Ahora los candidatos a presidente, por voluntad propia o incitados por grupos de ciudadanos, están dando a conocer sus hojas de vida, en donde se promocionan sus talentos más allá que sus logros. Y es que sucede que la efectividad de una persona para alcanzar objetivos no necesariamente se corresponde con la inteligencia, el conocimiento o la imaginación. Bien pueden dar fe de ello todas las empresas hundidas en la quiebra de las crisis financiera y plagadas de CEO’s reclutados precisamente por “cazatalentos” que resultan igual a sus colegas que en lo deportivo venden y colocan jugadores pifias para más de un equipo.
Faltas de ética aparte, centrémonos en la teoría del talento y su efectividad. Un libro de John C. Maxwell se titula El talento nunca es suficiente. A partir del título nos invita a colocar el talento en perspectiva (sin ser un libro que despotrique contra el mismo) y a identificar 13 decisiones claves que se pueden tomar para ampliar el talento de cualquier persona, siendo ellas: la confianza, la pasión, la iniciativa, el enfoque, la preparación, la práctica, la perseverancia, el valor, la disposición de aprender, el carácter, las relaciones, la responsabilidad y el trabajo en equipo.
Las llama “decisiones clave”, porque sostiene que el talento permite sobresalir, pero las malas decisiones nos hacen descender; todo el mundo a nuestro alrededor puede ver nuestras habilidades, pero al preguntarse por qué frecuentemente no se superan las expectativas, concluye que el talento da la oportunidad, pero las malas decisiones cierran las puertas. En fin: el talento es concedido, pero el triunfo es ganado.
También hay personas que sin ser especialmente talentosas practican las decisiones clave y pasan a disimular con éxito la falta de talento, crean férreas disciplinas que les permiten destacar un poco y mantenerse a flote. Ellos son los campeones de la teoría que poquito basta para destacarse en la mediocridad o puesto en sentido coloquial “en la tierra de los ciegos, el tuerto es rey”.
El tema del talento, con toda su fauna y flora de acompañamiento, no deja de ser una veta rica en conceptos y práctica para escribir sobre él, pero donde mejor ha sido tratado para mi gusto es en las canciones. Por ejemplo, antes de que Maxwell escribiera su libro ya Vicente Fernández lanzaba la explicación “para aquellos que se preguntan, por qué mi talento no pudo triunfar” y claro, el personaje había encontrado mujeres en su vida; se me ocurre que es la mejor o más válida de las excusas. También Joaquín Sabina canta al describir un pasaje biográfico ocurrido en Buenos Aires que “estar quebrado no es el infierno del Dante, ni un currículo brillante, la lámpara de Aladino”; y quizás la mejor de todas, los Tigres del Norte nos dan la mejor perspectiva del talento, en su canción “Jefe de Jefes” cuando dicen: “Sin talento no busques grandeza, porque nunca la vas a obtener”.
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