La nueva carretera apenas tiene tráfico y la disfrutamos como una de las más agradables que hemos conocido en Nicaragua para andar en bici. Largas rectas sin pendiente. Grandes árboles que crean zonas de umbría. Es domingo, día de iglesias, cantinas y partidos de beisbol. En el departamento de San Carlos, tierra ganada a la selva en los últimos 30 años, aún es tan común ver a hombres a caballo, como en toyotas hilux. Los caballos amarrados a las puertas de las iglesias, las cantin...
La nueva carretera apenas tiene tráfico y la disfrutamos como una de las más agradables que hemos conocido en Nicaragua para andar en bici. Largas rectas sin pendiente. Grandes árboles que crean zonas de umbría. Es domingo, día de iglesias, cantinas y partidos de beisbol. En el departamento de San Carlos, tierra ganada a la selva en los últimos 30 años, aún es tan común ver a hombres a caballo, como en toyotas hilux. Los caballos amarrados a las puertas de las iglesias, las cantinas y las canchas de beisbol, esperan mansos a sus dueños. Entramos en el pueblo de San Miguelito, un viejo puerto a la orilla del gran lago con todo el aspecto de haber conocido tiempos mejores, los tiempos en que las carreteras escaseaban por esta parte del país y todo viajaba en barco. Con sus viejos edificios de madera de dos niveles, como los que los británicos dejaron por todo el Caribe, San Miguelito conserva un aire decimonónico decadente y agradable. De la primera línea de casas frente al lago sale un muelle. El muelle mide unos 150 metros y por él corre una vieja vía férrea oxidada por la que en otro tiempo se deslizaban vagonetas para cargar y descargar los barcos. Visto desde el pueblo, el muelle se adentra en el lago, como un sendero que condujese al horizonte. Tomamos el sendero. Al final del muelle, un grupo de jóvenes fuma marihuana. Este debe ser el único lugar del pueblo en el que nadie mira. Tratamos de no incomodarlos. Nosotros también fuimos así. Al menos yo. En el horizonte, la tarde se va con una puesta de sol naranja intensa. Creemos adivinar a nuestra izquierda el archipiélago de Solentiname. Nos quedaríamos muchos años aquí mirando este lago que parece el mar. Pero mañana tenemos que irnos y esta será la última vez que veamos el gran lago. Tenemos menos de un mes para volver a casa. Menos de un mes para cruzar Nicaragua, Honduras y llegar a la Ciudad de Guatemala.
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