Desde el día que recibí la caja de invitación entendí que lo pomposo de esta solo podía explicarse desde un patrocinio gamonal.
El evento se promocionó desde su aporte cultural, y qué mejor que las 8.5 manzanas del gran parque cultural Miguel Ángel Asturias (nueva ciudad de Guatemala).
Con sutileza magistral recibían al público grandes marcas para dar inicio a esta experiencia de cultura y emprendimiento nacional.
Dándole sentido al nombre del evento, Soñé Futuro, este espacio ofrecía un viaje por el tiempo.
Dentro de una cápsula oscura nos tenían sentadas a unas 40 personas. Una voz masculina conducía el viaje hacia un 29 de noviembre de 2021. Era grave, con tono serio pero ligero a la vez. Nos pintaba el paisaje. Nos contaba cómo «nuestros sueños» se hacían finalmente realidad. «Sara Curruchich en concierto en la gran sala Efraín Recinos», nos decía. Niños jugando en las fuentes, gente sentada en la hierba haciendo picnic, risas, pájaros cantando.
Mientras escribo esto, mi computadora decide poner el soundtrack de Amélie Poulain. Un truco extraño el que me juega esta coincidencia. Perfecto. Logro materializarlo. Sí, está allí. El sueño parisino se acerca. Se hace real, palpable. Siento los olores llegar. Sonrío. Suspiro.
Y suspiro de nuevo.
Darle valor a este espacio, ciertamente olvidado por muchos, adquiere sentido y efectivamente parece una buena idea.
Mi experiencia allí fue la de un mercadito navideño estilo Europa: muy agradable, aunque sigue faltando la espontaneidad.
Eso tal vez se explica desde la concepción no espontánea y más bien calculada con artificial exactitud.
No estoy buscando desacreditar las iniciativas privadas. Estoy convencida de que pueden ser detonantes de cambios positivos. Pero sí creo firmemente que los cambios estructurales de este país se conseguirán únicamente si exigimos un Estado fuerte, con instituciones que aseguren la educación, la salud, la recreación, la cultura, ingresos dignos.
Un marché de Noël funciona en Francia por tradición, no por invitación.
La ciudad de Guatemala cuenta con espacios que no requieren convocatoria, pero sí una cultura de paz, de seguridad, de no racismo, de igualdad. Si queremos que los espacios públicos se vuelvan referencia para todos, nuestras diferencias deben volverse lo rico de nuestra convivencia.
No podemos dejarle el fardo de velar por el bien común a la iniciativa privada. No es justo. No es sano. No tiene sentido.
Estoy segura de que esta iniciativa surge de una muy buena intención. Pero, para aspirar al desarrollo integral, las buenas intenciones no bastan, se quedan cortas y no son sostenibles.
Un Estado fuerte no nace de buenas intenciones. Necesita ciudadanos comprometidos, incluso como los que están detrás de este evento. Lo que no podemos permitir es que sea el dinero el que dicte nuestra capacidad de cambio, el que abogue por nuestros sueños.
El Centro Cultural Miguel Ángel Asturias (CCMAA) juega un rol importante en la lógica de planificación y ordenamiento urbanista, y dudo mucho que hacer uso de él para venta de celulares sea apropiado. Hay ideas que podrán recuperarse de esa experiencia pasada. Y la más importante, creo yo, es respetar los debidos procesos y reglamentos. Respetar, ante todo, a la autoridad máxima, en este caso la voz del Ministerio de Cultura y Deportes. Si toca cuestionar, hacerlo. Si realmente vale la pena, habrá que exigir cambios y, pues, ¡enhorabuena!
La ciudad de Guatemala está llena de vida, y sin brazalete puedes toparte con maravillas callejeras. La calle es de todos, y disfrutarla en paz, nuestro derecho.
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