Un fallo renal puso fin al mandato de este exdirector de la KGB, un hombre duro, que durante su carrera política fue decisivo para aplastar la primavera de Praga y ordenar la invasión de Afganistán. Andropov gobernó con mano de hierro durante 15 meses, una URSS a la que se esforzó en centralizar aún más, inclusive cuando tomaba decisiones desde una habitación de hospital en el Kremlin. A la muerte de Andropov, el Politburó nombró a Konstantín Chernenko, para dirigir los funerales, en una señal inequívoca que sería designado su sucesor –Andropov había dirigido los funerales de Brezhnev. Chernenko moriría también en el ejercicio de funciones, apenas un año después.
Existen analogías y por supuesto obvias diferencias entre esta historia de la Guerra Fría, y lo que está sucediendo ahora en Venezuela. Entre las semejanzas, el enorme velo de misterio extendido sobre la condición médica del presidente Chávez, que al igual que en el caso de Andropov, podría extenderse cuanto tiempo sea necesario. Y en las diferencias, el Politburó era capaz de gestionar internamente una sucesión, sin que las diferencias entre caudillos fueran mediadas por un gobierno externo.
A la fecha de publicación de estas líneas, la situación puede sintetizarse en esta forma: Hugo Chávez no ha llegado a Caracas para la toma de posesión, y no es posible saber cuándo lo hará. De hecho, nadie fuera del círculo más íntimo del chavismo, conoce el verdadero estado de salud del líder, que se guarda como un alto secreto.
Mientras, algo semejante a un pacto de gobernabilidad entre Diosdado Cabello y Nicolás Maduro, estaría en operación, manteniendo un conveniente statu quo. Una parte importante de este pacto, concebido en La Habana, se ha traducido en que la Asamblea Nacional de Venezuela haya permitido al presidente Chávez gozar de “todo el tiempo que necesite para atender su enfermedad y regrese a Venezuela cuando la causa sobrevenida haya desaparecido". De esta forma, se ha sorteado un obstáculo constitucional que habría mandado a convocar a nuevas elecciones presidenciales, se ha revertido la responsabilidad de juramentar al presidente Chávez al Tribunal Supremo de Justicia -de mayoría chavista- y el chavismo ha ganado tiempo para organizarse casa adentro.
La guinda del pastel la ponen las declaraciones del Ministro de Defensa, quien reiteró su lealtad al comandante Chávez y al vicepresidente Maduro.
A todo esto, la oposición venezolana no ha podido articular una respuesta coherente y plantar cara a esta situación. Su debilidad, que viene de dos derrotas electorales consecutivas –elecciones presidenciales y de gobernadores- se prolonga a no contar con una bancada representativa en la Asamblea. De hecho, la principal batalla en Venezuela se ha dado a través de Twitter, y los esfuerzos del gobierno venezolano se han centrado en desmentir rumores en las redes sociales.
Henrique Capriles, como líder de la oposición, realizó declaraciones públicas el pasado martes, rompiendo un silencio mantenido durante todo el último mes. Sus argumentos para reclamar que se declare la ausencia temporal del Presidente, han enfatizado que “el pueblo votó por Chávez y no por Maduro o los ministros”. Si bien sus palabras se dirigen a la gestión del círculo más íntimo del chavismo, no hacen sino resaltar lo evidente: Capriles perdió las elecciones presidenciales, y los venezolanos tampoco lo eligieron a él.
Solo el tiempo nos dirá lo que le depara a la revolución bolivariana, ante la eventual falta de su líder. Y de acuerdo a la Asamblea Nacional de Venezuela, el tiempo en este caso, sobra.
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