Han resistido insultos, desprecio, olvido y persecución. Han sobrellevado en sus espaldas el sostén de quienes quedaron a su cuidado. Han mantenido con vida el reclamo por las vidas. Han sido hombres y mujeres, sobre todo mujeres, quienes llevan como estandarte la imagen de sus seres queridos. Esos otros hombres, esas otras mujeres, que un día, una tarde, una noche o madrugada, les fueron arrancados brutalmente y continúan desaparecidos hasta ahora.
Un 21 de junio, hace más de tres décadas, fueron cercados por elementos del escuadrón de la muerte, oficialmente llamado Comando Seis, al mando de Pedro García Arredondo, y fueron detenidos en las instalaciones de la Central Nacional de Trabajadores. En memoria de las y los sindicalistas, el 21 de junio se conmemora en Guatemala el Día Nacional de las y los Detenidos-desaparecidos. Esas personas que fueron capturadas por miembros de las fuerzas de seguridad o grupos para estatales y que luego fueron conducidas a instalaciones de seguridad para ser torturadas y permanecer sin registro oficial de su captura. Muchas fueron lanzadas a los caminos y sepultadas como equis equis (XX), la inconfundible señal que nombra a quienes no se identifica con nombre.
Cifras basadas en las denuncias, por lo tanto contienen un subregistro del dato real, estiman en 50 mil el número de personas que el Estado de Guatemala capturó y nunca presentó a los tribunales ni abrió registro oficial de su detención. Tampoco fueron sometidas a juicio ni devueltas a su familia. Permanecen en el limbo de la historia. No existen en los registros de prisioneros, no aparecen en los hospitales, no llegaron a las morgues, no están en los cementerios. No están. No están, pero estuvieron. Fueron padres o madres, hermanos o hermanas, hijos o hijas. Fueron seres humanos que construyeron una vida y que se esfumaron por obra y gracia de la política contrainsurgente que encontró en la desaparición-forzada la más cruel e inhumana estrategia de guerra criminal del Estado contra la oposición.
A las mujeres, hombres, ancianas, ancianos, niñas y niños, porque sí, también hay niñas y niños desaparecidos en este país que se niega a reconocer su tragedia, a todas ellas y ellos, no los hemos olvidado. No los vamos a olvidar. Los seguiremos reclamando en cada día de nuestras vidas y en las vidas que le sigan a nuestras vidas. Seguiremos escarbando la tierra hasta encontrar sus pasos.
Lo seguiremos haciendo, como lo han hecho día con día, los hombres y las mujeres, sobre todo las mujeres, que han caminado la historia para buscar la verdad. A los familiares de todas y todos los detenidos desaparecidos en Guatemala, a las y los que buscan en lo individual, a quienes lo hacen desde una organización de familiares y víctimas, a quienes lo llevan adelante desde una organización solidaria, a quienes dedican una plegaria por cada persona que ha sido arrancada del seno de su hogar en el pasado y en el presente, un abrazo por su esfuerzo.
A quienes no han sufrido esta tragedia les invitamos a investigar y a escuchar y compartir la experiencia de las hijas y los hijos, de los padres y madres, de las y los hermanos de una persona detenida desaparecida. Al Congreso de la República, le volvemos a insistir para que abandonen la redoblada victimización de las familias y aprueben de una vez por todas, sin cambios fraudulentos, la ley nacional para la búsqueda de personas detenidas desaparecidas.
En busca de un ser desaparecido en el pasado, Lucrecia Molina Theisen, Marylena Bustamante, Aura Elena Farfán, Blanca Hernández, Marcia Méndez, entre otras miles de personas, han mantenido la lucha por encontrar a sus seres queridos. La familia de Mayra Gutiérrez también sufre la ausencia de quien fue desaparecida en el 2000. Hoy, la familia Siekavizza mantiene el reclamo por la verdad sobre el paradero de su hija Cristina y los hijos de ella, secuestrados por Roberto Barreda. Las familias que buscan desaparecidos del pasado, de hace una década o ahora como la familia Siekavizza, han sufrido el embate cruel de la impunidad que les sigue negando el derecho a la justicia.
Por ello repetimos la melodía de Víctor Heredia, esa que grita desde el fondo del alma, “todavía, cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, a pesar de los golpes que asestó en nuestras vidas, el ingenio del odio desterrando al olvido, a nuestros seres queridos...”
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