¿Qué hacer? Esa es la gran pregunta que todos nos hacemos. Porque, de que vamos a tener que elegir, vamos a tener que hacerlo. Las votaciones serán en menos de un mes. ¡Es demasiado! Lo primero es informarse sobre los candidatos, y eso es lo que todos responderían. Quizá en segundo lugar responderían que es mejor no ir a votar, pero esta publicación no se trata del abstencionismo o la apatía, sino todo lo contrario.
La gran pregunta es: ¿qué tanto conocemos nuestro país? Porque los candidatos a elección popular pueden firmar los acuerdos que sean, podrán decir cuanta cosa se les ocurra, pero, si no tenemos la capacidad para diferenciar entre lo que es cierto y lo que es populista, estamos ejerciendo mal nuestra ciudadanía. Me gusta pensar que tras llegar a la mayoría de edad, 18 años, obtenemos el gran poder de tener una participación más incidente al elegir a las autoridades. Sin embargo, no lo vemos con la responsabilidad que ello conlleva. Hay muchas personas con desafíos para votar, desde aquellos a quienes no se les ha informado del proceso electoral en su idioma materno y los que tienen un centro de votación lejano hasta aquellas personas cuyas luchas quedan invisibilizadas. Así que quienes tenemos acceso a Internet y podemos leer esto deberíamos tomarnos con mayor seriedad este poder que tenemos.
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En ese sentido, en el Observatorio de Derechos de la Juventud, un espacio de articulación de 11 organizaciones que trabajamos con jóvenes en alianza con el Procurador de los Derechos Humanos, nos dimos cuenta de que, tras la participación en el foro que organizamos la semana pasada, llamado ¿Es la Juventud la Prioridad? (primera parte y segunda parte), en el que nos acompañaron representantes de 12 partidos políticos (a pesar de que se invitó a todos), se tienen propuestas escuetas. ¡Y es que no hay otra palabra para describirlo! Son superficiales. Mencionan educación, empleo, vivienda y seguridad con una ligereza que asusta a cualquiera. Ya tenemos claro que hay varias temáticas que atender, pero lo que en realidad queremos saber (o deberíamos querer saber) es la manera como abordarán cada una de ellas.
¿Cómo resolver que el acceso a educación básica fue del 43.1 % y a educación diversificada del 24.7 %, según datos del informe anual circunstanciado de 2018 del Procurador de los Derechos Humanos? ¿Cómo resolver que existen 38,139 casos acumulados de VIH y VIH avanzado, de los cuales el 60 % corresponde a jóvenes adultos, entre 20 y 39 años, según datos del mismo informe? ¿Cómo resolver que en 2018 se registraron 4,914 homicidios, de los cuales el 48 % corresponde a adolescentes y jóvenes entre 13 y 29 años, según el Inacif? ¿Cómo resolver que se registraron 41,003 deportaciones por vía aérea de jóvenes entre 18 y 35 años procedentes de Estados Unidos, según la Dirección General de Migración y su resumen de 2018 de deportaciones por las vías aérea y terrestre? ¿Ya conocían estos datos? Son apenas algunas de las problemáticas que deberán resolver las próximas autoridades que elijamos.
La juventud guatemalteca jugará un rol significativo en las próximas elecciones, ya que las y los jóvenes entre 18 y 35 años representan el 41.74 % del padrón electoral (3,402,050 jóvenes), según datos del Tribunal Supremo Electoral basados en totales finales del padrón electoral (consultado el 25 de abril de 2019). Si queremos una política diferente, debemos empezar por demandar de forma diferente. Debemos empoderarnos, palabra de moda hoy en día, pero me refiero a realmente tomar el poder ejerciendo nuestra ciudadanía. Es por ello que en el observatorio construimos una agenda en materia de juventud como propuesta a los candidatos que van a ocupar cargos en el Ejecutivo, el Legislativo y las corporaciones municipales. Hablaré de ello con mayor detalle más adelante. Y ustedes, ¿están demandando a los candidatos propuestas reales o dejan que solo hablen de forma superficial para ganarse su voto? ¡Exijamos una nueva política que atienda a los jóvenes de una manera verdadera y concreta!
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