Mi compañero de viaje parece disfrutar de su estado catatónico, así que hay que acudir al recurso del CD sin etiqueta que aparece en la guantera, que para mi buena fortuna estalla con estos versos:
I found an island in your arms,
country in your eyes,
arms that chain,
eyes that lie.
Break on through to the other side!
No es la voz de Jim Morrison, pero sí que son el teclado de Manzarek y la guitarra de Robby Krieger. Una gran versión de Break On Through (To the Other Side) interpretada por los Stone Temple Pilots (STP) y algunos integrantes de The Doors.
La canción me recuerda que Scott Weiland murió en diciembre pasado, en el autobús en el que estaba de gira, y que ese mismo día, por casualidad, yo había tropezado con ese video en el cual él canta al oído de Sarah Michelle Gellar aquello de «She was a happy girl the day that she left me» mientras bailaban con los personajes de una versión tenebrista de los Teletubbies.
Weiland, a quien Billy Corgan considera una de las voces más representativas de su generación, y los STP fueron mi compañía en varios viajes de horas interminables al volante, como esa jornada en el 2003 entre los bosques de Santa Lucía La Reforma y Santa Cruz del Quiché con Interstate Love Song y Big Empty como estandartes.
Drivin’ faster in my car,
falling farther from just what we are.
Smoke a cigarette and lie some more.
These conversations kill.
Falling faster in my car…
El aire melancólico de la voz de Weiland era el reflejo de un alma atormentada por sus demonios, malas elecciones, excesos y adicciones, como muchas otras figuras en el mundo del rock. Luego de su muerte, Mary Forsberg, su exesposa, escribió una larga carta a Rolling Stone que retrata a un Weiland paranoico, incapaz de mantener una relación con sus hijos, y que en cierto punto decidió no esforzarse por hacerlo.
Las palabras finales de la ex de Weiland en esa entrevista son devastadoramente sensatas: «Elijamos hacer de esta la primera vez que no glorifiquemos la tragedia hablando de rock and roll y de los demonios que, por cierto, no tienen por qué acompañarlo. Obviemos la depresiva camiseta con [la leyenda] 1967-2015 [años de nacimiento y muerte de Weiland] en ella. Usemos el dinero para llevar a un niño a un juego de beis o a comer un helado».
Sin embargo, no todos podemos ser sensatos en estos casos. Al hacerse pública la noticia de la muerte de Weiland, Sarah Michelle Gellar escribió en Twitter un mensaje que, pese a los hashgtags, tiene un indudable aire de leyenda romántica del siglo XIX:
#RIPScottWeiland, your music will live and your demons will leave ❤ your #sourgirl.
Los demonios de Weiland deben haberlo dejado, seguramente para anidar en otra alma que atormentar. Mientras tanto, El CD sin etiquetar me regala, un poco más adelante de Purulhá, una versión que mezcla a Jim Morrison y a John Lee Hooker cantando un Road House Blues que merece una ovación de pie. Y mientras algunas gotas de lluvia se dibujan en el parabrisas, pienso, otra vez, en lo sensato de esas palabras: no hay necesidad alguna de glorificar a los demonios que acompañan al rock and roll. O a sus exorcistas y detractores.
The future’s uncertain, and the end is always near.
Let it roll, baby, roll!
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