Tu mirada brillaba de una manera distinta. Ese día se había dado un paso más en la búsqueda de justicia. Con esa llegada de la aurora, un tribunal convirtió en verdad judicial lo que durante décadas había sido una verdad histórica. Tu verdad, nuestra verdad, la verdad de las mujeres violentadas en su cuerpo por el esplendor de sus ideas. La verdad de los niños desaparecidos. De los niños a los que les robaron su futuro como botín de la violencia del Estado en contra de su pueblo.
Con la resolución del tribunal leída esa madrugada se coronó una fase más en el camino que has recorrido a lo largo de estos años. Un trayecto que has roturado día a día, junto con tus hermanas, tu madre, tu familia. Tu estatura se agigantó de dignidad, sostenida con la fuerza de tus palabras. Con la verdad y la energía de devolverles a tus verdugos la vergüenza. De convertirlos a ellos, los criminales, en los portadores de esta. Porque es a ellos a quienes les corresponde llevarla como recordatorio perenne de sus delitos.
A vos, amiga querida, te toca llevar el clavel de la memoria, la verdad y la justicia. Te pertenece y en tus manos es un motor que genera nuevas veredas para otras mujeres, otras personas, otras familias que también buscan justicia. Como la tuya hay 50,000 familias más en cuyas mesas hay un lugar vacío por un ser querido desaparecido. Como la tuya hay 5,000 familias en cuyas almas hay un cuarto de ausencias de niñas y niños arrebatados de la vida. Como la tuya hay miles de familias y mujeres cuyos cuerpos fueron objeto de agresión por el simple hecho de pensar y actuar en consecuencia.
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Por eso la conmemoración del primer aniversario de la sentencia en el caso Molina Theissen tiene ese sentido, querida hermana. Agradecer la lucha tuya y de tu familia por mantener viva la memoria de Marco Antonio, el niño de Guatemala, nuestro niño, símbolo de los niños desaparecidos por la acción terrorista del Estado. Agradecer la lucha tuya por señalar a los profanadores de tu cuerpo y de tu dignidad. Tiene el sentido de recordar tus valerosas palabras al trasladarles a ellos, los perpetradores, la culpa de los hechos. Lo has dicho por décadas y desde hace un año lo dicen las cortes en Guatemala, y eso lo convierte en verdad oficial: el Estado es culpable de las atrocidades que los condenados perpetraron contra vos y tu familia. Son culpables de haberte agredido y violentado y son culpables por haber secuestrado y desaparecido a Marco Antonio. Eso no habría sido posible sin la tenacidad de tu familia y sin la convicción de tu dignidad como estandarte.
El camino no ha sido fácil. Por el contrario, ha estado lleno de obstáculos y en ocasiones ha parecido una ruta sin fin. Por eso no ha sido extraño que, con todo el cinismo, pero especialmente con el alma llena de crueldad desvergonzada, la abogada de la impunidad tuviera el descaro de afirmar que Marco Antonio había estado físicamente en la sala durante la sentencia. Con semejante patraña no solo buscó la manera de invalidar el proceso y la sentencia, sino que, en una muy clara expresión de torturadora, también buscó infligir un dolor más grande para vos y tu familia.
Adictos a producir daño, no les bastó el mal que causaron en 1981. Necesitaban nutrir su afán de torturar y por eso recurrieron a la mentira cruel y despiadada, que también terminó estrellada en su rostro, símbolo de insensibilidad y sadismo. Para ellos y su abogada, la vergüenza y la condena, como las merecen.
Para tu familia, el abrazo del amor y la ternura por la tenacidad y la lucha digna en procura de justicia. Por esta ofrenda de justicia que está contenida en la sentencia. Para vos, querida Emma, un clavel rojo abrillantado en muestra de gratitud por tu lucha por la vida y por la magnitud de tu ejemplo de dignidad y valentía.
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