Cada año se exalta la figura del líder del movimiento de los derechos civiles con una serie de conferencias, desayunos, programas educativos e invitaciones a realizar algún tipo de voluntariado y estimular así el trabajo cívico en la comunidad. Cada año se honra el sueño del predicador y activista de construir una sociedad más igualitaria, sin barreras raciales y con mejores condiciones salariales y de vida para el conjunto de los estadounidenses. Se entonan cantos del movimiento y se recuerda al visionario defensor de los derechos de los afroestadounidenses, quien junto con millares de activistas expandió el derecho al voto para los negros en todos los estados de la nación.
Este año la conmemoración se vio empañada por las declaraciones racistas del presidente Donald Trump durante una reunión para destrabar el impasse del programa DACA, del que depende el destino de millares de jóvenes susceptibles de deportación si no se llega a un arreglo legislativo antes del 5 de marzo. En menos de lo que se escribe un tuit, el aluvión de enérgicas condenas no se hizo esperar después de las irresponsables declaraciones del presidente a propósito del tipo de países de los cuales supuestamente deberían provenir los trabajadores inmigrantes. Con la impulsividad y la sinceridad que lo caracterizan, Trump insultó a ciertos países de África, a Haití y a El Salvador catalogándolos de «agujeros de mierda» y destacó su preferencia por los inmigrantes noruegos.
Si esta no es una comparación racista por aludir a que ciertos grupos de personas son superiores a otros, no sé qué otra cosa puede ser, pero muchos comentaristas guatemaltecos se han abstenido de tildar sus aseveraciones como tales. Quizá porque quieren quedar bien con el Gobierno estadounidense en su apoyo a la lucha contra la corrupción, la cual, según algunos, es una de las razones por las cuales se tilda a países como Guatemala de esta forma. Y obviamente el Gobierno guatemalteco ha guardado completo mutis, sobre todo ahora que es comparsa servil de Estados Unidos en su intención de trasladar la embajada guatemalteca a Jerusalén aunque la medida viole tratados internacionales.
Sin embargo, ni siquiera el nuevo embajador de Estados Unidos, Luis Arreaga (de origen guatemalteco), tuvo la influencia esperada para desentrampar las jugosas negociaciones para la elección de la nueva junta directiva del Congreso. La junta está conformada por diputados que votaron en septiembre pasado a favor de una ley proimpunidad, incluyendo al hijo del acalde Álvaro Arzú, quien el domingo fue juramentado presidente del Congreso. A ninguno con cinco dedos de frente escapa que la componenda, que goza con la bendición del establecimiento criollo político chapín, busca frenar las investigaciones independientes del Ministerio Público y de la Cicig en su embate frontal de la corrupción que ha gangrenado al Estado y a la sociedad guatemalteca y que salpica tanto al mandatario Jimmy Morales como al expresidente Arzú.
¿Cómo salir del hoyo? Queda claro que los Trumps, Arzús y Jimmys del mundo están incapacitados para soñar el futuro de nuestras sociedades y sacarnos de nuestros respectivos agujeros ahistóricos. Su única motivación y la de los politiqueros son las mieles de la cleptocracia, que, aunque con facetas y magnitudes distintas, opera en ambos países en detrimento de la mayoría de los ciudadanos.
Es por eso que el sueño del doctor King, el de los soñadores aquí y el de tantos jóvenes de las jornadas cívicas del 2015 deben persistir. Pero no para quedarse en la contemplación de lo que puede ser, sino como motor de la acción. Porque los sueños enuncian los valores a los cuales una sociedad debe aspirar y se concretan en la lucha organizada de ciudadanos dispuestos a hacer sacrificios en acciones concertadas y disciplinadas a largo plazo. Como expresó King en 1957: «Sin esfuerzo persistente, el tiempo se convierte en aliado de las fuerzas insurgentes y primitivas de la emotividad irracional y de la destrucción social. Este no es un momento para la apatía o la complacencia. Esta es la hora de una acción vigorosa y positiva».
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