En mi última trilogía de artículos (sobre la Municipalidad) traté ciertos temas que considero deben ser considerados en toda agenda municipal (sobre todo el tema de los espacios públicos). Busqué hacer una diferencia entre lo que, por ley, son las funciones de un gobierno municipal y las del gobierno central. Al respecto, un buen amigo que comentó uno de los artículos me dijo que lo que pasaba con muchos proyectos era que como no eran de Saúl entonces nadie los conocía.
Creo que el éxito de esa empresa en Guatemala es que verdaderamente han generado una marca, misma que juega con la “chapineidad” de una forma que nadie había utilizado antes. Un gran ejemplo de esto fue el proyecto Guateámala. Como pueblo no tenemos desarrollado un sentido de nación, como sí lo tienen los mexicanos o los argentinos, por ejemplo. Nos cuesta aceptar que a muchos nos gusta desayunar frijolitos y refaccionar champurradas sopeadas en chocolate caliente. Saúl para algunos —porque no apunta a un mercado grande— ha logrado esto convirtiendo lo guatemalteco en algo bonito bajo los criterios de este grupo objetivo. Para eso sirve el marketing.
Y así como el anterior es un ejemplo de marketing comercial también es necesario el marketing político, esa forma en que los gobiernos (ya sea municipal o central) venden a los ciudadanos sus proyectos y planes de gobierno. Y es que muchas veces cuando se realizan proyectos municipales interesantes el problema es que los vecinos no los conocen porque no se promocionan o porque no son bien ejecutados. Ejemplos de lo anterior hay varios: (1) El Bazar del Cerrito del Carmen, la idea de tener un mercado dominical es buena. Sin embargo, su ejecución es deficiente cuando quienes lo visitan no compran o venden, y, lo que es peor, la mercadería se limita a artículos que se pueden comprar en cualquier tienda de Q9.99. Además, teniendo una página web dedicada al proyecto, es desconcertante que no la sepan diseñar ni socializar de una manera más eficiente; (2) El documental que será presentado hoy sobre la historia del Ballet Guatemala (Patrimonio Cultural que, por cierto, no tiene página web). Un esfuerzo de la Procuraduría de Derechos Humanos que busca mantener la memoria de esta institución recopilando su historia pero que se presentará únicamente el martes 14 de junio a las 10:30 de la mañana. ¿Todos podemos ir al teatro a esa hora, verdad? Estando el Ballet a punto de quiebra por falta de fondos qué bien les hubiera caído si, aparte de proyectar este documental en un horario más accesible, se hubiera socializado y publicitado un poco más.
Con lo anterior no quiero inferir que el gasto público se ejecute en sondeo de medios o en publicidad como lo hacen muchos, pero sí considero que las nuevas tecnologías pueden constituirse, de una forma limitada porque no todas las personas tienen acceso a las mismas, en una herramienta para hacer del conocimiento público proyectos interesantes de una forma barata y sencilla. Este tema precisamente fue uno de los ejes del Librebus el pasado mayo: ¿Cómo hacer accesible información al público en general a través de la red? Ahí aprendimos a utilizar el podcast, las redes sociales, video, música, ilustración, etc. para poder brindar información a un público más amplio. La semana pasada en una charla dictada por José Luis Orihuela, experto en tecnología y medios de comunicación, se hizo énfasis en que el mundo digital es parte del mundo real, por lo que al hacer de estos proyectos una realidad digital, los podemos hacer propios. De esa forma, puede ser que no solo los proyectos de Saúl van a ser conocidos y comentados.
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