Si la respuesta oficial recibe además, la cobertura de los medios de prensa, pueden darse las condiciones para fortalecer la gobernabilidad y cohesionar a grandes sectores de la población. En ese sentido, una situación de crisis real o percibida, puede facilitar los consensos políticos, y la sociedad civil puede respaldar temporalmente a un Gobierno que tenga incluso, escasa legitimidad.
Acaso un buen ejemplo de lo anterior, es el manejo de la crisis provocada por el terremoto de 1976 durante el Gobierno de Laugerud García.[1]
La experiencia demuestra que las crisis y las oportunidades provocadas por los desastres, tienden a existir en una coyuntura o periodo de tolerancia especial que puede ser aprovechado para hacer lo que manda la ley y atender a las personas más vulnerables y también para la promoción de negocios lícitos al amparo de las excepciones permitidas en esas circunstancias.
No debe extrañar entonces, que una crisis bien manejada pueda insuflar capital político incluso a la administración más desgastada. Pero no en todos los casos habrá un balance positivo para el Gobierno. Especialmente cuando la población no percibe una gestión honesta en los recursos destinados a las personas damnificadas.
Estudios realizados en los últimos 40 años muestran que la población en esas circunstancias está dispuesta a hacer sacrificios, pero la tolerancia ante la corrupción disminuye dramáticamente en ese periodo especial. A ese respecto Olson[2] ha propuesto una correlación positiva entre la ocurrencia de grandes desastres y la inestabilidad política (incluso la caída) de algunos regímenes.[3]
En contraste, existen desastres que no son políticamente sexys. Acaso sea su aparición lenta, que no permite un encuadre periodístico que genere sorpresa como los casos de desnutrición infantil. También podría ser que algunos eventos son dramas humanos, pero se repiten de manera regular, y el público deja de tener interés en su ocurrencia, por ejemplo las muertes provocadas por la delincuencia o la mayoría de los accidentes laborales y de tránsito.
En Guatemala, el Decreto que creó a la CONRED[4] es contemporáneo de los Acuerdos de Paz y ha posibilitado un desarrollo institucional que supera por mucho las capacidades de otros países en la Región. Sin embargo, el mandato principal que la ley asigna a la CONRED no incluye muchos eventos de aparición lenta, asociados al cambio climático, y tampoco se incluyen los accidentes o emergencias menores, salvo casos excepcionales.
En cierta forma, la creación de la CONRED tiene relación con la importancia política de ciertos eventos dañosos, y podría afirmarse que con pocos recursos esa institución hace un buen trabajo.
Como se mencionó antes, existen múltiples situaciones de riesgo y eventos que continúan sin atención, y que requieren ante todo de un Estado fuerte, que pueda regular actividades generadoras de riesgo, y que pueda planificar el uso de recursos estratégicos como el agua o el suelo. Y en ese marco, la responsabilidad no le corresponde a la Secretaría Ejecutiva de la CONRED, sino a otras instituciones como las Municipalidades, que están obligadas a realizar ordenamiento territorial. Del mismo modo, persiste una gran debilidad en los Ministerios a cargo del ambiente, la salud, la agricultura y el trabajo por citar solo algunos ejemplos.
La respuesta en casos de emergencia o desastre es importante y debe fortalecerse. Sin embargo, los problemas de fondo que requieren abordajes de largo plazo se postergan con facilidad. De allí que la brecha humanitaria[5] entre la prevención y la respuesta continúe creciendo en los centros hegemónicos y en periferias desequilibradas como Guatemala.
Para agravar lo anterior, la regulación estatal de actividades generadoras de riesgo colisiona frontalmente con las prácticas neoliberales y la ideología de un Estado mínimo que no interfiere en la actividad empresarial. La respuesta a una emergencia o desastre en cambio, se presta para las prácticas del mercado y las campañas de solidaridad que incluyen eventualmente publicidad subrepticia hasta de productos dañinos para la salud.
Para cerrar este espacio, es necesario mencionar que abundan los ejemplos de desastres antrópicos[6] que pudieron haberse evitado con una regulación adecuada. En esos casos, los eventos pudieron haber sido políticamente sexys hasta que ocurrieron. La prevención es más barata, pero no es tan atractiva.
* El autor es Administrador egresado de la USAC, con Maestría en Investigación de Política y Sociedad de la Escuela de Ciencia Política de la USAC. Ha trabajado en la gestión de riesgos y ejercido la docencia con varias instituciones los últimos 25 años y se especializa en la planeación, el desarrollo de capacidades y el diseño y desarrollo de procesos de capacitación.
** El Dr. Richard Olson, en ese entonces Profesor de la Universidad de Arizona, empleó el término “sexy” para referirse a las condiciones generadas por situaciones de desastre desde la perspectiva de la Ciencia Política, en una conferencia en Guatemala en 2000.
[1] El 4 de febrero de 1976 un sismo afectó Guatemala provocando la muerte de al menos 29,000 personas y destruyendo infraestructura y cientos de miles de viviendas. Los efectos sociales y económicos fueron dramáticos. No obstante lo anterior, el Gobierno implementó planes de contingencia y campañas de comunicación que según varios analistas, le generaron legitimidad social y apoyo político de diversos sectores, a pesar de la percepción popular de haber llegado al poder mediante un fraude electoral.
[2] Olson. Disasters and Political Unrest (1998).
[3] Olson. Disasters as Critical Junctures? (2003).
[4] Decreto 109-96 del Congreso de la República, que dio vida a la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres. Esta institución es la encargada de la Protección Civil en Guatemala.
[5] Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (1993) Informe mundial sobre desastres 1993. Nota del autor: Pese a que la cita corresponde a 1993, el asunto tiene plena vigencia.
[6] En general, no existen los desastres naturales. Para que ocurra un desastre deben concurrir las amenazas y las vulnerabilidades, y por lo regular la actividad humana está implícita de alguna forma. No obstante, es útil visibilizar los eventos antrópicos, es decir, aquellos causados directamente por la actividad humana.
Más de este autor