Las autoridades mantienen un Estado de sitio en todo el departamento desde hace ya hace mes y medio: buscan a los responsables de la masacre de 27 campesinos en la finca Los Cocos, en La Libertad, Petén.
El usual miedo chapín me acompañó durante el viaje. Sin embargo, el solo entrar en el parque borró mis temores. Era ya una visita obligada, pues había estado cuatro veces en Petén y no había podido ir a Tikal.
Todo el mundo me había dicho que el lugar embruja. No fue sino hasta que vi El Gran Jaguar que mi corazón empezó a latir más rápido. No hay palabras para describir la energía que emana, y menos para explicar su grandeza. Todos queríamos hacer lo mismo: subir a las ruinas. “Pero está prohibido”, me dijo don Manuel, un hombre de unos 65 años que trabaja como fotógrafo en el lugar. “Ya se murieron cuatro cuando subieron y se cayeron”, me contó.
No fue sino hasta el Templo V donde los visitantes pueden subir y maravillarse del mundo, ver de frente El Gran Jaguar y el Templo IV, además la vegetación del infinito.
Las autoridades dicen que Petén es un lugar, luego del Estado de sitio, menos violento. No obstante, nadie de las comunidades quiere vivir encerrado en sus casas luego de ciertas horas. Pocos se quejan del estado de sitio, muchos dicen que vino a ayudar.
El conductor del bus que me llevó a Tikal me contó que el turismo ha bajado. “Casi un 90 por ciento”, me dijo. “Fue lo de la masacre”. Sin embargo, me explica que la época tampoco ayuda, pues hay mucha lluvia y la gente no quiere mojarse.
La mansión del pájaro serpiente es otro mundo. Mientras uno va adentrándose en el parque, el silencio va haciéndose costumbre. Solo los saraguates, el viento soplando y la lluvia tienen permiso para hablar.
Tanto es otro mundo que los rótulos en lugar de anunciar precaución al conducir porque la gente se cruza la carretera, anuncian precaución porque cruzan los animales. Sonar la bocina del carro también está prohibido, pues choca con la tranquilidad del lugar.
Lo primero que hice al entrar fue abrir bien los ojos, más aún: dicen que hay animales por todos lados. Un sapito del tamaño de la uña de un dedo saltó enseguida, para mí un espectáculo increíble, luego un pizote nos dio la bienvenida. Los monos araña no dejaron de colgarse entre los árboles. Todo un espectáculo.
Sé que viajar así es un riesgo y que debemos asumir los riesgos que tomamos con responsabilidad. A mí, afortunadamente, no me pasó nada. Incluso, viajé de noche de regreso a la ciudad. Hubo retenes sí, pero llegué bien. Es importante que sigamos con nuestra historia no olvidando la masacre ocurrida en Petén ni la muerte violenta de nadie, sería imperdonable. Simplemente, retomemos nuestros espacios.
Creo que es importante que sigamos con la vida, que sigamos adelante, que regresemos a esos lugares maravillosos de nuestro país en donde los criminales y asesinos quieren esconderse, lugares que nos están robando. Es vital retomar los espacios públicos. Que nadie nos diga que no podemos ir a un lugar porque es violento, porque es peligroso, porque los lugares de Guatemala son nuestros y no podemos renunciar a ellos.
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