El escrito no es extraordinario de por sí, que a niveles de excelencia en el análisis ya nos tiene acostumbrados Mazzei, sino que llama la atención cómo a partir de un concepto de análisis estructural básico de la economía muestra el reciclaje de la crisis y los niveles de profundidad en los que ahora se puede caer.
A partir de la noticia del acuerdo base entre el Ejecutivo y varios bandos del Congreso de Estados Unidos para elevar el techo del déficit fiscal y recortar los gastos —acuerdo que permite gastar más en temas como la seguridad y gastar menos en los programas sociales—, cita al Premio Nobel de Economía Paul Krugman, quien en el New York Times (01/08/2011, The President Surrenders) dice: “La peor cosa que se puede hacer en esta circunstancia es cortar el gasto gubernamental, porque va a deprimir más aún la economía. No haga caso a quienes invocan el cuento de la confianza y dicen que un enérgico corte del presupuesto dará confianza a empresarios y consumidores, para que gasten más. Eso no funciona así y lo confirman muchos estudios del comportamiento histórico”.
Y es que lo que se entiende acá es que los sacrificios, en todo caso, deberán ser hechos a expensas de los trabajadores o por los pobres que necesitan los programas sociales del Estado. Lo que deseo resaltar: a partir del análisis estructural, se puede ver cómo se preferencian todas las acciones en la corriente nominal o monetaria de la economía, a costa de las inversiones que se deberían hacer en la corriente real, aquella que genera bienes y servicios y para mantener la tradición que data de antes de la crisis. Nadie supervisa el mercado financiero, que es virtual, y donde el dinero sigue fluyendo sin contacto con la economía real; y ahora a partir de 2009 inundados por la Reserva Federal, con millones de millones de dólares resultado de transformar una deuda privada tóxica en deuda pública, que son utilizados para especular con bienes básicos en las bolsas, invertir en el mercado inmobiliario de las economías emergentes y dar grandes bonos para los altos ejecutivos. Nada se invierte en activos productivos que aumenten el empleo en Estados Unidos.
A lo anterior hay que agregar que elevar el techo del presupuesto en Estados Unidos no cambia la dificultad que tendrá para pagar sus deudas, hace referencia a que la deuda total de obligaciones financieras gira alrededor de los US$150 millones de millones, cifra que expresada en billetes de US$100 tendría un volumen y altura dos veces superior a la que tuvieron las Torres Gemelas y llamando la atención a que en esas condiciones el dólar estadounidense no puede seguir siendo el valor de referencia y hay fuertes indicios sobre la inminencia de un colapso.
En el documento se analiza el tema de los bonos europeos, el risible papel de las agencias calificadoras de riesgo (al momento de escribirlo aún no se había dado la simbólica baja en la calificación de riesgo de Estados Unidos), se señalan los indicios de una nueva crisis por el desorden en los medios financieros y que los países ya no tienen recurso públicos para reinflar la burbuja de los valores en que invirtieron los bancos. Nos explica, además, cómo Argentina superó su muy parecida crisis y analiza el gasto militar, el desempleo, la inflación, el precio de los combustibles, las ventas de automotores y el déficit público de Estados Unidos.
Dejaremos para una futura ocasión describir y comentar estos últimos temas. Sin embargo, por el momento, los argumentos planteados son suficientes para considerar una nueva crisis en lontananza, ¡ojo, acá en Guatemala, con la cola que nos toque!
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