El caso más reciente lo vi en la esquina de la 10a calle “A” y 32 calle de la zona 11. Llamó mi atención un cubo de colores, el cual abrió lentamente la tapadera, la cual contenía en su interior publicidad de un proyecto inmobiliario. Sentí indignación y enojo cuando me di cuenta que dentro de la caja se encontraba una persona, cuyo trabajo consiste en pasar allí las horas abriendo y cerrando la tapa para mostrar de una manera “llamativa” la publicidad.
A esas personas ya las había visto meses atrás en esa esquina, de pie bajo el sol, agitando carteles publicitarios de proyectos inmobiliarios, así que lo que vi fue una suerte de “innovación” mercadotécnica. Supongo que “expertos” o “gurús” de la publicidad son los que se están inventando estas prácticas para competir con otras formas, cada vez más crueles, de hacer publicidad comercial empleando a personas como si fueran máquinas.
Los ejemplos abundan. Jóvenes que deben pasarse el día haciendo malabares con un rótulo de pizza, agitando banderas para atraer clientes a una gasolinera, jovencitas que se pasan las horas bailando para atraer la mirada de los automovilistas, y los ya citados anunciantes de proyectos inmobiliarios, en los cuales personas de todas las edades agitan un rótulo para llamar la atención. Y, por supuesto, en estos días no podía faltar el proselitismo político recurriendo también a estas prácticas.
Saldrán al paso a decirme que esto no es ilegal, y que sobre todo, estas son personas de escasos recursos que reciben un beneficio neto al ser contratadas de esta manera. Que si ellos han decidido hacer de saltimbanquis todo el día en una esquina, debemos respetar su trabajo, porque todo trabajo es digno, y peor sería que estuvieran delinquiendo por allí. Es mercado libre en acción, oferta y demanda de trabajo en marcha.
Pero no tan rápido. Esta práctica se encuentra en la difusa línea que divide el trabajo digno y la explotación laboral. Está muy cerca de aprovecharse de la enorme necesidad de estas personas, que se ven obligadas a realizar casi cualquier cosa a cambio de subsistir.
Ahora bien, tampoco es algo tan raro en Guatemala. Las horrendas condiciones de trabajo que día a día sufren muchos campesinos guatemaltecos, también hace que estos abusos planteen ventajas relativas a tener que migrar del norte del país para aprovechar la demanda estacional de trabajo en las fincas del sur. La disyuntiva cruel e inhumana que esta gente debe enfrentar les hace preferir pasar todo el día dentro de una caja subiendo y bajando la tapadera, en vez de ser transportado en camiones, peor que ganado, una tortilla con frijoles al día como alimento, y pernoctar hacinado en galpones con la esperanza que el sueño aplaque el agotamiento y el dolor físico luego de un día de faena en una plantación.
Y es que el drama de la mayoría de los trabajadores del campo en Guatemala prácticamente pasa inadvertida para los capitalinos. Y cuando vemos a alguien haciendo de “máquina publicitaria” en una esquina, nos es indiferente o quizá hasta nos parece gracioso.
Semejante insensibilidad es cruel. E hipócrita. ¿Cómo es posible que no sintamos indignación al ver a alguien explotado de esa forma? ¿Será porque somos insensibles?
Para nada. Nos indignamos y mucho por otras cosas. La ola de indignación y escándalo en los medios y la ira de los líderes religiosos se desatan por el divorcio de la pareja presidencial o el asesinato de un cantante, exigiendo la sanción y la acción inmediatas. Entonces sí que demostramos la furia de la que somos capaces.
El nuestro es un código moral desbalanceado, pero sobre todo, perversamente fácil de manipular. Se supone que la Constitución y las leyes vigentes reconocen el derecho fundamental a un trabajo digno, y que las entidades del Estado deben dedicarse a garantizarlo. Sin embargo, en tanto nuestro código moral sea indiferente a la explotación laboral, estas normas no son más que un adorno.
Mientras la opción de muchos guatemaltecos continúe siendo resignarse a la explotación laboral, continuaremos condenados a la pobreza, el subdesarrollo y a la violencia.
ricardobarrientos2006@yahoo.com
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