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"Tú entras al hospital y eres un objeto"

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"Tú entras al hospital y eres un objeto"

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Ella acompaña a muchas mujeres en el momento de su parto. En un suave susurro, consigue acallar los reclamos y palabras malsonantes que las parturientas gritan durante las insufribles horas de dolor. En esta entrevista, Viana Maza explica el trabajo de las doulas en Guatemala, las encargadas de acompañar a obstetras y parteras y de facilitar y humanizar el embarazo, parto y posparto de las mujeres. Y expone los problemas del sistema de salud del país a los que las pacientes se enfrentan en el momento de dar a luz.

Viana Maza es una doula. Una compañera, apunta ella. Su consulta, un pequeño espacio en la zona 10 de la capital, invita a entrar en ese mundo de relajación. Un gran árbol pintado en la pared, con fotografías colgadas de sus largas ramas, da la bienvenida a las parejas o madres solteras que acuden buscando lo que el sistema de salud pública de Guatemala no quiere o no puede dar. La labor de Maza no es sencilla. Consiste en humanizar el parto de las mujeres, en un contexto en el que frases como “si fuiste buena para abrir las piernas, ahora sé buena para empujar”, forman parte del día a día de los hospitales de Guatemala. “Vamos, puedes hacerlo, así, así está perfecto”, les dice ella, en cambio.

El espacio que Viana acondicionó, funciona a la vez como una escuela, por la que ya han pasado 38 alumnas que buscan adquirir los conocimientos necesarios para convertirse en doula. Actualmente trabajan en la capital, Antigua Guatemala, Quetzaltenango y hasta en el extranjero. “Intuición Materna”, el nombre de la escuela, cuenta con el aval académico de la Universidad Galileo y de la Red Mundial de Doulas.

El trabajo de Maza y el de las demás mujeres que acompañan a las parturientas, “no puede sustituir el trabajo del médico”, remarca la profesional, licenciada en psicología, que recuerda que la solución para combatir la violencia obstétrica hoy se encuentra en la suma de esfuerzos: el de las doulas, el de las parteras y el del personal de salud de los hospitales.

La palabra "doula", del griego δοῦλα (dula), significa "esclava". Luego, su significado cambió a "sirvienta". Ellas le han cambiado el sentido, ahora son las “acompañantes”.

¿En qué consiste el trabajo de una doula?

Las doulas somos acompañantes de las mujeres…. o de las de las mujeres embarazadas. Lo dudé un poquito porque a veces acompañamos también a mujeres que desean estar embarazadas. Les damos un acompañamiento continuo desde la gestación, el parto y el posparto. Históricamente las mujeres siempre estuvimos acompañadas en nuestros partos de nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras tías... Cuando el parto se traslada al hospital, esta tradición se pierde completamente. Nos vamos al hospital a parir solas. En los años 80, surgen estudios que demuestran que las mujeres parían mucho más rápido cuando estaban acompañadas y que era más placentero y había menos problemas. De ahí nace el nuevo término, que es “doula”, y se empieza a expandir, porque hay muchas mujeres que se sienten muy bien siendo acompañadas.

¿Hay diferencia entre una doula y una comadrona?

La doula solamente acompaña desde una perspectiva emocional. Sustenta, da apoyo… Y la comadrona atiende el parto.

¿Qué suelen buscar las mujeres que acuden a una doula?

Las mujeres me buscan en cualquier momento de su embarazo. Manifiestan su interés en ser acompañadas y yo gestiono cierta cantidad de visitas. En esas visitas me enfoco en la elaboración de un plan de parto. Un plan donde la mujer y su pareja, cuando tiene pareja, logran plasmar lo que ellos desean para su parto. Ahí es donde es más fácil acompañarles. Yo no estoy promoviendo un tipo de parto ideal para todos, sino más bien el parto que para la mujer o esta familia es lo ideal. Lo que intento hacer es ayudarles a que consigan lo que quieren.

¿Hay en Guatemala lugares que ofrezcan estos servicios diferentes?

Sí, pero no hospitalaria. Tiene que ser una alternativa.

¿Cuál es la alternativa?

Parteras. Parteras profesionales.

¿Qué papel juega el padre en las consultas con la doula?

Si hay papá, porque también me buscan madres solteras, la mayoría se involucra al cien por cien. Entonces se van asignando roles, se va viendo qué puede hacer cada uno. Otra clásica es que vienen y ella quiere un parto natural y él una cesárea, y quiere imponerla. Para mí, ese es el reto más difícil. Porque muchas mujeres se están perdiendo el parto que quieren por respeto al padre del niño. Y eso sí me toca una hebra. Las feministas hemos traído tanto al padre a la escena del parto, que ahora él también manda. Pero ¿de quién es el cuerpo? Ese es el mayor reto.

¿Cómo surgió para usted la idea de ser doula?

Lo de ser doula me buscó un poco a mí. (Ríe) Las mujeres me pedían que estuviera en sus partos hace más o menos 13 años. Me autoformé, comencé a leer mucho, daba conferencias y promovía mucho lo que era la humanización del parto. Trabajé en una organización de lactancia materna, y en los grupos de apoyo teníamos un 99% de mujeres con cesáreas innecesarias.   Entonces me empecé a formar más en España, donde hice una maestría en salud pública. Estando allá, me acerque mucho a las doulas y allá parí a mi segundo hijo. Ahí empecé a entender mejor el rol como tal y tomé el curso de doula. Después, las chicas me empezaron a buscar para aprender lo que yo hacía. Entonces me llega un correo donde dice que la Red Latinoamericana de Doulas ofrece un curso para formarse como maestra de doulas. Y lo hice. Fueron como diez meses y mi trabajo final fue entregar el pensum de mi escuela, que fue el que presenté a la Universidad Galileo. Me lo aceptaron y hoy somos la única escuela en Latinoamérica que tiene la certificación universitaria.

¿Cuánto cuesta formarse como doula en Guatemala?

Aquí está costando como Q7 mil. (Por un taller de 10 meses, que incluye el acompañamiento en prácticas).

¿Y a cuánto se cotiza el trabajo de una doula?

Depende. Yo cobro mucho más barato porque hasta hace poco era la única que atendía gente. Más o menos, como Q4 mil, el acompañamiento de embarazo, parto y posparto, como paquete. Pero puede ser sólo parto y posparto, sólo posparto… De todos modos, aunque las mamás no me pudieran pagar, yo trabajo mucho con trueque. Soy de la opinión que nadie que desea un servicio como ese puede quedarse sin él. La ventaja que tengo ahora es que tengo más de 30 estudiantes que no cobran por eso. Entonces yo puedo acompañar solamente a los que sí me pueden pagar. Si alguien viene conmigo y no puede pagar, la mandó con una estudiante, que está en prácticas y bajo mi supervisión.  Además, las chicas (las estudiantes) y yo entramos a una maternidad del Estado a hacer servicio comunitario. Los 30 días del mes había una doula cubriendo los partos. Ahí trabajamos hasta hace unos dos meses. A las mujeres no les costaba nada. Todo iba bien, pero después de un artículo que publicó Nómada, en el que se mencionaron las palabras “violencia obstétrica”, la directora nos sacó.

Las doulas, por lo general, no tienen una formación obstétrica o ginecológica. ¿Es necesaria?

La doula nunca está sola con una mujer de parto. Es como su hermana. No tiene por qué tener conocimientos porque ella no tiene por qué aplicar nada. La mujer elige el hospital, el médico, la partera… Siempre hay alguien que está a cargo de esta mujer que va a parir.

¿Suelen tener problemas con el personal de salud?

A mí un médico nunca me ha sacado. Me permiten estar con la mamá. De hecho ya soy muy cercana a ellos. Porque también para ellos supone una descarga de trabajo, porque las mamás al final van a requerir mucho menos.

Eso en hospitales privados.

Sí.

¿Y en los públicos?

Si voy a acompañar a una mamá que va a ir al hospital público, no puedo entrar. En uno privado sí, pero porque ella es la clienta. Y no siempre puedo entrar en todos.

¿Encontró carencias en el sistema de salud público?

Sí, sí, claro. Muchas.

¿Por ejemplo?

Las condiciones son… No sé cómo explicarlas. Es lo más precario de lo precario. No hay pañales; no hay guantes para los médicos; los hilos para suturar no corresponden al número, y tienen que suturar con otro hilo; las dejan con un pañal desde que entran y no las cambian... Yo he tenido que presenciar cosas que no me hubiera gustado pasar a mí. Entonces, no tengo por qué remarcárselas a la persona. Quiero que la mujer sienta que por lo menos tiene a alguien con ella. Las enfermeras gritan cosas horribles, y yo en el oído suavecito le digo: “Dale, yo estoy contigo, lo estás haciendo bien”.

¿Las doulas tienen que estar regularizadas fiscalmente?

Sí, si van a recibir dinero de alguien, sí.

En España hubo una crítica desde el Consejo General de Enfermería, que señalaba que algunas doulas trabajaban de manera fraudulenta.

Que cobraban en negro, sí. En España, la mayoría sí se formaron con formaciones muy cortas, y además cobran y les dicen a los doctores lo que tienen que hacer. Esa es una de las cosas que más he cuidado yo. En mi escuela me preocupo de tener un proceso de sanación personal. Estar presente en un parto, es algo demasiado importante, y tú no puedes venir a proyectar todo lo negativo. Las doulas tienen que aprender a sanar sus propias heridas. En España lo que pasó fue eso. Las matronas y enfermeras sintieron eso como intrusismo. De que había una carencia porque si no las mamás no buscarían una doula. Y eso es lo que más pelearon las doulas en España.

¿Las doulas juegan un papel importante contra la violencia obstétrica?

Sí. Lo que nos llegó a pasar ahí (en la maternidad), es que muchas de las estudiantes, sobre todo las más feministas, se sintieron fatal. No podían decirles nada a las enfermeras y a los doctores, porque las sacaban. De ahí surgió una nueva plataforma, que fue la Revolución de Las Rosas y la Red Latinoamericana y del Caribe para la Humanización del Parto y Nacimiento (Relacahupan) en Guatemala, que está conformada en mayor parte por doulas. Son plataformas mucho más políticas. Fuimos a hablar con Sandra Morán para empezar a trabajar y establecer la ley contra la violencia obstétrica. Lo que yo les digo constantemente a ellas es: “Si ustedes se pelean con una enfermera en esa maternidad, no van a cambiar el mundo. Nos van a sacar y ya está”. Pero eso no significa que no queramos estar agarrando la mano de esa mujer que está ahí hoy. Y al mismo tiempo, eso nos da la fuerza para trabajar en las leyes, para promover proyectos, para visibilizar la violencia obstétrica. Hicimos un proyecto de fotografías, proyecciones de documentales... Estamos visibilizando un tema, pero desde otras plataformas, a manera personal. Porque no queremos tener enfrentamientos con el personal de salud, que son parte de nuestra red.

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¿Qué han avanzado hasta ahora en las conversaciones sobre la tipificación de la violencia obstétrica?

En las conversaciones que tuvimos con las asesoras de la diputada, ellas querían escuchar diferentes puntos. Yo lo que hice es que les llevé las leyes de toda Latinoamérica, porque dependiendo el país en el que se esté, hay diferentes maneras de trabajar. Por ejemplo, países más extremos como Chile, hicieron la Ley contra la violencia obstétrica. En otros países más neutros y sutiles, como Venezuela, hicieron la ley por la humanización del parto. Y también están enmarcadas en diferentes códigos. La de Chile está bajo la Ley de Femicidio, y la de Venezuela está dentro de la de Salud de la Mujer. Entonces, ¿vamos a entrar de una vez a hablar de violencia obstétrica o debemos hablar mejor de la humanización de todos los procesos?

¿Se introducirá el papel de la doula dentro de la ley?

Hasta ahora en las pláticas sólo hemos tenido lluvia de ideas. Dependiendo de hacia dónde se derive, habría que incluir el término “acompañamiento”. Que no es necesario decir exactamente que tiene que ser el de una doula. Por ejemplo, la Ley de Maternidad Saludable dice que toda mujer en su trabajo de parto, tiene derecho a estar acompañada. Eso no se cumple en ningún hospital público del país, y está en la ley. Entonces, al final, ¿de qué sirve? En la misma ley dice que la mujer puede elegir la postura que ella quiere para el parto, propiciándose posturas verticales. Y tampoco se cumple. Entonces, ¿queremos otra ley para eso o mejor usamos las leyes que ya tenemos y hacemos pequeños cambios? Yo pensaría que ir con propuestas de humanización es bueno, incluyendo violencia obstétrica. A nosotras ya nos empiezan a llegar muchas historias. Antes, nada. Ahora ya se habla más, tenemos a médicos hablando, a mamás que dicen: “Yo sufrí violencia obstétrica”. Eso es de un año para acá.

Cuando escuchan esos testimonios ¿se animan a denunciar?

No, porque no hay en qué ampararse. Sólo queda difundir. Además estamos hablando de mujeres que fueron a parir a los hospitales más caros. Pagaron Q60 mil y las trataron peor que un perro. El personal cree que así es como tiene que ser. Una enfermera que te dice: “Cállate y vuelve a empezar”, es porque no tiene ningún registro en su cerebro de que eso es violencia.  Al final lo importante es que sea una decisión informada. Poco a poco. Saber que por ejemplo en algunos hospitales tienes todas las probabilidades de salir con una cesárea. ¿Es lo que te hace sentir cómoda? Adelante. Pero lo estás decidiendo tú. Porque hay otras opciones, pero conocerlas ya te hace tomar una decisión consciente, y te saca del rol de víctima. Todos pensamos que los médicos saben, y al final los grupos que tengo para sanar el parto, son los que están más llenos. Porque las mujeres no tenían conciencia de a qué iban, y las violentaron en uno de los días más importantes de sus vidas. Exponen su cuerpo, su feminidad y su sexualidad a mucha gente. Y queda una herida muy profunda. Porque tú entras al hospital y eres un objeto. Cualquiera te mete la mano en tu vagina, te la corta, te quita la bata. Y no te puedes quejar. Es como que hubiera dejado de existir tu cuerpo. Estás tan vulnerable, que cualquiera hace lo que quiere con él. 

 

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