Analicemos tres puntos clave: los perros, sus dueños y el papel del Estado.
Algunas personas culpan a los perros. Dicen que son razas agresivas por naturaleza. En el caso más mediático, los pitbulls nos recuerdan que esta raza no se dio espontáneamente. Es el resultado de mezclas sucesivas de bulldogs y terriers para crear un perro capaz de matar a un toro que pese hasta diez veces más (y ganar apuestas). Luego lo usaron para peleas entre perros, que en muchos lugares es un negocio y un inhumano espectáculo popular. Así pues, hay que acabar con los perros peligrosos (dóberman, bull terrier, rottweiler, tosa japonés, fila brasileiro, etcétera).
Por su lado, los defensores de los animales dicen que todo perro puede ser amigable y que el problema son los dueños.
Imagínese usted con 16 años. No dejan que vaya a estudiar o a fiestas, que salga con amistades (no tiene), que practique algún deporte, que somate alguna pelota dentro de la casa. Si hace ruido, hay castigo físico.
Así podemos intentar comprender la situación de un perro que nació para desarrollar fuerza física, agilidad de movimientos y destrezas inteligentes, pero que se ve confinado a un cerrado espacio (casa, terraza, patiecito). Una cruel condena de por vida.
Sí, un perro no es una persona, pero la evolución lo preparó para tener sentimientos. Científicamente explicado: su cerebro es capaz de segregar las mismas sustancias que en el cerebro humano causan estados como la alegría, el amor, la furia, la depresión y la ansiedad. Además, para su desgracia, son capaces de adoptar los estados de ánimo de sus humanos cercanos.
La ciencia que estudia el comportamiento animal es la etología. En el caso de los perros, dice que la agresividad resulta de la combinación de las características genéticas y el ambiente. Lo primero lo da la herencia. Lo segundo se compone de dos cosas: dónde vive el perro (y en qué condiciones) y cómo lo tratan las personas.
A los perros que atacan seguramente los apartaron de su madre muy jóvenes. No pudieron aprender de ella algunas destrezas y comportamientos (como mordedura suave o dura). Luego, si los humanos tampoco les muestran cómo relacionarse con niños, con otros perros y con su ambiente, entonces no se puede pedir resultados a la carta.
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Imagínese: un perro de esos necesita, como mínimo (no máximo), tres horas diarias de entrenamiento, socialización y actividad física. Nada de esto se puede suplantar con cariño ni remediar con patadas y golpes. Aquí puede ver algunas recomendaciones.
Cual sea la posición personal sobre este tema, las leyes no admiten interpretaciones a voluntad.
Guatemala cuenta con el decreto 22-2003 para el control de animales peligrosos y con su reglamento.
La ley debe cumplirse sin excepción. Recientemente, el gobernador departamental de Guatemala se excusó porque dijo no tener los recursos necesarios. Desconozco la opinión de los otros gobernadores, pero el caso es que la ley no dice, en ninguna parte, que el cumplimiento dependerá de alguna decisión administrativo-financiera.
Veamos algunos de los requerimientos legales:
- Debe haber un registro electrónico de animales peligrosos en cada gobernación departamental.
- Se debe tener licencia de vendedor y de comprador.
- Se debe renovar cada año la licencia de propietario (comprador).
- Se debe comprar una póliza de seguro por responsabilidad civil no menor de 100,000 quetzales.
- Hay que mantener al día los registros de controles veterinarios.
- El perro debe tener un dispositivo de identificación electrónica.
- El animal debe superar pruebas de socialización.
La ley tiene sus críticos, pero es la ley. Se puede modificar, se puede derogar, pero no se puede ignorar. Además, se debe hacer cumplir.
De esa manera, la cadena de responsabilidades en este asunto es muy larga. El tema no merecería una columna si no fuera porque continuamos recibiendo noticias de ataques caninos y porque las principales víctimas son niños y niñas que, si llegan a sobrevivir, tendrán consecuencias físicas y sicológicas por el resto de sus vidas. Además, eso trae secuelas de venganza, enemistades y más violencia.
Hago un llamado a los criadores, propietarios y potenciales compradores. También a los gobernadores departamentales. Que no haya necesidad de un caso paradigmático para entender las cosas.
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