De acuerdo con tratadistas que a continuación citaré, en cuanto a temores estamos igual que en el año 1000, si bien ahora los disfrazamos y los negamos porque nuestra petulancia a veces no nos permite mostrar nuestra pequeñez, la cual aflora cuando la amenaza de una hecatombe (de causa natural o provocada por los seres humanos) se nos pone enfrente.
En su trabajo Caricaturas frente al espejo, el investigador y profesor universitario Horacio Biord Castillo explicita: «En 1995 el historiador francés Georges Duby expuso en su libro Año 1000. Año 2000. Las huellas de nuestros miedos cinco temores sociales que podían documentarse en Europa tanto en la Edad Media como en el mundo contemporáneo, obviamente con las transformaciones y adaptaciones del caso. Esos temores son el miedo al hambre, el miedo a la epidemia, el miedo a la violencia, el miedo al más allá y el miedo al otro. Este último, probablemente, sintetiza los otros miedos».
Estos miedos saltaron a la palestra de los otros y de nosotros desde el mes de diciembre de 2019, cuando supimos de la amenaza de una epidemia provocada por un nuevo coronavirus (el causante del covid-19), que supuestamente comenzó en Wuhan, China, y que dejó de serlo para convertirse en una pandemia que llegó ya al corazón de Guatemala. Esta plaga logró, en menos de un trimestre, hacer emerger, desde lo más profundo de la psiquis de todos los seres humanos, esos miedos que Duby expuso en 1995 y que Biord reseñó magistralmente en 2015. Miedos que ya estaban presentes en el año 1000 y más atrás, porque una estrofa del salmo 90 reza: «No temerás el espanto nocturno ni la flecha que vuela de día ni la peste que se desliza en las tinieblas ni la epidemia que devasta a mediodía». Se cree que dicho salmo fue escrito alrededor del año 1300 a. C.
Y el miedo al otro compendia, según Biord, los otros desasosiegos.
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De ese otro explica: «En la Europa actual, el otro, proveniente de países pobres y periféricos, podría representar, desde una mirada etnocéntrica y racista, la disminución de la comida, de las posibilidades de empleo y del estado de bienestar (miedo al hambre); la introducción de enfermedades, muchas veces consideradas exóticas o no controladas en los países pobres, como el sida y el ébola, por ejemplo (miedo a la epidemia); la generación de desórdenes y enfrentamientos (miedo a la violencia), y el cuestionamiento de creencias establecidas como dominantes (miedo al más allá)». Y mucha razón tiene. Pero en esta segunda década del siglo XXI la tortilla se dio vuelta, pues todos esos temores nos están llegando de allá. La epidemia nos vino de Asia, de Europa y finalmente de Estados Unidos de América. Ahora, para nosotros, ese otro son ellos: los asiáticos, los europeos y los estadounidenses. Y entre ellos cada grupo ve al otro en el otro. Como ejemplo, China le pide explicaciones a Estados Unidos en relación con el aparecimiento del virus en la ciudad de Wuhan, y Donald Trump no cesa de llamar virus chino al coronavirus.
Justamente cuando estaba escribiendo este artículo (jueves 26 de marzo, 17 horas) se viralizó la noticia de que Estados Unidos superó a Italia y a China en casos confirmados de covid-19. Ahora la pregunta es qué podemos hacer nosotros para mitigar semejante acometida en nuestro territorio. Porque ese es ahora nuestro principal miedo.
Yo propongo tres acciones que podemos realizar desde nuestros hogares. De lograrlo, aminoraremos los impactos que pueda haber, sus caudas y los miedos.
La primera es despojarnos del egoísmo. No acaparemos ropa ni alimentos y compartamos con quien lo necesite. Disminuirán así el miedo al hambre y la miseria.
La segunda es colaborar con el personal de salud que está haciendo su máximo esfuerzo por encontrar soluciones en beneficio nuestro. Disminuirá así ese miedo a morirnos y al más allá, o el miedo a la incertidumbre.
Y la tercera, dejar de ver al otro en los otros. Porque de ese otro provienen todos los miedos.
Recordemos: «Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo. Por eso, si alguien tiene miedo es porque no ha llegado a amar perfectamente» (1 Juan 4, 18) [1].
Hermanos guatemaltecos, hermanos del mundo entero: ¡superemos nuestros miedos!
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[1] Dios habla hoy. Sociedades Bíblicas Unidas, 1996.
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