¡Teatro, feliz día!

Año tras año, se le pide a un personaje renombrado por su sensibilidad hacia el teatro que dé un mensaje a la comunidad teatral mundial. En 1968 lo hizo Miguel Ángel Asturias, uno de los pocos latinoamericanos y el único centroamericano hasta hoy, en dar voz a una reflexión sobre lo que sucede cuando se levanta el telón y su relación con la transformación de nuestras realidades.

La literatura dramática en Guatemala es poca, en comparación con otros géneros más cultivados como la poesía o el cuento. Las pocas salas en Guatemala comienzan a ser el hogar de obras diferentes a las que hemos estado acostumbrados, es decir, un teatro de “jajajá” que vive entre cocinas y meseros que van y vienen. Sin embargo, el mantener vivo un teatro que permita ser un espejo para que nos reflejemos como sociedad, para el cuestionamiento humano, ha sido un trabajo de muchos directores, actores, actrices, técnicos que han dedicado su vida al teatro nacional.

Pienso por ejemplo en Herbert Meneses, María Mercedes Arrivillaga, Miriam Colom de Bauer, Rubén Nájera y Ligia Bernal de Samayoa, a quienes conocí personalmente en los últimos meses. Me compartieron su vida, sus impresiones, su conocimiento. Les pregunté qué era el teatro para ellos y me respondieron que es su voz y por lo tanto el lenguaje que utilizan para compartir lo que piensan y sienten con todos los demás. O parafraseando a Pessoa, como dice Rubén, el teatro son situaciones en donde interactúan dos o más almas. Y en esa interacción se nos permite a los otros buscarnos, identificarnos y pensarnos.

“Nos vamos a reír, porque por lo que estamos luchando es por un mundo de alegría” escuchó decir Sergio Valdés Pedroni a Roberto Díaz Gomar cuando eran parte del Teatro de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Una frase que sale a flote en el documental realizado por Luis Carlos Pineda “Tal y como es. Prólogo inconcluso del teatro político en Guatemala”, como una de las razones principales de hacer teatro en los años sesenta en la USAC. El teatro no se hace solo, se hace en familia, en comunidad. El teatro es vivir y aprender a convivir. Es también una manera colectiva de expresión que se abre a todos aquellos que quieran escuchar, observar y sentir. Para todos los que hacen realidad ese mundo sobre escena, gracias.

Y no queda más que decir: ¡Teatro, feliz día!