Esta vez no es un militar, no es un campesino, no es tampoco un delincuente de buses, no es un extorsionista de abarrotería. Es un miembro de una familia adinerada, con vínculos con otras familias ligadas a esa élite económica del país. Erwin Sperisen, de la clase alta de este país, sentado en el banquillo de los acusados en un tribunal europeo es hallado culpable. Lejos de querer estigmatizar a la cúpula empresarial de este país, nos da un rostro realista.
Las reacciones de gran canti...
Esta vez no es un militar, no es un campesino, no es tampoco un delincuente de buses, no es un extorsionista de abarrotería. Es un miembro de una familia adinerada, con vínculos con otras familias ligadas a esa élite económica del país. Erwin Sperisen, de la clase alta de este país, sentado en el banquillo de los acusados en un tribunal europeo es hallado culpable. Lejos de querer estigmatizar a la cúpula empresarial de este país, nos da un rostro realista.
Las reacciones de gran cantidad de guatemaltecos, dan miedo. En redes sociales y en comentarios en las páginas electrónicas de los periódicos nacionales, se leen defensas a Erwin Sperisen, que lo convierten en un mártir de la justicia suiza. El argumento: limpió una cárcel de delincuentes que habían tomado el poder a través de una organización llamada “Comité de Orden y Disciplina”.
Vayamos por pasos y reflexionemos en esta justificación. Debemos preguntarnos cómo fue posible que Pavón fuera “tomada” por delincuentes cumpliendo sentencia, y quiénes eran estos delincuentes y sus vínculos o relaciones con actores económicos históricos y emergentes del país. Ya nadie en Guatemala se puede dar el lujo de ser tan ingenuo para decir que los funcionarios implicados lo hicieran por salvar a la sociedad. Los políticos y los oligarcas del país defienden sus intereses y utilizan al Estado como carne de cañón. El interés en ejecutar un plan como “Pavo Real” en la Finca Pavón, fueron planificados a sabiendas de necesidades puntuales. Este país no conoce de política orientada al bien común. El Estado guatemalteco ha dejado de ser un aliado –si alguna vez lo fue en este país desde 1944–, para convertirse en un enemigo público, de lo público, en lo público, para lo público.
Dentro de Pavón, es cierto, no había blancas palomas; eran delincuentes, asesinos, narcotraficantes. Pero eran personas, habían sido sentenciados por la justicia nacional y estaban pagando su pena. La entrada del Jefe de Policía junto a otros funcionarios, y la toma de “la justicia” en sus propias manos al asesinar a los reos, no sólo desacreditan la justicia del país, sino que convierte a los funcionarios en delincuentes, y vuelve a demostrar el carácter histórico del Estado de Guatemala. Este Estado sobrepasa cualquier teoría política, este Estado es asesino.
El Estado guatemalteco también tiene mucha responsabilidad en la realidad violenta y delincuencial que existe en el país, por indiferencia, impunidad o bien porque la cultura política que nace de la relación con un Estado dictatorial y contrainsurgente de hace tan poco, nos hace ser también una sociedad que valora muy poco la vida y sobrevalora otros valores. Un Estado que no promueve la dignidad y el respeto de la vida de sus habitantes, que le importa una nada que se muera de a poco en los cultivos de exportación, en las maquilas, que vivan tantos en condiciones infrahumanas, no tendrá ningún problema en hacer limpieza social, lo hace todos los días.
Más de este autor