Pareciera que hemos olvidado que los abusos de un gobernante llegan hasta donde la ciudadanía se lo permite.
Una supuesta relación afectiva con el presidente Alejandro Giammattei ha colocado a Luis Miguel Martínez Morales, de tan solo 33 años de edad, como la persona más poderosa del gobierno actual. Se hizo vergonzosamente famoso como director ejecutivo de la Comisión Presidencial de Centro de Gobierno, una entidad adscrita a la Secretaría General de la Presidencia de la República creada por Giammattei, especialmente para acomodar a Martínez.
El rechazo a Martínez se empezó a gestar en 2020, conforme se sabía más y más cómo los caprichos de este jovencito eran la base con la que se decidían cambios de autoridades en ministerios y de la ejecución de una campaña de captura de instituciones. El colmo fue el domingo 6 de septiembre de 2020, cuando Giammattei adelantó sus tristemente recordadas cadenas nacionales, para divulgar un vídeo propagandístico de diez minutos de duración, totalmente dedicado al culto de la personalidad de Martínez, presentándolo como una suerte de superhéroe presidencial o súper ministro. Escándalos vergonzosos como este generalizaron el rechazo en contra de Martínez, quien ante la presión ciudadana que alcanzó niveles críticos en noviembre de 2020, tuvo que renunciar al cargo de Comisionado Presidencial de Centro de Gobierno.
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Sin embargo, el que Martínez abandonara ese cargo, no le despojó de crecientes y desproporcionadamente grandes cuotas de poder, vehementemente alcahueteado por Giammattei. Semejante anomalía no ha pasado desapercibida, y ha generado sendas investigaciones periodísticas, destacando las realizadas por medios independientes como Vox Populi y Plaza Pública. Además de muy necesarias y oportunas en cualquier democracia funcional, estas investigaciones periodísticas además han sido muy valientes, porque han tenido que enfrentar los berrinches de Miguel Martínez.
La reacción de Martínez fue inmadurez descomunal y evidenció su autoritarismo al tratar de atacar a los periodistas que lo investigaron. Habiéndose colocado como el centro de toda la propaganda gubernamental, un político mínimamente maduro y sensato hubiera entendido como natural que sería investigado y, por sus acciones burdas y descardas, era más que esperable que salieran a luz la gran cantidad de privilegios y granjerías con las que Giammattei colma a Martínez y un mundo de anomalías en todas las entidades que Martínez y sus allegados han logrado capturar. En vez de entender la naturaleza del artículo 35 de la Constitución Política de la República, en el que se garantiza la libertad de expresión del pensamiento, hizo el ridículo victimizando a su familia y le lloriqueó al Ministerio Público de Consuelo Porras con denuncias espurias en contra de la prensa independiente y una agresión intimidatoria directa en contra del periodista Sonny Figueroa.
Esta situación tan vergonzosa continúa empeorando. El fin de semana pasada Martínez fue la estrella central de un mitin del partido oficialista Vamos, por cierto evidente campaña política anticipada. Visiblemente ebrio, tomó el micrófono para demostrarle a la audiencia lo poderoso que se siente, despotricar en contra de la comunidad internacional y cantar la canción Jefe de Jefes de la agrupación mexicana Los Tigres del Norte. Mejor no pudo haberse retratado, demostrando su bajeza, autoritarismo y avaricia sin límite.
Si Martínez y Giammattei tienen una relación amorosa, en realidad no nos incumbe, y es un asunto de sus vidas privadas. Dejemos ese asunto de lado, y concentrémonos en lo que sí nos incumbe: decisiones de gobierno equivocadas y abuso y robo de los recursos públicos.
¿Hasta cuándo continuaremos tolerando a este muchacho, insolente y ebrio de poder? ¿Cuánto más le permitiremos que robe? ¿Cuántas instituciones estatales le permitiremos que capture? ¿Tanto nos gusta como para que permanezcamos indiferentes?
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