el norte de Guatemala, ¿han leído los tratados mediante los cuales se pactó la entrega de las tierras de Verapaz a los alemanes durante el siglo XIX?, ¿saben el porqué de la forma (límites y fronteras) del mapa actual de Guatemala? Yo estoy seguro de que muchos dirán que no. ¿Y saben por qué? La razón es muy sencilla: esas modificaciones a nuestras fronteras y esos tratados fueron tan oscuros como la confección y la firma del acuerdo (entre Guatemala y Estados Unidos) que nos convirtió en tercer país seguro.
Entre los años 60 y 70 del siglo pasado, la enseñanza de la geografía y de la historia era totalmente diferente a la de la actualidad. En tercer grado de primaria estudiábamos historia y geografía de Guatemala; en cuarto año, historia y geografía de Centroamérica; en quinto, historia y geografía de Hispanoamérica, y en sexto, historia y geografía universales. Pero los maestros de entonces convertían aquel montón de datos ordenados cronológicamente en señoras cátedras que permitían la discusión y el análisis y fomentaban un pensamiento crítico en sus alumnos. Teníamos los educandos la capacidad de trasladarnos de la historia como ciencia que estudia el pasado a la historiografía, que está vinculada al análisis y a la forma de interpretar esa historia.
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Harta razón tuvo entonces don Mariano Picón Salas, el padre del ensayo latinoamericano, cuando se refirió a la manera en que se manoseó la enseñanza de la historia en América Latina: «La historia de la cultura hispanoamericana en su integridad y complejidad, en aquella como alta intuición poética que reclama toda historia para que sea algo más que un amasijo de datos ordenados cronológicamente, aún está por escribirse, y no es mucha vanidad reclamar en este campo de estudios un modesto sitio de rastreador». Está citado por Mirla Alcibíades en su ensayo La heroica aventura de construir una república. Familia-nación en el ochocientos venezolano (1830-1865) [1].
Nos queda la duda: ¿por qué se quiso trastocar la enseñanza de las ciencias y disciplinas que pueden permitirnos la recomposición de nuestra sociedad? Hipótesis personales tengo, pero vale la pena que cada quien se plantee las propias.
Este nuevo gobierno (no obstante el nombramiento de algunas personas que le hacen más daño que bien) está dando luces de esperanza. Ha comenzado por recuperar la elegancia y la distinción en la Cancillería, la credibilidad y la confianza en los altos mandos de la Policía Nacional Civil, y hay horizonte a la vista en cuanto a los propósitos que se tienen para combatir la desnutrición infantil. Pero, entre todas esas luces, quizá sea este ofrecimiento de la señora ministra de Educación de revisar tan infortunado trastrocamiento del Currículo Nacional Base el que nos dé más ánimo y optimismo.
Hasta la próxima semana si Dios nos lo permite.
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[1] Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamericana (2004).
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